Crítica de 'La isla de los faisanes': En esta frontera

Los alrededores de la isla de los Faisanes, nuestro río Bidasoa, tienen ahora matices menos poéticos y más sombríos. Esas cosas que parece que siempre pasan lejos están ocurriendo aquí. En la Europa supuestamente sin fronteras, el Bidasoa es la última muga para los emigrantes sin papeles que quieren llegar a territorio francés. Algunos hasta mueren ahogados. Otros muchos cruzan a nado pero son capturados por los gendarmes y soltados otra vez a este lado.

Con la complicidad de buena parte del audiovisual vasco, Asier Urbieta, el director de la miniserie 'Altsasu', se anima a plantear este tema tan cercano. Le sale una película más que correcta en lo técnico: esa fotografía gris y sobria que saca chispas a las inesperadas imágenes de gigantes, esa música envolvente, ese tono que equilibra silencios y las palabras justas. Y sin embargo...

Sin embargo hay algo de esquematismo y envaramiento que juega en contra de 'Faisaien irla'. La película dedica muchas idas y venidas a seguir los desencuentros de la pareja protagonista (ella vasca, él nacido en Irun pero hijo de africanos) y las vicisitudes del emigrante al que ella salva. Hay mucho metraje hasta que quedan claras las distintas posiciones y dilemas morales ante la emigración ilegal. Y luego no se profundiza en ellos y se acaba con un final más o menos esperanzador.

Es 'La isla de los faisanes' correcta, contenida, bella, pero acaso estos adjetivos no sean los mejores para un cine social que debiera zarandearnos con otra fuerza.