Las mujeres que tomaron el Festival
Un ciclo organizado por una asamblea en 1978 reivindicó a las realizadoras. El grupo de investigación del archivo del certamen relató la incorporación de asociaciones ciudadanas en la comisión de barrios y pueblos en la Transición
La iniciativa de la Asamblea de Mujeres de Donostia, que en la edición de 1978 logró organizar un ciclo de cine realizado por mujeres, y la creación un año antes de las proyecciones en barrios y pueblos, son los dos primeros aspectos que ha abordado el estudio del archivo del Festival y que se dieron a conocer ayer, en una jornada celebrada en Tabakalera.
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«Éramos un movimiento asambleario y a la dirección del Festival le entró el pánico», expresaba ayer entre risas Ana Ureta, que junto a Rosa Turrillas y Begoña Gorospe formaron parte de aquella comisión de mujeres que pusieron en marcha un ciclo de doce películas en la edición de 1978, y que ahora han colaborado con el Festival y la Escuela de Cine Elías Querejeta, cuyos alumnos están llevando a cabo la labor de investigación sobre el archivo del certamen donostiarra, con la coordinación de Pablo La Parra Pérez.
«Era un ciclo de cine hecho por mujeres, aunque no se pedía contenido feminista, había películas sobre otros muchos temas», explicó Ana Ureta en un debate que reunió ayer, 41 años después, a la representante de la Asamblea de Mujeres con dos de las directoras que participaron en aquel ciclo, Cecilia Bartolomé y Vivian Ostrovsky.
«Nos coordinábamos para organizar coloquios, hacer traducciones y recibir a las directoras que trajimos»
«Muchas trabajábamos y teníamos que organizarnos para ver quienes estaban disponibles. Nos montamos una oficina para coordinarnos. Organizábamos las presentaciones y coloquios, teníamos traductoras, todas trabajábamos de forma voluntaria», recordaba Ana sobre un ciclo que se celebró en el cine Savoy, la gran sala que estaba situada en la calle San Francisco de Gros.
Tuvieron otras iniciativas para difundir el cine realizado por mujeres, porque como señaló Vivian Ostrovsky, «ahora que vivimos a golpe de click es difícil imaginar lo complicado que era acceder a esas películas y a esa información». En la revista del Festival, recordaba Ana, «hicimos una relación de todas las directoras que sabíamos que existían». También montaron un guardería durante el Festival, «con cuidadores masculinos exclusivamente, porque la idea era que nosotras íbamos al cine y ellos cuidaban a los niños».
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Ellas mismas se encargaban de las directoras invitadas, entre las que estuvieron Věra Chytilová, Larisa Shepitko y Agnès Varda. «Íbamos a buscarlas a los aeropuertos y a la estación de tren. Las del 'telón de acero' venían con unas gobernantas que nos daban miedo, no las dejaban ni a sol ni a sombra», recordaba Ana Ureta.
Años de ruptura
Pero todo esto fue posible con la apertura que ya se iba percibiendo en los años previos, y sobre todo por el deseo expreso de «romper el elitismo y la exclusividad» que aún arrastraba el Festival de San Sebastián, creado en pleno franquismo, como explicó en su conferencia Pablo La Parra. «El Festival ha cumplido 25 años. No nos gusta», figuraba al inicio del editorial en la propia revista de aquella edición de 1977 que dirigió Luis Gasca y en la que se incorporaron «miembros de las asociaciones artísticas, de cineclubs y vecinales. Un nuevo paisaje humano estaba poblando el Festival», señaló La Parra, y que cristalizó en las sesiones en barrios y pueblos, a menudo acompañadas por presentaciones y coloquios, o en un pequeño ciclo de los gays y lesbianas de Ehgam. Un reflejo, también, del activismo político que se vivía en las calles. Los estudiantes de la Escuela de Cine Elías Querejeta Antonio M. Arenas, Sara Hernández, Clara Rus y Neus Sabaté también relataron los pormenores de su investigación sobre esa irrupción popular en el Festival de la Transición.
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La discusión de Pilar Miró con Cecilia Bartolomé
«En la foto de la mesa redonda de las mujeres realizadoras que se celebró aparecemos muy tranquilas, pero Pilar Miró y yo tuvimos un enfrentamiento sonado», recordaba ayer Cecilia Bartolomé. «Pilar decía que ella hacía cine y se sentía con derecho a estar integrada entre los cineastas sin distinción de sexo, y no como una rareza en un apartado. Yo estaba de acuerdo, pero entendía que el hecho de pertenecer a un sexo que ha condicionado nuestra vida tenía que reflejarse en nuestra obra. La verdad es que la discusión animó mucho el cotarro. Josefina Molina, que estaba entre el público, saltó diciendo: 'Por favor, bajemos los floretes y las espadas y hablemos civilizadamente'».
En aquel momento las mujeres realizadoras «éramos muy pocas», recuerda Bartolomé. «Y estábamos las que considerábamos que nuestro sexo era un hecho diferencial, y las que creían que en absoluto debía ser así. Y Pilar Miró, que era la persona más misógina que yo he conocido, decía 'las mujeres sois unas quejicas. Yo no soy una víctima, soy un ser humano'. Fue muy interesante el ciclo porque se vieron posturas muy contrapuestas, nada claras, ante una problemática de la mujer que ahora ya está asumida».
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