
Descubre cómo ha sido la segunda edición de Inspiratu de Kutxa Fundazioa
Siete ejemplos de juventud inspiradora para la transformación social exponen en Inspiratu sus trayectorias, inquietudes y sueños con la certeza de que, en algunos casos a través de las pantallas y, en otros, desde la acción social, se puede hacer un mundo mejor
Sábado, 5 de julio 2025
Inés Rodríguez (@inusu_al) Logopeda y comunicadora
«Soy una chica con suerte... toda la mala la gasté al nacer»

Muchos conocían a Inés Rodríguez por las redes sociales y bastantes también le habían visto en el programa de laSexta El Intermedio. Desde la naturalidad de llamar a las cosas por su nombre, con grandes cargas de ironía y un punto de sarcasmo, esta joven tinerfeña contó su vida a los asistentes a DV Gunea que escucharon cómo ha sido y es su vida de principio a fin. El 'spoiler' podría ser que hoy Inés quiere ser ese referente con discapacidad que ella, cuando era joven, nunca encontró. Hoy es «un animal escénico» como la definió Sergio Arrospide, pero también una persona a la que no se le conocen los 'haters'. A través de las pantallas y también en la cercanía, Inés se hace querer desde un discurso claro y sin concesiones.
«Una chica con suerte, esa soy yo, toda la mala suerte la gasté al nacer». Así arrancaba su intervención, sacando las primeras sonrisas al público. «Me muevo regular, pero he ido a bien», añadía. Detrás de todo ello está una parálisis cerebral infantil que afecta al movimiento, equilibrio y postura: «No hay dos iguales, siempre presentan cuadros diferentes».
La importancia del deporte
Inés centró parte de su exposición en la importancia que ha tenido en su vida la natación, como método de rehabilitación («es uno de los deportes que menos impacto tiene y que trabaja todos los músculos»), pero también como una actividad que le ha permitido conocer a mucha gente: «Aplaudo y doy conversación, pero estoy encantada con ello».
Compitió en el Europeo de Dublín en 2017 y en el Mundial de Londres de 2019, pero el resultado siempre es lo de menos. «Estar en la selección española fue una fantasía, porque te aporta muchas cosas como salud, disciplina y amistad. En mi entorno sí había gente con discapacidad, gente muy buena y exitosa en sus campos, roles a los que pude seguir». «Mis vínculos más fuertes han sido con la gente de la piscina, compañeros de entrenamiento, pero también de otros lugares de España y el mundo en competiciones», señalaba como uno de sus mayores triunfos dentro y fuera de la piscina. «Estoy intentando volver, pero a veces la vida se hace bola», reconocía con un punto de pesar.
Inés quiso ser psicóloga, pero se le pasó el plazo de matriculación y apostó por la logopedia. «Me apunté por ciencia infusa, pero pronto me pregunté qué fantasía era esta». Frecuentemente, la vinculamos con la comunicación y los niños («a mí dame adultos, que los niños se mueven mucho y me atoran»), pero también estudia la deglución, capacidad de alimentarse vía oral, relacionado con muchas enfermedades y accidentes. «Me enamoré de la logopedia y de las afasias. Algunas limitan la comprensión del lenguaje y otras la producción del mismo. Son una gran putada que yo intento reconducir», resumió.
El salto a las redes
«Siempre he sido un poco payasa. Me gusta hablar y en 2017 decidí abrir un canal en YouTube», recordaba. «Me puse cámara, unos focos y pronto me dieron una beca, así que me vine arriba», añadía. Trabajó en Vitoria, «pero me amargaba su meteorología», así que decidió mudarse a Madrid. ¿Cuál fue su 'boom' en redes sociales? «Fui a comprarme un champú y una señora me dijo que era una campeona, me habló de mi discapacidad, me dijo lo que pensaba... llegué a casa y grabé un video en el que amenazaba (siempre con sentido del humor) con apuñalar a quien me dijese cosas por la calle, porque me daba igual su opinión…». «Sé que lo hacen con su mejor intención, pero no es buena idea acercarte en la calle a una persona que no conoces para comentar sus cosas. Tengo una discapacidad motora, pero también otras 'taritas' que no se ven, como las que puede tener cualquiera, y no es buena idea comentarlas. Guárdate tu opinión para otro día o para nunca», contaba en aquel viral.
