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Garbiñe Insausti: «Las máscaras proporcionan una comunión total con el público»

Garbiñe Insausti: «Las máscaras proporcionan una comunión total con el público»

La Cofundadora y actriz de Kulunka, la compañía guipuzcoana que triunfó el lunes en los Max y que en sus ocho años de vida ha actuado en 30 países

Borja Olaizola

SAN SEBASTIÁN.

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Sábado, 23 de junio 2018, 09:59

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Diecisiete máscaras, un escenario y tres actores que no hablan en toda la función. Con esos mimbres la compañía guipuzcoana Kulunka ha puesto en pie 'Solitudes', una obra que se ha llevado esta semana los Premios Max al mejor espectáculo y a la mejor composición musical. Garbiñe Insausti (Hernani, 1981), la cofundadora de Kulunka, ha visto recompensada la audacia de su planteamiento con un reconocimiento a una propuesta singular. «Las máscaras proporcionan una comunión total con el público», sostiene la artista.

- Además de autora de teatro y actriz, moldea máscaras, compone música y llegó a sacar un disco como solista. ¿Es usted una mujer renacentista, como le definía uno de sus compañeros de Kulunka?

- (Risas) Es verdad que desde pequeña tuve inclinaciones artísticas. Aunque en casa no hay nadie que se dedique al teatro, mi madre siempre me dio libertad y me animó a seguir mi vocación. El teatro me llamó desde muy pequeña y me apunté a todos los talleres que había en la ikastola o en el instituto. Cuando me llegó la hora de tomar una decisión sobre los estudios no dudé y además tuve la suerte de que mis padres me apoyaron para irme a Madrid a estudiar arte dramático con 17 años.

«Para un actor es una gozada poder hacer papeles diferentes en una misma función»

«Desde el principio nos propusimos hacer una historia convencional con inicio, nudo y desenlace»

«Pensamos que en Nepal no iba a funcionar una historia de una sociedad acomodada, pero resultó»

- Pero la música también le tentaba. ¿En qué disciplina se siente más cómoda?

- Hubo una época en que me interesó y me atreví a probar con la canción, soy de las que se tiran a la piscina sin saber si hay o no agua. Sin embargo, mi verdadera vocación es el teatro. Me formé en la Real Escuela Superior de Arte Dramático, es lo que más he cultivado y a lo que más tiempo he dedicado. Lo de la música ha sido algo complementario que nunca me ha abandonado, pero lo que más me ha hecho crecer es el teatro.

- La música tiene un papel importante en las obras de Kulunka.

- Como nuestras dos primeras obras son espectáculos en los que no hay textos, la música desempeña un papel capital porque ayuda a contar la historia; es casi un protagonista más. Ahora bien, yo no soy la compositora. En 'André y Dorine' el autor de la música fue Yayo Cáceres, que llegó a ser finalista de los Max hace unos años, mientras que la partitura de 'Solitudes', que finalmente se ha llevado este año el Max a la mejor composición, es de Luis Miguel Cobo.

- Antes de fundar hace ocho años Kulunka trabajó en otras compañías. ¿Llegó un momento en que sintió la necesidad de tener su propia voz?

- Todo es enriquecedor, también defender y ponerte al servicio de otros proyectos que no parten de tí. Pero es verdad que soy muy inquieta, que no soy de las que se quedan esperando a que les llamen y que siempre he tenido ganas de contar cosas. José Dault y yo, que fuimos los que fundamos Kulunka, nos conocimos trabajando en otra compañía y empezamos a gestar la idea de contar una historia de amor en la vejez. Era un sueño muy pequeñito y fuimos creando un equipo con Iñaki Rikarte, con Edu Cárcamo, con Rolando San Martín ... Y nos lanzamos a la aventura sin saber muy bien si había agua o no en la piscina.

- ¿Por qué se decantaron por una apuesta tan arriesgada como el teatro de máscaras y sin diálogos?

- Fue una decisión intuitiva, nosotros no teníamos experiencia en el lenguaje de las máscaras. En la escuela de arte dramático se toca un poco la comedia del arte, pero es un código distinto a pesar de que se usa la media máscara. Cuando empezamos a dar vueltas a la idea de contar una historia universal como la de una pareja de ancianos sobre la que planea la sombra del alzheimer tuvimos la intuición de que el lenguaje tenía que ser también universal. Partimos de cero y fuimos aprendiendo a hablar en un nuevo lenguaje. Al mismo tiempo hacíamos equipo porque era la primera vez que trabajábamos todos juntos. Crear ese grupo de gente, todos muy talentosos y con un compromiso fuera de lo común que al final se ha convertido en nuestra familia, fue a la vez nuestro mayor acierto.

- Diseña también las máscaras. ¿Cómo las hace?

- Son de resina de poliuretano. Primero hay que darles forma en arcilla y luego se hace un molde en silicona con una carcasa de escayola. Cuando la resina fragua y se endurece solo queda decorarla.

-¿ Cuántas máscaras utilizan en cada función?

- En 'André y Dorine' son 14 y en 'Solitudes' son 17. No son las mismas, ha habido una evolución.

- Los que son los mismos son los actores, que se van intercambiando las máscaras.

- Sí, somos siempre tres actores, José Dault, Edu Cárcamo y yo. Una de las ventajas que te ofrece la máscara es que puedes jugar diferentes roles, meterte en muchas pieles. Sin máscara es más difícil generar esa convención. Para un actor es muy placentero poder hacer roles tan diferentes en una misma función, es una gozada.

