En 'Romería' Carla Simón vuelve a indagar sobre su pasado.
Crítica de cine | 'Romería'

El gato en el puerto

Begoña del Teso

San Sebastián

Domingo, 7 de septiembre 2025, 09:31

  • Dirección y guion: Carla Simón. Fotografía: Hélène Louvart. Música: Ernest Pipó. Intépretes: Llucìa García, Mitch, Tristán Ulloa, Celine Tyll. Cines: Antiguo Berri, Príncipe, Niessen. Duración: 115 minutos.

Llevamos tres películas compartiendo con Carla Simón ese dolor existencial suyo que la atravesó hasta las entrañas, la muerte de sus padres siendo tan niña, ... matados por el jaco y el sida. Hemos visto 'Estiu 1993' y 'Alcarràs' y ahora 'Romería' se estrena potentemente en las pantallas.

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Es sobria. Elegante (¿cómo no iba a serlo si la directora de fotografía es Hélène Louvert?). Aunque, yo diría, malamente resuelta. El estilo hasta ayer naturalista de Carla da un volantazo y juega con otras dimensiones y fantasmagorías. Pero la cotidianidad de esa muchacha de mirada traspasada por un enigma oscuro, las maneras casi documentales de su encuentro con ese Atlántico salvaje (va a Vigo a buscar el papel oficial que confirma que es hija de su padre y resulta que sus abuelos no la inscribieron porque Fon era ese hijo que había que ocultar porque llevaba 'el bicho 'en el cuerpo) encajan mal con la osadía fantástica de que esos padres muertos reaparezcan en escenas oníricas donde todo es guapísimo y nada hay de la sordidez del pico, de la aguja o del 'mono'. Tampoco casa ese baile de cuero, tachuelas y fantasmas con sábana que, supongo, ha de ser un guiño a la Santa Compaña. Por algo estamos en Galicia en donde, se sabe, hay lugares a los que uno, si no ha ido de vivo, de muerto irá.

Que las familias son un asco, lo intuimos desde antes de 'Romería'. Que el cine tiene la capacidad de mantener vivos a los muertos, también. Que nos gusta que Marina lleve una cámara digital en la mano, es incuestionable. Que las imágenes en Super 8, con esa textura tan áspera pero a la vez tan tierna, siempre quedan bien en un filme lo afirmamos siempre que tenemos la ocasión. Pero que a Carla todo eso junto no llega a funcionarle y la narrativa se le descoyunta es bastante notorio. Lo mejor, el gato; tan misterioso como el de Cheshire. Pero portuario y con el pelo mojado por el mar.

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