Tan pronto como Joan Baez se retiró del Escenario Verde, los hippies canosos de las las primeras filas fueron relevados por un público más variopinto, ... con gran presencia de jóvenes y hasta chiquillos deseosos de tener una vista privilegiada del cuarto asalto de Jamie Cullum al Jazzaldia. Ante 53.000 espectadores, el británico batió su propio récord de asistencia, los 50.000 del Jazz Band Ball inaugural de 2013. Cuatro años después de su última visita, cuando ofreció tres actuaciones distintas en el cincuentenario, el miércoles estuvo escoltado por una superbanda que incluía instrumentos de viento y dos coristas, Aisha Stuart y Shanna Goodhead, que dieron al conjunto un arrebatador brillo soul.
Antes de que Cullum lanzara su primer gancho de izquierda con 'When I Get Famous', los fotógrafos, especie irónica por definición, bromeaban con la edad de un artista que mantiene su sempiterno rostro de pipiolo pero en agosto cumplirá 40 tacos. «Ya no estará para saltos desde lo alto del piano», decía un veterano fotorreportero que pronto vio estallar su vaticinio contra la arena. Saltó, vaya sí saltó, quizá un poco más 'segurola' que antes, pero a sus 'treintaytodos' años, demostró idéntico arrojo que cuando tenía 'twentysomething'.
Prosiguió con 'Taller', la canción que da título a su último trabajo, que como se encargó de aclarar, medio en broma, medio en serio, nada tiene que ver con los establecimientos que reparan coches y otros útiles de consumo. 'Taller' (en inglés, 'más alto') es un autoguiño sardónico a las chanzas sobre su baja estatura que lleva escuchando media vida, y una vez más, Cullum demostró que el tamaño no importa, pues todo es cuestión de 'sabiduría' como proclama en la citada canción.
El pequeño-gran Jamie mostró su faz más reposada en temas como 'Drink', también nuevo, pero acto seguido incendió la playa con zambombazos como 'Get Your Way' y 'The Man', o cómo convertir un tema de pop supervitaminado de The Killers en un pelotazo soul. El artista reparó en un cartel de las primeras filas con el que dos niños le preguntaban si podían saltar con él desde el piano y, antes de cantar 'Everything You Din't Do' les invitó a subir y a pegar dos brincos muy celebrados.
No falta quien le acusa de populista y de sobreactuar utilizando toda suerte de artimañas para llegar al gran público con su jazz accesible: trucos de pirotecnia, baños de masas, estribillos saturados de «oh-oh-oh» festivaleros... Puede ser, pero hay algo que no podrá negarle ni el mayor de sus detractores: como 'entertainer', Cullum no tiene rival. Logró poner en danza incluso a quienes seguían el concierto desde las refrescantes aguas de la Zurriola, donde sonaron clásicos como 'What A Difference A Day Makes' (Dinah Washington), 'Just A Gigolo' (Louis Prima) o 'Sinnerman' (Nina Simone). En 'Frontin' usó el piano como instrumento de percusión y 'Mankind' la aprovechó para atacar a Boris Johnson, el nuevo primer ministro británico «que no hemos elegido», y abominar del 'brexit': «Juntos estamos mejor».
Tras el regusto funk de 'Usher' llegó la balada 'Age Of Anxiety', que estalló en un clímax colosal rubricado por el swing y el ocasional sabor latino de 'You and Me Are Gone'. Para los bises reservó uno de sus himnos más coreados y saltados, 'Mixtape', y el 'I've Got You Under My Skin' de Cole Porter en el que adoptó el papel de 'crooner' clásico. Entre ambas piezas se puso en plan bertsolari e improvisó al piano una letra bisoña con loas a Donostia. «Ha sido una noche para no olvidar», piropeó el músico, que en su quinto asalto a la ciudad será un cuarentón en toda regla, igual de alto pero mucho más sabio.
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