Crítica de 'La sociedad de la nieve': Agarrarse a la vida

Juan Antonio Bayona se atreve. Y lleva la conocida historia a su terreno, el del cine a lo grande pero sin perder humanidad. Los jóvenes protagonistas de 'La sociedad de la nieve', abandonados en el blanco vacío de la montaña, no son lejanos a los huérfanos de 'El orfanato'. Y la estructura es la misma de 'Lo imposible': tras un breve arranque para conocer a los protagonistas, una impactante escena (allí, el tsunami; aquí, el accidente, que sentimos como un viajero más), antes de una larga travesía por la supervivencia.

La producción de Netflix que ganó el Premio del Público en el Zinemaldi donostiarra y se asoma a los grandes premios internacionales, no evita, no podría hacerlo, uno de los polos de atracción de aquella historia, la antropofagia. Mas huye del morbo, plantea las dudas que allí mismo se explicitaron y la muestra como inevitable. Era o dejarse morir o eso.

'La sociedad de la nieve' tiene las virtudes de verse y vivirse como toda una experiencia, aunque se conozca el caso. Y de trazar un retrato colectivo de la dignidad, el compañerismo y la fortaleza en condiciones inhóspitas. Quizás esa misma mirada grupal disperse algo la atención y la emoción entre tantos personajes, de los que apenas uno, el narrador Numa, es singularizado. Aunque se intente corregirlo sobreimpresionando los nombres y edades de cada baja, no hay un punto de vista personal sino coral hacia unos jóvenes en el filo, que se cuidaron e hicieron lo imposible por vencer a la montaña.