- Hay quien diría que la máscara es una muralla entre el rostro del actor y el público.

- Ocho años después del estreno de 'André y Dorine' hemos podido confirmar que la máscara no ha sido un impedimento, sino todo lo contrario. Es una manera de llegar muy directa, una forma de generar emoción en el público sin ningún filtro. También es verdad que el espectador se convierte en alguien muy activo porque completa el texto que no se dice y pone rostros de su propia biografía en esas máscaras.

- ¿Hay una mayor complicidad con el público que en el teatro con diálogos?

- La comunión que surge con los espectadores en nuestras funciones es total, yo no la he sentido tan fuerte en otras obras. Al terminar el público se te acerca para decirte 'gracias por contar estas historias que las siento como propias porque me identifico con lo que sucede y con los personajes, porque he reído, porque he llorado, porque me habéis mantenido en vilo, porque he descubierto un lenguaje que no conocía...'. Si al salir de la función escuchas eso, de repente te dices: 'Va a ser que tiene sentido dedicarse a esto'.

- Pero una propuesta de teatro con máscaras y sin diálogos puede llegar a intimidar a los programadores e incluso al público que no tenga referencias.

- Es verdad que cuando no se conocen nuestros espectáculos provocan cierto recelo. Mucha gente puede pensar que no va a entender nada en 85 minutos de función sin diálogos y con los rostros tapados. Luego, sin embargo, la reacción es la contraria. Nuestra obsesión como dramaturgos fue siempre contar una historia diáfana, una historia convencional con su inicio, su nudo y su desenlace. Nada que ver con una 'performance' o un 'happening'.

- La ventaja es que en sus obras no hay barreras culturales.

- Son tan universales que nos han abierto las puertas de países tan distintos como China, Estados Unidos, Rusia, Turquía, gran parte de Latinoamérica, Europa... Son ya treinta países en ocho años

- ¿Como se asomaron al extranjero?

- A veces nos preguntan si hicimos un espectáculo sin diálogos para poder salir fuera, pero en realidad no fue nada premeditado, nunca soñamos que llegase a tener semejante recorrido. Nuestra primera experiencia fue en Colombia y fue muy intensa, recibimos mucho amor y nos quedamos con la impresión de que lo estábamos haciendo bien. Luego nos fuimos a Nepal. Viajamos convencidos de que iba a ser nuestra última salida internacional. Teníamos el recelo de que allí iba a ser difícil de entender una historia que transcurre en una sociedad acomodada. Además, nos dijeron que el alzheimer no estaba diagnosticado en Nepal. Pero fue todo lo contrario: a lo mejor el público no sabía cómo se llamaba la enfermedad, pero habían convivido con sus abuelos y con la gente mayor y lo entendían a la perfección. Fue una experiencia muy gratificante.

- ¿Hay públicos a los que les cuesta más entrar en la obra?

- Hay diferencias a la hora de expresarse, pero eso pasa también en España. Es verdad que en Colombia, por ejemplo, el público es muy generoso a la hora de expresarse y en China, donde hemos estado ya 14 veces, ocurre lo contrario, es un público mucho más contenido. Luego, sin embargo, te están esperando al acabar la función y quieren sacarse una foto contigo y compartir sus historias. Hablar de cosas esenciales como son la familia o el temor a perder lo que tienes te permite saltar todas las barreras. Nuestro gran aprendizaje en estos ocho años de girar en treinta países es que a los seres humanos son muchas más cosas las que nos unen que las que nos separan.

- ¿El Premio Max va a marcar un antes y un después en Kulunka?

- Es un reconocimiento que recibimos con alegría pero con la naturalidad de saber que los premios son lo que son. Nuestra intención es seguir trabajando con el mismo compromiso. Hasta ahora hemos volcado nuestra vida en este proyecto y el compromiso que tenemos va a seguir igual. Ojalá le pueda dar un impulso a 'Solitudes', que lleva tres años en cartel, para que tenga una vida tan larga como la de 'André y Dorine'.

- ¿Cómo han logrado consolidarse en los circuitos internacionales?

- Cuando creas una compañía desde cero te toca hacer producción, distribución, promoción, cargar y descargar la furgoneta... en fin, todo lo que entraña este oficio. Cuando tuvimos el primer espectáculo terminado, hicimos un dossier de presentación y empezamos a bucear en la red. Internet ha sido la herramienta más útil para localizar festivales internacionales y enviar la información. De cien correos que mandas te responden uno, pero hay que insistir. También es verdad que hemos tenido mucho apoyo del Instituto Etxepare y del Gobierno Vasco. Hemos hecho muchas giras fuera, pero no en condiciones ideales: ha sido primordial el apoyo de esos organismos para financiar los viajes y cuadrar las cuentas.

- En Euskadi, sin embargo, no han tenido mucha presencia.

- Es verdad. 'Solitudes' habrá hecho en Euskadi unas cinco funciones y 'André y Dorine' unas doce, pocas para un cómputo general de 500. Pero somos una compañía joven y todo llegará con el tiempo. Por lo pronto el viernes 29 estaremos en Hernani con 'Edith Piaff, taxidermia de un gorrión', que es nuestra tercera obra y también la única con diálogos. Será en el teatro Biteri a las 20.00 horas.

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