«Mi personaje me ha permitido vivir una esquizofrenia maravillosa»
Martirio, cantante y actriz ·
Martirio y Chano Domínguez vuelven a aliarse para mezclar jazz, flamenco, copla y 'bolero filin' en un homenaje al cubano Bola de NieveDe todas las veces que ha venido a Donostia, María Isabel Quiñones, Martirio (Huelva, 1954), atesora un recuerdo imborrable del concierto que ofreció en el ... Jazzaldia de 1996 junto al pianista Chano Domínguez (Cádiz, 1960). «Era la primera vez que iba a un festival de jazz y fue muy especial», rememora la artista. Si entonces avanzaron el contenido del disco 'Coplas de madrugá' (1997), este mediodía volverán a reunirse para hacer lo propio con 'A Bola de Nieve', un futuro álbum centrado en la figura del célebre compositor e intérprete cubano (1911-1971).
- ¿Ya no se siente usted una extraña en los festivales de jazz?
- Me falta mucho, todo, por aprender, pero sí, ahora me siento más en un terreno que amo porque tengo más conocimiento, amor, escucha... Con ello no quiero decir que esté tranquila y confiada porque soy muy nerviosa y antes de salir a escena siempre me parece la primera vez en mi vida.
«Hoy quedaría patética con una olla a presión como peineta pero fue un tiempo fantástico»
«En el jazz, como en el flamenco, no cabe la mentira: hay que ir con la verdad absoluta»
- ¿Qué tiene el jazz de especial, según su opinión?
- Como intérprete me ha enseñado muchísimo, tanto sobre la forma de cantar como sobre la investigación de melodías. El jazz te enseña a distinguir cada instrumento y a saber qué aporta cada músico, ya sea en una formación inmensa como la de una big band o en algo más sutil como el dúo de voz y piano que llevaremos Chano y yo al Victoria Eugenia.
- El suyo un formato ciertamente desnudo...
- Sí, los dos nos tiramos a una piscina llena de emociones. He escuchado a muchas grandes del jazz y su secreto es que desnudan su alma, como ocurre en el flamenco, donde tampoco cabe la mentira: hay que ir con la verdad absoluta. Para una intérprete, ese es el verdadero reto. En estos momentos tan dispersos y materialistas que vivimos, si un artista logra conectar con su alma sobre el escenario, eso puede servir de espejo para el público y entonces afloran las emociones como un vendaval.
- ¿Por qué se fijaron en Bola de Nieve?
- Tuve la suerte de conocer el 'bolero filin' gracias a Marta Valdés y llevo con este proyecto en mente desde finales de 2017. Queríamos recrear el mundo de un intérprete genial que es conocido pero no tanto como nos gustaría. En el repertorio de la función hay bolero filin, jazz, copla y flamenco. Hemos elegido las que se podían adaptar a nuestro compás, así que suenan bulerías, soleares por bulerías... Ya sabes que a Chano el flamenco le sale toque lo que toque, y a mí también. Más que versiones, hemos hecho creaciones porque nos quedamos con el espíritu de Bola de Nieve para devolverle las canciones pasadas por nuestro filtro en forma de homenaje.
- ¿Habrá disco de este proyecto?
- Claro, seguramente lo lanzaremos en octubre. Suena nuevo, suena precioso, el piano de Chano no tiene parangón y creo que va a salir algo muy emocionante. Este disco será un nuevo reto y a mí los retos son los que me dan la vida.
- ¿Qué piezas figuran en el repertorio?
- 'Ay amor', 'No puedo ser feliz', 'Duerme negrita', 'El manisero', 'Alma mía', 'La vie en rose'... Hay temas del repertorio cubano y también otras canciones propias de México, Argentina o Francia, porque a Bola le gustaba cantar cosas de cada sitio que visitaba. En 1947, por ejemplo, estuvo en España y actuó con la compañía de Concha Piquer. Hay temas sobre el amor y el desamor, pero también alegría y mucho humor...
- ¿Van alternándolos para hacer más llevadera la función?
- No, no. Cuando se crea un estado de introspección hay que llegar al fondo y a lo mejor luego te pegas una 'jartá' de reír y haces una fiesta, pero yo no creo mucho en el llora-ríe, llora-ríe... No me gusta romper el estado de conexión conmigo misma aunque tampoco quiero que sea un concierto-terapia. Lo que procuramos hacer es trazar una línea amorosa que tenga sentido: te enamoras, estás con la ilusión, luego todo se desvanece, no puedes dejar de pensar en la otra persona, te curas, te levantas otra vez, empiezas de nuevo... Dedico el concierto a todos los corazones estremecidos.
- ¿Qué queda de la «folclórica punki y libertaria» de sus inicios?
- Fue una época de eclosión, color, desahogo, ironía y diseño. Convertí mi peineta en una especie de antena parabólica, fue una cosa muy hermosa y estoy muy agradecida a la vida por haberme dado la oportunidad de interpretar un papel creado por mí misma, de no haberme vendido nunca, de no haber abandonado la música popular, de haber investigado muchas cosas distintas sin quedarme en algo que me diera el éxito, de haber colaborado con 45 figuras de todo el mundo... Nunca he pensado que he llegado a la meta porque yo no tengo metas, tengo una escalera. Sigo con libertad, y eso es lo importante, siempre he hecho lo que he querido sin plegarme a ninguna imposición y eso es un logro para una artista. No he amasado una fortuna pero tengo lo suficiente para vivir y pensar que sigo aprendiendo: ese es el motor vital que me mantiene en pie.
- Lleva más de 30 años en la música. Hace poco el reportaje de una revista decía de usted que fue «un personaje sofisticado y perseverante para el que España no estaba preparada en 1986», año del inicio de su carrera. ¿Se sintió incomprendida o los vientos de cambio le fueron favorables?
- Realmente, la época era propicia para los cambios. Estamos hablando de un tiempo en el que se estaban rompiendo muchos esquemas y, además, había muchas televisiones en las que mostrar todo tipo de música. Antes todas las tribus tenían su espacio, algo que hoy no sucede: lo único relacionado con la música son los concursos y eso es nefasto. Yo creé un personaje con el que mucha gente se sentía identificada, personas a quienes les gustaba tanto la tradición como la vanguardia o el rock al mismo tiempo. Es verdad que había puristas de la copla que quizá no me entendieron porque la mía era una propuesta muy rompedora, pero en mi trayectoria posterior, desde entonces y hasta hoy, he demostrado el amor y el respeto que le tengo a la copla. Además, también he elegido las canciones que podía suscribir, aquellas que no eran contrarias a mi condición de mujer, temas muy feministas. Siempre he sentido un profundo amor por la música y la libertad.
- Sigue luciendo gafas oscuras, pero desde hace un tiempo su peineta es mucho más discreta. ¿Llegó a sentir miedo de que Martirio devorara a María Isabel?
- La peineta de ahora es más discreta y elegante, más adecuada a la edad que tengo. Hoy no me puedo poner una olla a presión como peineta porque quedaría patética, aunque aquel tiempo fue fantástico. Mi personaje no me ha devorado porque lo he creado yo y me ha permitido vivir una esquizofrenia maravillosa. Por un lado, he encarnado a un personaje que al vestirse de un determinado modo me ha permitido sacar una parte absolutamente distinta de mí que tiene mucho que ver con el teatro, y por otro, he podido ser una persona a pie de calle porque sin gafas ni peineta no me reconoce nadie. Eso me ha ayudado a tener siempre los pies en el suelo.
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