Gracias a aquel video, «me empezaron a llamar de periódicos, radios y televisiones para entrevistarme… se hizo una bola enorme y hoy me pagan por hablar, así que fenomenal», decía entre risas.
Pablo Rodríguez Coca (@pablorcoca y @occimorons) Psicólogo sanitario y viñetista
«Para mí acompañar es aguantar el paraguas cuando está cayendo la mundial»

La historia de Pablo Rodríguez Coca es un relato de comprensión, de acompañamiento, de sufrimiento y de divulgación. Hoy es famoso por sus viñetas, ha publicado tres libros (uno de autoayuda, otro de acompañamiento en la salud mental y el tercero sobre cómo empezar un nuevo proyecto cuando todo se ha derrumbado), uno se ha traducido al portugués y otro se podrá leer en chino pronto. Sin embargo, tiene claro que «renunciaría a todo esto con tal de no vivir esa enfermedad rara y ese problema mental grave de mi hermana». Este joven granadino se refiere a Laura, tres años menor que él, quien nació con el síndrome genético 22Q11.2, que puede tener hasta 240 patologías.
Es el caso de la pequeña de los Rodríguez Coca, no fue sencillo entender qué le pasaba en un principio y, cuando supieron qué le sucedía, tampoco fue sencillo ese acompañamiento. Resumiendo toda una vida en pocas líneas, perdió el habla por un problema de acoso escolar (sufría burlas por su forma de hablar y su cerebro optó por protegerla bloqueando su habla), fue diagnosticada de depresión mayor y, posteriormente, de esquizofrenia. «Yo no sabía qué era la salud mental y sus problemas, pero me hubiese encantado saber más sobre ello porque le hubiese acompañado mejor», decía el jueves Pablo.
Este joven estudió psicología y tenía listas las maletas para realizar sus prácticas en una comunidad indígena de Ecuador cuando llegó el COVID y el mundo se paró. En su casa, además, en el caso de su hermana «el síntoma lo desbordó todo. Fue un tiempo muy difícil porque el objetivo era sostener a mi hermana emocionalmente. Solo estaba tranquila cuando dormía, era su única paz». Por ello, apostó por el arte, algo que a Laura siempre le había gustado: «Conectábamos a través del arte, el dibujo, el baile. Su voz y su delirio se calmaban durante diez minutos, pero luego me abandonaba», rememora.
Mientras ayudaba a su hermana e intentaba comunicarse con ella, comenzó a realizar unas viñetas que terminó subiendo a redes y que le sirvió para cambiar, al menos en parte, la psicología por la narrativa gráfica, pero sobre todo «conocí a otras personas como mi hermana y a otras familias como la nuestra, lo que me sirvió para conectar. Vi el poder de lo comunitario y por eso me dedico a grupos y familias».
Y, quizás por ello, algunas de sus reflexiones más profundas son sobre el acompañamiento y los problemas que encontramos en este terreno: «Las personas que acompañan están abandonadas en ese no saber qué sucede ni cómo se hace» y «sabemos acompañar regular, hay mucha necesidad de saber cómo hacerlo». Pero, ¿cuál es para este psicólogo y viñetista la forma correcta de hacerlo? «Para mí acompañar es sostener el paraguas cuando te está cayendo la mundial, pero eso cansa, frustra, agota…».
