Pepe Esteban, Antonio García, José Ángel Mercader y Dani Sánchez son Arde Bogotá. MÓNICA FIGUERAS
Antonio García | Cantante y guitarrista de Arde Bogotá

«El punto de inflexión fue cuando la banda empezó a pagar el alquiler»

El rock de autopista del grupo murciano subirá las revoluciones del escenario Keler hoy (21:00) con su nuevo 'Cowboys de la A3'

Carlos Rodríguez Vidondo

San Sebastián

Domingo, 23 de julio 2023, 02:00

Nunca antes han estado en la capital guipuzcoana, ni por ocio ni por oficio, pero Arde Bogotá saben a dónde vienen. «En el Jazzaldia hay ... que estar a la altura», dice Antonio García (Cartagena, 1995), vocalista y guitarrista de la banda murciana que, tras el lanzamiento de su segundo disco 'Cowboys de la A3' experimenta lo que es vivir en la cresta de la ola. Aunque no siempre sea fácil de asimilar. Su concierto de hoy (21 horas) en el escenario Keler de la Zurriola corrobará el por qué de su gloria en las alturas con altas dosis de distorsión.

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– ¿Qué les parece eso de venir a tocar a un festival de jazz?

– El otro día estaba en clase de canto y mi profesora me preguntó qué teníamos programado este mes. Cuando le dije que tocábamos en el Jazzaldia me contestó: '¡Pero Antonio! ¿Dónde vais?'. Y es que ves el cartel lleno de figuras espectaculares y de repente nosotros ahí... así que me dijo que tenía que cantar muy bien (ríe). Haré lo que pueda.

– Bueno, no todo es jazz, también han estado los Village People.

– No, claro, si es un cartel con un punto ecléctico muy guay pero, sin desmerecer a cualquier otro festival, el Jazzaldia es uno en el que el público tiene un apetitito muy concreto por ver buena música bien interpretada. Hay que estar a la altura.

– Ayer actuaron Viva Suecia, vecinos murcianos de Arde Bogotá. ¿Qué relación les une?

– Son muy buenos amigos, aparte de ser una banda a la que idolatramos. Con nosotros hacen un papel importante de cierto tutelaje cuando lo necesitamos y siempre podemos acudir a ellos cuando lo necesitamos.

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A la altura

«Sin desmerecer a otro festival, el Jazzaldia es uno en el que el público tiene un apetito muy concreto por ver buena música y bien interpretada»

– ¿Y qué está ocurriendo en Murcia que factura tanta y tan buena música?

– Pues no lo sé, supongo que será cosa de que se ha ido creando un buen caldo de cultivo con muchos sitios para tocar y un par de festivales que han motivado a mover la escena. Es una combinación de muchos factores que ha dado como resultado que los chavales queramos ser músicos.

– Hace tiempo que salió de Cartagena en dirección Madrid por la autopista A3. Usted la conoce bien.

– Sí, tampoco como para hacerla con los ojos cerrados pero sí. El resto del grupo sigue viviendo en Cartagena, pero yo me vine a trabar a Madrid en el 2019 y desde entonces ya me he quedado. Así que de eso trata el disco, de estar siempre de arriba a abajo para cuadrar los ensayos en el local y la composición de los temas. Hay temporadas en que toca estar allí y otras en las que da igual dónde estés porque hay que estar en todas partes, que es en la que estamos ahora.

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– Aunque sigue la línea del anterior, este 'Cowboys de la A3' ha supuesto un pelotazo, ¿no es así?

– Lo he sentido así, sí. Creo que la banda ha ganado repercusión tras la salida de este álbum de una forma sorprendente y supongo que es el crecimiento lógico de las cosas. Cuando sale el primer disco no hay nadie al otro lado, pero cuando sale este ya están ahí todas las personitas que han estado apoyando desde al trabajo anterior y que estaban esperando. Eso ayuda a hacer un efecto llamada y que todo se difunda, sumado a que estamos haciendo mucho trabajo de tocar en diferentes sitios. ¡Ojalá también sea porque las canciones son buenas!

