Acuarela americana con arcoíris final
Jazzaldia 2019 ·
El saxofonista Charles McPherson dio otra lección de veteranía en plena forma con clásicos estadounidenses. Toquinho, Sílvia Pérez Cruz y Javier Colina se conjugaron para ofrecer un cálido y emotivo colofón en la TrinidadDespués de tantas noches en que la lluvia se convirtió en indeseada presencia y protagonista excesiva, la jornada final de esta 54 edición con el ... colofón en la plaza de la Trinidad, tuvo por fin un tono relajado y placentero, más allá de la música. Sin respingos ni chubasqueros, y con un sol que por fin aparecía al atardecer, mostrando la mejor cara del emblemático escenario del Jazzaldia, y aportando el decorado adecuado a las músicas cálidas y acogedoras que iban emanar del escenario.
Antes de comenzar, Miguel Martín, director del festival salió al escenario a decir unas palabras, que casi fueron un manifiesto: «En nombre de todos los músicos que han pasado por este escenario, y de la organización, quiero transmitirles un mensaje de agradecimiento por el comportamiento ejemplar que el público ha tenido durante esta edición», en referencia al estoicismo, aguante e implicación con que los espectadores han sobrellevado, sin rendirse, las jornadas de lluvia que ha vivido la Trinidad. Y hubo emoción en su voz cuando proclamó firmemente: «¡Viva la plaza de la Trinidad y su público!». Por si alguien tenía duda de que esta plaza es imprescindible en el Jazzaldia, 'Come Rain Or Come Shine', como decía la canción. O sea, venga lluvia o venga sol.
La plaza aparecía llena, porque las entradas estaban agotadas desde hace tiempo. Charles McPherson es un valor seguro para una perfecta velada de jazz clásico, pero además el atractivo que planteaba la segunda parte del programa era múltiple: uno de los grandes nombres de la siempre subyugante música brasileña, Toquinho, con una de las voces con más personalidad y más innovadoras surgidas en España en lo que va de siglo, Sílvia Pérez Cruz, acompañados por Javier Colina al contrabajo. Infalible fórmula.
La combinación de los dos platos finales era perfectamente complementaria para viajar de una América a otra. El saxofonista de Michigan Charles McPherson acaba de cumplir los 80 años, es de los que tiene el saxo pelado de recorrer mundo, liderar bandas señeras y colaborar con muchos nombres históricos, de Charles Mingus y Art Farmer a Kenny Drew y hasta Clint Eastwood, en aquel concierto que montó el cineasta bajo el nombre de 'Afterhours'.
A diferencia de Houston Person la noche anterior, más dulce e intimista, McPherson se embarcó desde el comienzo en un bebop agitado y excitante, que comandaba con viento fogoso en su saxofón, magníficamente secundado por Bruce Barth al piano, Mark Hodgson al contrabajo y Stephen Keogh a la batería. Comenzó con temas personales y hasta biográficos: «Esta canción la compuse cuando mi hija tenía cuatro años y jugaba con una muñeca», explicó antes de acometer 'Marionette'. Al final reveló: «Mi hija ya tiene 27 años y se ha convertido en una bailarina». No solo se mostraba efusivo en sus intrincados y veloces solos, también estuvo especialmente locuaz en la primera parte. Tanto que se animó a explicar la hermosa y triste historia de Eden Ahbez, el autor de 'Nature Boy', que compuso tan sublime canción después de viajar por el mundo y vivir casi en la indigencia. Cuando le quisieron pagar los ingresos de la canción, los repartió entre otras personas. La lección ya estaba en la letra de la canción: «Todo lo que tienes que aprender es a amar y ser amado». Con cuestiones del amor continuó McPherson, aunque su versión de 'What Is Thing Called Love' fue casi irreconocible, convertida en una trepidante carrera que mostró la agudeza y virtuosismo del pianista y el contrabajista. También 'Spring Is Here', tan oportuna en el estupendo atardecer soleado que se había quedado, demostró hasta qué punto McPherson hace suyos los clásicos, y las posibilidades de su 'saxo saltarín', como rezaba el título del tema con el que se despidió, después de detenerse un poco en la balada 'A Tear and a Smile'. En el bis, juguetón y sonriente, se marcó una nota final continua durante casi un minuto, dominando por completo la técnica de la respiración circular. La ovación fue espectacular, y no solo por esa pericia, sino por un concierto intensísimo.
Toquinho entró al escenario tocando ya la guitarra desde la escalera, y con una sonrisa enorme. Hizo primero un set en solitario, en el que recordó con gracia a Vinícius de Moraes, «le gustaba mucho beber y me decía que la bebida era el mejor amigo del hombre, el perro embotellado», relató el músico brasileño arrancando risas entre el público, e interpretando 'Saravá'. También recordó a los «maestros de la guitarra», haciendo una auténtica exhibición con las seis cuerdas. Y se lanzó a cantar una apresurada 'Acuarela', uno de sus temas más populares.
Salió Javier Colina, que fue recibido con una ovación, y ofrecieron la siempre emocionante 'Manha de carnaval' de la película 'Orfeo negro'. Sílvia Pérez Cruz se sumó y de momento el trío hizo solo un aperitivo brasileño, antes de que la cantante y el contrabajista iniciaran una tanda de complicidad total, con bromas y cariños entre ellos incluidos, con 'Ella y yo' y 'Ya no me quieres'. También hubo revelaciones al público, que celebraba cada canción con entrega total. «He comido en una sociedad por primera vez», dijo ella. Otra preciosidad, la versión de 'The Sounds of Silence', dio paso a 'La tarde' de Sindro Garay. Y en el momento de cerrar esta crónica, los tres se unían de nuevo de la mejor manera posible, con un homenaje a Joao Gilberto y su 'Basta de nostalgia'.
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