Sara Ardanaz (@sara_ardi5) Travel Influencer
«El mundo está lleno de gente buena a la que no se le da voz suficiente»

No ha pasado ni un año desde que esta joven de Caparroso se fuese a su cama una noche en Suiza con una cuenta de TikTok recién creada y un video subido sobre su día a día como limpiadora de un hotel. A la mañana siguiente, se levantó con más de 100.000 visualizaciones. ¿La clave? «Mi naturalidad. Se ha perdido en redes ser una persona normal a la que le pasan cosas normales», respondía, evidentemente, con total naturalidad.
Sara Ardanaz es una chica de 27 años inquieta y con ganas de conocer mundo. Fue a Suiza para ganar dinero rápido y poder seguir viajando por el mundo y, día a día, cuenta sus experiencias, tanto buenas como malas, por las redes. Pero ahora es consciente de que, a través de ellas, tiene el poder de influir, la capacidad de inspirar. Estaba el pasado octubre en Marruecos preparando su viaje a Latinoamérica cuando sucedió la DANA en Valencia. «Tengo una tía allí y me propuse ayudar. Creé un grupo y pensé en que nos juntaríamos unas 50 personas, pero llegamos a ser 700. Me vi envuelta en una red de ayuda muy bonita, pero yo al principio no sabía por dónde me daba el aire y todo el mundo me preguntaba cosas». Pasado ese agobio inicial, hoy es consciente de que «todo lo que se movió me hizo ser consciente de que llegaba a las personas».
Después de esos dos meses en Valencia, se propuso hacer el Camino de Santiago para estar sola y pensar. «Un día andando me paró una señora, me llamó por mi nombre, me conocía por TikTok y me pidió una foto. Ahí me di cuenta de que me conocían por mis redes sociales. Una madre me dijo que mi contenido es el único que pone a su hija. Tengo una libreta en la que voy apuntando las cosas bonitas que me dicen y de vez en cuando la releo», decía con un punto de emoción.
Después llegó India, a donde llegó sin alojamiento, pero vio cómo desde el primer día una familia «me daba un hueco en su casa y su vida. Me explotaba el corazón». A Senegal acudió después a desarrollar labores de voluntariado y, como el resto de musulmanes, llevó a cabo el ramadán: «Estuve con una familia que tenía un proyecto de agricultura en una zona desértica. Me acogieron como a una hermana más. Fue preciosa su generosidad».
De estas dos últimas experiencias Sara Ardanaz aprendió que «mis viajes tienen ahora un propósito mayor, me di cuenta de que los videos pueden servir para dar voz a causas o personas que no la tienen. Hay detalles a los que hay que dar visibilidad, porque hay gente tan buena y con tanta capacidad de emocionarme...».
Por ello, esta travel influencer navarra terminó su intervención con una reflexión: «El mundo está lleno de gente buena a la que no se le da voz suficiente, resuena lo malo. Ellos son quienes te alegran el día pero, ¿por qué no hay un noticiero de cosas buenas?».
Shrabani Aranzabe-Pita, Ainhoa Bereziartua, Maddi Goikoetxea y Maite Ponferrada Ganadoras de los Premios Inspira Gazteak
Un chute de energía que confirma que están en el buen camino

Shrabani Aranzabe-Pita, Ainhoa Bereziartua, Maddi Goikoetxea y Maite Ponferrada fueron las cuatro ganadoras de los Premios Inspira Gazteak de Kutxa Fundazioa en esta edición 2025 que compartieron mesa de diálogo en DV Gunea en el marco de Inspiratu. La quinta ganadora, Sofía Ferreira, no pudo acudir al evento por causas de fuerza mayor.
Ciencia, salud, arte, audiovisuales, divulgación... cada una de ellas proviene de ámbitos muy diferentes y sus proyectos premiados (más extensamente explicados en páginas posteriores) se desarrollan en áreas distintas, aunque, como siempre, se pueden encontrar nexos de unión entre ellas. Y uno de ellos es que estos premios son para todas un chute de energía e ilusión, pero, sobre todo, una forma de confirmarles que están en el buen camino, sean cuales sean las direcciones que han tomado sus respectivos proyectos.
