Agustin Ibarrola, junto a varias de sus obras. M. Salguero

Ibarrola, compromiso con la libertad, el arte y la naturaleza

El creador vasco que fundió su obra con el paisaje cumple 90 años en su caserío de Vizcaya, frente al legendario Bosque de Oma

Martes, 18 de agosto 2020, 00:59

Antes de que el 'Land art' fuera un concepto familiar, Agustín Ibarrola había fundido su arte con la naturaleza. El pintor y escultor vasco, el bondadoso elfo con txapela y bigote que transformó el bosque de Oma, cumple hoy 90 años batallando con su memoria. En buen estado físico, según su familia, mantendría vivo el impulso creativo que le llevó a colorear los pinos del Valle de Oma, en Kortezubi (Vizcaya), donde está el caserío en el que vive este batallador por la libertad en la vida, la política y el arte que se instaló allí con su mujer, Mari Luz, y sus hijos tras la muerte de Franco.

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José Ibarrola hijo, también artista e ilustrador, explica estos días que su padre se encuentra «bien y activo» a pesar de la demencia senil que padece desde hace año y que le mantiene retirado de la vida artística y social frente a los idílicos parajes que intervino entre 1982-1991. «Aún está convencido de que puede seguir creando, por lo que mantiene la disciplina de ir al estudio todas las mañanas y de intentar hacer cosas», precisa su hijo.

Nacido en Bilbao en 1930, con 17 años inauguró en una galería de Bilbao su primera exposición. El «aldeanito», que así se llamaba a sí mismo, no tenía dinero para lienzos y mostró unas sábanas pintadas. Logró una beca para estudiar en Madrid con el pintor Daniel Vázquez Díaz, su referente entonces junto a Aurelio Arteta. Sería un cambio determinante para un mozo que dejó la escuela a los once años.

Tras una estancia en Formentera, inopinado refugio de perseguidos del franquismo, saltó a París tras la estela de las vanguardias. Llegó en autoestop, sin saber una palabra de francés y se integró en el Equipo 57, que aglutinó a artistas exiliados como Ángel y José Duarte y Juan Serrano, Jorge Oteiza y Néstor Basterretxea. Fue determinante la estancia del grupo en Dinamarca, donde estuvieron un año firmando obras colectivamente. De vuelta a España estuvo encarcelado en Burgos de 1962 a 1965 y entre 1967 y 1973. De aquella época es el movimiento Estampa Popular. Con la vuelta de la democracia, «rebaja su afán militante y recupera el espíritu del Equipo 57, las formas abstractas aunque desde entonces más expresivas», recuerda su hijo. Pinta traviesas del ferrocarril y descubre la madera a la intemperie como soporte, partida de su retorno a la naturaleza que culminaría en Oma.

Heterogéneo

La libertad fue entonces y siempre su causa. Para denunciar a la dictadura franquista hace más de medio siglo, y luego la persecución etarra contra quienes no comulgaban con el nacionalismo totalitario y sus ejecutores terroristas. Militante del PCE, soportó el acoso de la ultraderecha que quemó su primer caserío en Gametxo en 1975. Un cuarto de siglo después llegaba el ataque etarra a su obra más icónica. Autor del logotipo del Foro de Ermua, fue Ibarrola uno de sus impulsores más visibles, lo que le obligó a vivir escoltado entre 2000 y 2012 por su denuncia del terrorismo y su apoyo decidido a las víctimas. La misma libertad ha sido su seña en el campo del arte, un largo viaje con períodos impresionistas, expresionistas y racionalistas, hasta desembarcar en 'Land art' o arte natural, una etiqueta que Ibarrola acepta de mala gana. Su hijo dice que es un creador «muy difícil de clasificar» y «fronterizo» cuya máxima es que el arte «debe estar al servicio de la sociedad».

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«Las obras también deben estar en los museos, pero la gente debe sentir que es propietaria de la cultura y del arte, y no pensar que eso es cosa de los entendidos y que deben estar en un altar, lo que son en el fondo los museos», decía el propio creador, responsable además de intervenciones como 'Piedras y árboles' (1999), en Allariz (Ourense); 'Los cubos de la memoria' (2001-2006), en el puerto de Llanes (Asturias); las 'Traviesas del Ruhr' (2002), en Bottrop (Alemania), o las 'Piedras pintadas en Garoza' (2005-2009), Muñogalindo, (Ávila). También de monumentales esculturas en acero, con traviesas de ferrocarril, madera o cartón, y de numerosas piezas donadas en homenaje a las víctimas de ETA.

La Sala Rekalde de Bilbao repasará en octubre la obra de Ibarrola en una muestra que prepara su hijo. «Quiero explicar que Oma no lo ha pintado un gnomo salido del bosque y que no es un parque de atracciones», plantea. Reivindica que aquella acción que coloreó 1.000 árboles en un espacio de 40.000 metros cuadrados «tiene un sentido en la investigación sobre las formas». «Es su lenguaje, su abecedario, el que está impreso en sus obras», explica.

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