Mucho ha llovido -más de 15 años, aproximadamente- desde que Dorian andaba mendigando de discográfica en discográfica la publicación de su primer trabajo. La historia ... es bien conocida porque ellos la han contado más de una vez: hasta 20 sellos les dieron con la puerta en las narices en sus inicios. Tres lustros después, los catalanes son una de las bandas imprescindibles en lo alto del cartel de los principales festivales de música indie del Estado.
Como reconocieron el jueves por la noche en el Escenario Verde, ya habían actuado en Vitoria y Bilbao, pero aún les faltaba incluir Donostia entre las muescas de su revólver sonoro. Un total de 5.000 personas -las mismas que horas antes había reunido Zahara en el mismo escenario- acudieron a la presentación de su quinto y último disco, 'Justicia Universal' (2018), que repasaron prácticamente en su integridad en ausencia de una lluvia siempre amenazante.
Bastó el inicio con 'La isla' y 'Noches blancas' para que quienes no les conocían se hicieran idea de lo que les aguardaba: una potente mezcla de guitarras eléctricas y sintetizadores con ecos de electrónica, new wave y rock siniestro. Era cerca de medianoche y la playa se oscureció más aún con la música y las letras oscuras de Dorian, cuyos cinco integrantes vestían de negro, no por casualidad.
La puesta en escena fue acorde a la de los grupos que acostumbran a encabezar los festivales de su género: carreras por el escenario, pedestales sobre los que hacer solos con amplitud de poses, gritos del tipo «¿Estáis con nosotros, Donosti?» ... Nihilismo y amor se mezclaron en temas antiguos como 'Verte amanecer', en la que Marc Gili cantó aquello de «Para qué creer en Dios / Si él no cree en nosotros». «Poneos cómodos porque despega la nave», anunció el líder antes de afrontar 'Algunos amigos' y 'Los amigos que perdí', conectadas ya desde el mismo título. En medio de ambas, el exestudiante de Filosofía presentó 'Hasta que caiga el sol', canción en la que plasma el eterno dilema entre libertad y seguridad.
Después llegaría la afilada arenga 'Justicia universal', introducida por el vocalista con un mensaje para los políticos que se pasan la vida echándose los trastos a la cabeza sin hablar del cambio climático, que para él constituye «el verdadero problema» en la actualidad. Mientras interpretaba un tema que incluye versos como «Tengo un abogado que conoce el oficio / Cobra una pasta, pero os va a sacar de quicio», un espectador achispado berreó irónica y estentóreamente: «¡Te van a dar el siguiente Nobel de Literatura después de Dylan!» Obviamente, el 'hater' exageraba y era demasiado severo en su juicio, pero no es menos cierto que los escribientes de Dorian tienen cierta querencia por el ripio fácil y a menudo, su música vuela muy por encima de sus letras. [Por cierto, la tonada incluye un llamamiento a «tomar las armas» que en otra época -o incluso hoy mismo- habría costado a más de un grupo vasco la visita a la Audiencia Nacional].
Abajo, el animado público permanecía al margen de estas disquisiciones y de todo lo que no fuera solazarse y bailar con canciones como 'Duele', 'Vicios y defectos' -que en el disco cuenta con la colaboración de la chilena Javiera Mena- y 'Cometas'.
Gili recitó solemnemente el estribillo de 'Arrecife' antes de interpretarla con guitarra acústica junto a sus compañeros y tras 'Señales', el último tema de su nuevo repertorio, activaron la traca final con una terna de hits coreadísimos: 'Paraísos artificiales', 'Cualquier otra parte' y, por supuesto, 'La tormenta de arena', que sonó en una versión larguísima dedicada tanto a su fans de siempre como a los recién incorporados a la familia Dorian.
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