Así lo reconocía en primer lugar Shrabani Aranzabe-Pita, quien confesaba que antes de Inspiratu las cuatro ganadoras habían compartido mesa y mantel y una de las conclusiones a las que habían llegado era que «esto no ha sido una meta, sino una forma con la que fortalecer la trayectoria, poner en valor los proyectos que hemos llevado. Son un chute de energía para seguir adelante». Ainhoa Bereziartua añadía que «hay momentos muy buenos, llenos de motivación, pero también otros en los que te preguntas a ti misma por qué haces eso y esto te reafirma en que el camino es el correcto».
Coincidía con ella Maddi Goikoetxea, quien reconocía que «un premio de vez en cuando es bueno para la salud mental. Este, en concreto, pone en valor el recorrido, camino y trayectoria y no proyectos puntuales. Se ve lo que se publica, lo que brilla, pero hemos recibido muchas veces un no antes. Todas tenemos proyectos en nuestros cajones, pero también cuerpo y corazón», señalaba con un punto de emoción. Maite Ponferrada, por su parte, empezaba su reflexión en la esfera de lo individual, diciendo que «es una forma de valorarte a ti misma, algo que muchas veces nos cuesta, pero que viene muy bien», para terminar pensando en el resto de la sociedad: «Estos premios son una forma de animar a los jóvenes a apuntarse a este tipo de iniciativas y llamar a las personas a que hagan algo». «¡Qué bonito ha sido conocernos y saber que no somos las locas de la colina!», resumía Aranzabe-Pita.
Después, cada una de estas cuatro ganadoras hablaron de sus motivaciones, de los retos que se encuentran en su día a día, del motivo y del para qué de sus respectivos proyectos, todos ellos concebidos desde muy diferentes perspectivas, pero tremendamente inspiradores. Aranzabe-Pita, por ejemplo, hablaba desde la satisfacción de haber dado con la tecla este año en su proyecto y de haber creado un espacio en el que las familias pueden entenderse: «Eso te llena el corazón». Ainhoa Bereziartua quiso concienciar a los presentes sobre la necesidad de entender la salud desde un sentido muy amplio, porque «no son solo datos, es también nuestra forma de relacionarnos, de movernos, de sentir…».
Maddi Goikoetxea habló del arte como herramienta transformadora personal y social, pero también como un concepto «que han querido convertir en algo que se vende y se compra, aunque para mí es una herramienta capaz desde su dimensión de leer el mundo, la vida, los seres humanos y hacer una invitación que transforma a largo plazo». Maite Ponferrada, experta en el terreno audiovisual, decía que su disciplina «enseña cosas que no se pueden explicar con palabras, pero también puede ser un arma de doble filo, pero es una forma de transmitir la verdad».
Una vida coherente
En esta mesa de diálogo hubo reflexiones muy valiosas y una de ellas fue, en este contexto de juventud inspiradora, la que dejó Maddi Goikoetxea, quien desarrolla su actividad en muy diferentes ámbitos, pero que siempre procura no alejarse del arte: «Cuando no hago lo que me gusta me deprimo, es una necesidad vital para mí». La joven dejó un discurso mucho más terrenal que idealista, ya que apeló a «una vida coherente. Eso es lo que debemos buscar. Lo que nos gusta nos da vitalidad, y eso es algo que no se paga con dinero». No obstante, reconoció también que «esa es una decisión muy personal y entiendo que en la vida hay diferentes etapas, puede pasar de todo y hay que respetarlo», en referencia a esas personas que, por diferentes circunstancias, deben alejarse de esa vida soñada a otra más práctica.
Tras sus intervenciones, el moderador de la mesa, Sergio Arrospide, invitó a los asistentes a seguir la pista a unos jóvenes valores que hoy son ya una realidad.
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