En las películas que les dieron un éxito europeo masivo, 'Intocable' (2011) y 'Samba' (2014), Nakache y Toledano definieron un concepto de lo entrañable que ... estaba hecho de humor, suave concienciación social y un buenismo rayano en la fantasía. Así se enfrentaban a cuestiones espinosas como el racismo, la diferencia de clases y la emigración. En 'C'est la vie' optaron por el humor directo, sin dejar de hacer análisis social.
Cuando se anunció que los dos directores que con esas tres películas habían competido en el Festival de San Sebastián protagonizarían la clausura del Festival de Cannes con 'Especiales', se nos prometió que había cambiado su tendencia, que esta era una película más rigurosa y precisa, para afrontar una cuestión más difícil aún: los casos de autismo más severos, a veces violentos e incontrolables, y cómo viven, o sobreviven, las asociaciones que se encargan de ellos.
Tenían razón: esta vez Nakache y Toledano acompañan en un día a día casi documental a los monitores, y a los chavales que forman su equipo a veces para reconducir sus propias vidas, en una tarea sobrehumana, de un tesón admirable y que muchas veces no solo no tiene reconocimiento, sino que está mal vista por las instituciones que consideran su labor incontrolada o rayana en la ilegalidad. El personaje de Vincent Cassel tiene por costumbre, casi inconsciente, decir «ya encontraremos la solución», no por procastinación sino todo lo contrario: no puede permitirse el lujo de detener su labor por ningún problema. Más contenidos que nunca, pero manteniendo la calidez y la empatía directa con el espectador (ganó el Premio del Público en el Zinemaldia con una media de 9,19), Nakache y Toledano sostienen bien ese tono equilibrado y ese drama realista y concienciador, al menos hasta el reiterativo epílogo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión