Los Gure Artea 2020 unen a tres generaciones de la cultura vasca
El escultor Pello Irazu, la artista audiovisual Laida Lertxundi, y el dinamizador y divulgador Leopoldo Zugaza son los galardonados de este año
El escultor Pello Irazu (Andoain, 1963), la artista audiovisual Laida Lertxundi (Bilbao, 1981) y el gestor, promotor y divulgador cultural Leopoldo Zugaza ( ... Durango, 1932) han sido galardonados con los Premio Gure Artea 2020, considerados los galardones más importantes de Euskadi en Artes Plásticas. Con el fallo del jurado presidido por el profesor de la UPV/EHU Mikel Onaindia, los Gure Artea de este año reconocen las trayectorias de tres vascos pertenecientes a tres generaciones diferentes, unidas por el hilo de la Historia, tal y como el propio Zugaza se encargó de destacar.
La concesión de estos galardones se ha hecho pública hoy, en un acto celebrado en el Museo donostiarra de San Telmo, al que han asistido el consejero de Política Lingüística y Cultura, Bingen Zupiria; el viceconsejero Joxean Muñoz; la directora del centro, Susana Soto, además de las tres personalidades distinguidas y el presidente del jurado. La entrega tendrá lugar en otoño en el Guggenheim bilbaíno.
El objetivo de los Gure Artea, dotados con 18.000 euros de premio, es «reconocer el trabajo de artistas, creadores y agentes culturales, y hacerlo más visible, es decir, reconocer y dar a conocer», señaló Zupiria durante el acto.
Irazu, uno de los representantes principales de la renovación de la escultura vasca acometida en los años ochenta bajo el influjo de Jorge Oteiza, ha recibido el premio por su trayectoria artística, mientras que Lertxundi ha visto reconocida su actividad creativa y Zugaza, en homenaje a su impulso a las artes visuales en una carrera que se ha desarrollado a lo largo de seis décadas y que con el libro y la edición como ejes centrales, ha crecido en diferentes direcciones y distintos ámbitos.
El propio fundador del Photomuseum de Zarautz –padre del director del Bellas Artes bilbaíno, Miguel Zugaza–, quiso aprovechar el acto para reivindicar la labor realizada por sus coetáneos «que trabajamos en aquellos momentos en los que no había nada que hacer», y cuyas voces ha instado a «escuchar y atender. «Aquella gente apostó por este país hace cincuenta años», dijo Zugaza y en referencia a los otros dos premiados, añadió que «son fruto de aquellas miserias y de aquel tiempo». Una época en la que Zugaza fue miembro fundador de la Asocación Gerediaga en 1964, desde la que al año siguiente se puso en marcha la Feria del Libro y del Disco Vasco de Durango. Además del Photomuseum de Zarautz, tambiuén fundó el Museo de Arte e Historia de Durango, la revista Gaiak o el Instituto Bibliográphico Manuel de Larramendi.
De Zugaza destacó Mikel Onaindia su implicación «en todas las fases de la cadena de la creación artística» a partir del libro y del mundo de la edición, que aprovechó para «divulgar las obras de los artistas vascos de vanguardia». En este sentido, destacó las «cuidadas publicaciones» que han acompañado cada exposición y producción en las que ha trabajado.
Peio Irazu se mostró «feliz, contento y honrado» con el el galardón, que consideró un «reconocimiento a un trabajo que ya está reconocido» en cada exposición en la que «te has vinculado a lo social y lo social te ha respondido». El artista andoaindarra reconoció que «la situación actual es complicado», diez años después de que la anterior crisis económica sumiera al sector en una situación «terrible» de la que salió «destrozado». Y añadió que «cuando empezábamos a sacar la cabeza, ha venido el Covid y nos la ha vuelto a cortar», devolviéndolo a una situación de «precariedad» que, por otra parte, «siempre existirá porque está cinvulado al riesgo. Ahora compartimos esa precariedad con la sociedad», apuntó.
Irazu cuenta con obra en el San Telmo, Guggenheim, Artium, el Bellas Artes de Bilbao, el Reina Sofía, el MACBA y en la sede del Banco Central Europeo, así como en centros de Chicago o San Diego. Su obra se ha podido contemplar en los principales centros expositivos del País Vasco –como el Koldo Mitxelena donostiarra– hasta su retrospectiva de hace tres años en el Guggenheim. A su estancia de varios años en Nueva York durante los noventa, le siguió un regreso a Bilbao en 2000 en la que abrió una nueva etapa en su trayectoria, con la transformación mediante intervenciones de sus fotografías o la invitación a cuestionarse la materialidad de algunas piezas, mediante su reproducción en soportes en principio que desde la perspectiva del espectador resultan 'ajenos' al propio objeto.
En cuanto a Laida Lertxundi, que tras una larga estancia en California regresó a Bilbao en mayo del pasado año y desde octubre reside en Donostia, se reencuentra ahora con el paisaje y el paisanaje –artístico– vasco. Responsable hasta ahora del Área de Creación de la Zine Eskola Elías Querejeta de Tabakalera, Lertxundi trabaja a partir del vídeo y la escritura para apropiarse de formatos tradicionales del cine con el objeto de lanzar una crítica sobre el séptimo arte. De las islas Lofoten al desierto californiano, pasando por las montañas del País Vasco, en su obra se filtran los influjos de Agnès Varda o de la escritora Chris Kraus. Sus obras se han podido ver en el MoMA de Nueva York, el Matadero de Madrid, Tabakalera, Azkuna Zentroa o Filmoteca Española. Sobre el galardón, Laida Lertxundi explicó que supone «un impulso muy grande» en este momento de «retorno a mi tierra y reencuentro con mi paisaje».
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