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Un viaje en tren desde Baiona hasta fin de trayecto viendo ríos, pastos, montañas altas y redondeadas, y a sus gentes. A caballo entre Francia ... y España, enclavada entre los Pirineos y el Golfo de Vizcaya, la tierra «tan orgullosa de su belleza salvaje, a menudo fantaseada y rodeada de una bruma mística» es la que la incansable viajera, fotógrafa vocacional y profesora norteamericana Anne Rearick (Caldwell, Idaho, 1960)ha retratado durante todo un año viviendo en Iparralde. «Gracias a la beca Fulbright he podido pasar un año entero fotografiando la región», explica la propia Rearick sobre las obras que conforman 'Gure bazterrak' –hasta el próximo 17 de enero en la sala antigua de la Casa de Cultura de Okendo–.
Fue en 1990 cuando la estadounidense, colaboradora habitual en consolidados medios internacionales –Vanity Fair o The Washington Post entre otros– y cuya obra ha sido reconocida con galardones como el Roger-Pico y el Guggenheim Fellowship Prize, optó por viajar hasta Ipar Euskal Herria. «Decidí bajarme en Donibane Garazi para fotografiar tanto la cotidianidad de sus habitantes como la de sus pueblos colindantes», relata la autora de la muestra, que desde joven está «estrechamente» ligada a la cultura vasca. «Ya de niña en Idaho, había una importante población vasca a mi alrededor. Recuerdo que me llamaban especialmente la atención los festivales que se celebraban en Boise, la capital, de música y danza vasca», recuerda sobre su primera toma de contacto con el folklore euskaldun al que acabaría dedicando tres décadas de trabajo, tomando cantidad de vuelos transoceánicos para instalarse en Saint-Jean-Pied-de-Port.
Título: 'Gure bazterrak', Anne Rearick.
Organiza Médiathèque de Biarritz, VU' L'Ágence y Donostia Kultura.
Lugar: Sala antigua de Okendo K.E.
Fecha: Hasta el 17 de enero.
La convivencia diaria con las gentes de Iparralde impresionaron a la fotógrafa que, aún ensimismada, recuerda «la generosidad y la amabilidad de las personas que conocí durante mi estancia allí. Desde mujeres que trabajaban para el periódico del sindicato agrícola hasta propietarios de cafés, granjeros o maestros de escuela», cuenta acerca de todas aquellas personas que fueron apareciendo por el camino, y a las que ella, «siempre cámara en mano», fue retratando. Al mismo tiempo, «iba forjando una apertura del tiempo y el espacio que no había percibido ni visto antes en los Estados Unidos».
La exposición «de raíz» instalada en Donostia recorren «mi historia de amor de casi 35 años con el pueblo y la cultura vasca», sin que resulte un trabajo documental como tal:«Mis fotografías no son estrictamente de carácter documental. No pretendo representar en imágenes la historia vasca, sino más bien, instantáneas que reflejen la conexión de las gentes del pueblo con el lugar, con el propio espacio natural. Me interesa la belleza, en todas sus manifestaciones», relata la estadounidense acerca de su trabajo pictórico.
En la presentación de la exposición, la propia Rearick declaró que «aquí el tiempo parece haberse detenido». Confiesa, asombrada, «no recordar dónde hizo tal declaración», pero reconoce que, «durante mi estancia en el País Vasco experimenté una relación diferente con el tiempo. Es más, se ralentiza cuando estoy fotografiando», añade sobre la presencia y el gran protagonismo de la cotidianidad, una constante en su obra fotográfica. «Por supuesto que hay belleza en la vida cotidiana», afirma rotunda. «Prácticamente, el 90% de la fotografía es estar presente y abierto al mundo que te rodea», considera la estadounidense, que acostumbra a retratar escenas de lo más sencillas: «Un simple jarrón de flores en una mesa o un joven lavando a su vaca en una feria».
Rearick, que lleva en activo más de 30 años y su obra forma parte de grandes colecciones públicas, internacionalmente reconocidas, sigue aún sin «considerar que la fotografía sea una carrera como tal», no obstante, dice estar «agradecida por haber descubierto un medio que me ha permitido conocer personas y lugares que nunca hubiera tenido la oportunidad de conocer sin una cámara en mi mano. La fotografía es un regalo, una forma de definirme y de saber quién soy con solamente retratar a un sujeto», concluye.
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