– Y en lo personal, ¿cómo lleva eso de verse en todos lados?

– Bueno pues estoy en ello, si te digo la verdad... Porque todo lo que ocurrió durante el camino del primer álbum siempre me pareció que estuve preparado para ello, pero ahora con la salida de este disco han pasado cosas sobre todo positivas que me han dejado descuadrado. No sé a qué atenerme ni cómo gestionarlas, pero estoy en ello. Supongo que cuando pasan cosas tan maravillosas como que haya tanta gente viniendo a los conciertos, también conlleva un periodo de asimilarlo.

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– Es un poco el precio a pagar.

– Sí, el estar más expuesto, que haya más gente hablando de ti y de tu trabajo... Ganar repercusión implica que va a haber mucha gente al otro lado y es algo que he notado. Impresiona un poco.

– Porque usted ejercía como abogado, ¿en qué momento supo que tenía que decidir entre uno u otro camino?

– Me di cuenta con bastante tiempo de antelación, porque el proyecto empezó a subir muy rápido y en los primeros momentos ya era visible que iba a ser imposible compaginarlo con cualquier otra cosa. Lo que pasa es que el proyecto ganaba en responsabilidades pero no se reflejaba de manera similar en un rendimiento económico. Nuestro punto de inflexión fue cuando la banda empezó a podernos pagar el alquiler, fue entonces cuando dejamos los curros.

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– Lo canta en 'Tijeras': en cuanto empezara a funcionar, se quitaba la corbata. ¿Nunca le entraron las dudas?

– Es complicado compaginar una banda de música con cualquier otro trabajo, pero yo personalmente tenía un empleo muy exigente. Era una barbaridad trabajar tantas horas a ese nivel y luego salir a tocar. Evidentemente hubo un momento de colapso. Fue una decisión difícil de tomar, sobre todo en el cómo y el cuándo me voy a ir del curro, pero fue fácil porque era muy lógica. Lo retrasé hasta que ya fue inevitable y, cuando te plantas en ese punto, es algo que te pide el cuerpo. Era eso o reventar.

Asimilar el éxito

«Con el primer disco siempre me vi preparado, pero con este han pasado cosas que me han dejado descuadrado. No sé ni cómo gestionarlas»

– La autopista de este disco parece recorrer las etapas del duelo tras una relación: desde la agresividad de 'Los Perros' hasta la asimilación de 'La Salvación'.

– La verdad es que no lo planteé así, pero no eres el primero que me dice que ve esa línea narrativa y me parece guay. Para mí hay canciones que sí hablan de relaciones amorosas, pero otras que parten de otras experiencias, por ejemplo, 'Los Perros' se refiere a esta decisión de la que hablamos de cambiar de vida y saltar al vacío. Pero soy partidario de no explicar demasiado las letras para que puedan amparar muchas cosas.

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– En 'Escorpio y Sagitario' se rebela contras las 'red flags' del zodiaco.

– Es que el horóscopo no puede ser un drama. Tiene cierta ironía sobre las incompatibilidades que uno puede echarse a la cara cuando conoce a alguien, pero como metonimia de todo en general. Con ese tono festivo mandamos a la mierda el horóscopo para reinar sobre el cosmos (ríe). De todas formas yo soy sagitario y el bajista es escorpio, así que nos metemos mucho con él porque dicen que son los peores.

– Peugeot, Nissan, Renault Megane, Land Rover Fighter, Seat 600... ¿Qué tienen con los coches?

– Quería experimentar con la simbología que existe alrededor de los viajes, así que reflejé algunos coches que han sido importantes en mi vida. Como el Nissan Primera del 2002, que era el que mi padre nos pasó a mí y a mis hermanos cuando nos sacamos el carnet y que fue sinónimo de mi primera independencia. Pero también otros que no existen, como el Land Rover Fighter (como oposición al modelo Defender).

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– ¿Le gusta conducir?

– Cada vez menos (ríe). Cuando estaba en el despacho conducía mucho a Cartagena para juntarme con la banda y hacía locuras como viajar a deshoras mientras trabajaba... Conduje bajo mucho estrés, así que le cogí manía.

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