Cine

Crítica de 'El caso Abel Trem': El chico de la escarapela

Comienza como comedia juvenil, estudiantil, doméstica incluso, callejera. Tiempos de amores, escapadas festivas y exámenes finales. Retrato familiar y laboral de alguien que parece un buen hombre (y acaso lo sea).

Poco a poco, tras una escena ligeramente inquietante que quizás solo se entienda al final, va ganando cuerpo, grosor y se convierte ante nuestros ojos, gracias entre otras cosas a un guion espléndido, en una película humana, filosófica, política, social donde espejuela la Hungría de Orban y su partido, el Fidesz, la Unión Cívica Húngara, que, lo crean o no, visto lo visto, fue fundado por jóvenes demócratas en 1988.

Tiene el filme una fuerza seca y unas discusiones potentes y bien tramadas sobre el amor, la vida en pareja, la Historia y la incapacidad prácticamente absoluta de ser lo que tus padres daban por hecho que eras. Tiene una relación de aspecto muy bien usada, esos 2,4 cm de ancho y 1,8 cm de alto. Es decir, la proporción 1.33:1 (4:3). Tiene el honor de haber sido ninguneada por el gobierno húngaro que le negó cualquier ayuda y la obligó a salir adelante hacia la gloria con un equipo técnico reducido y actores que, la mayoría son amigos del director y alumnos y profesores del instituto donde estalla el escándalo, futil escándalo en el que se combina la nula capacidad del protagonista con el detalle, agigantado por la prensa, de que llevase en la chaqueta una escarapela patriótica.

La cámara del jefe iluminador es ágil, portátil y está bañada por la luz del verano de las orillas del lago Balaton. Dicen que le sobra metraje. Falso. Compruébenlo.