Alberto Iglesias: «Cuando voy a los Goya y no me dan el premio, lo paso muy bien»

- 'Dolor y gloria' parece una culminación en la carrera de Almodóvar. ¿Sintió que también lo iba a ser respecto a su larga colaboración con él?

- La película parece que cierra un ciclo, pero yo creo que también abre otras puertas, prefiero pensarlo así. Creo que abre una puerta para él, pero también para mí y para nuestro trabajo conjunto. Desde el principio lo vi así, como una nueva vida.

- ¿Le impresionaba escribir música para un filme tan personal?

- Temía ser un extraño. Pero cuando empezamos a hablar él ya tenía el cuerpo de la película, ya tenía la decisión de plasmar su intimidad o su casa, incluso. Hablábamos del personaje, Salvador Mallo, no tenía en general la sensación de que era un relato tan íntimo y vital, lo percibía como un personaje. Lo que pedía musicalmente no era incrementar la sensación de confesión, sino la de intimidad, de cuento narrado desde dentro de su cabeza, la voz interior que tiene toda la película.

- ¿Eso supuso una nueva forma de trabajar con un director con el que ya ha hecho once películas?

- Creo que es el mismo sistema, en el que nos exponemos al error y no partimos de una clarividencia total sobre dónde y por qué va a haber música, sino que es un trayecto muy experimental. Creo que siempre lo hacemos así. Pedro sigue muy de cerca el proceso de composición, nos vemos todas las semanas durante esos meses. Para él es muy importante ver la película en pantalla grande, de vez en cuando hace sesiones para ver si la sensación de los tiempos y las duraciones son equivalentes a lo que tendremos luego en la sala de montaje.

- ¿Trabajan en paralelo las imágenes y la composición musical?

-En esta película hay una escena de la que hice la música antes, esa animación de anatomía y geografía al principio de la película, que es una pieza más jovial, luego el tono de la música cambia mucho. Eso lo hice antes sobre el texto grabado por Pedro, y después en la narración de la película Antonio Banderas siguió la pauta musical que habíamos hecho. El resto de la música la hice al terminar el rodaje.

- ¿Cómo dio forma musical a esa idea de la voz interior?

- Es una idea que se multiplica en distintos temas, que también es algo que solemos hacer habitualmente. Hay elementos que se van repitiendo de una manera no exactamente igual, que asocian elementos a esas imágenes. La suspensión de cuando Banderas está en el agua al principio de la película, reaparece en medio de un diálogo mucho más adelante. Hay un tema que está más relacionado con la luz de la cueva, o con la rememoración de su infancia como luz, sobre todo a través de su madre. Hay un elemento musical que se adhiere a ese icono de mucha significación visual y narrativa y lo potencia, y se puede repetir en el mismo o en distintos contextos, pero siempre puede crear una sensación de unión, de la misma manera que tenemos conectado en nuestra percepción distintas asociaciones irreflexivas.

- Se ha basado en el piano y la cuerda, pero también hay electrónica.

- Desde el principio pensé que tenía que ser música de cámara, para estar en sus habitaciones, en su cabeza, y que la música no tuviera una gran extensión espacial, que no fuera una orquesta. Eso me llevó a un sexteto de cuerda, y en alguna otra pieza extendí la orquestación para conseguir un reposo mayor. Y la electrónica es como el lado oscuro del personaje, en el que se desconecta de su voluntad, cuando el yo más duro se rebela, cuando discute con el personaje de Asier Etxeandia, cuando necesita tranquilizantes, ahí aparece la electrónica y un nota repetida como una obsesión.

- Se acaba de publicar una caja con sus once trabajos con Almodóvar.

- Sí, ha sido una iniciativa de José María Benítez, de Quartet Records, que me ha obligado a mirar para atrás y escuchar la música de todos estos años. Hacíamos sesiones de tres horas diarias para escucharla y al principio no me sentía muy cómodo, fue un poco como un tratamiento psiquiátrico del siglo XIX, atado a una cama. Pero luego descubrí que era una droga estupenda y finalmente me resultó terapéutico. No sé por qué me costaba mirar hacia atrás, quizás porque la profesión me obliga a mirar continuamente a lo nuevo. Pero me ha sentado bien. Parece que está teniendo éxito y va a salir pronto la segunda edición.

- Son ya 17 nominaciones y diez premios Goya en su haber. ¿Le sigue haciendo ilusión?

- Sí, me sigue haciendo ilusión, y me altera, porque hay mucha gente, y me pongo nervioso, no me acabo de acostumbrar, la verdad. Cuando voy y no me lo dan lo paso muy bien, no tengo ningún resquemor, ni salgo humillado, ni nada de eso. A veces salgo aliviado, incluso. Con otras películas también, pero estoy muy orgulloso del equipo de 'Dolor y gloria', me siento muy honrado de ser parte de su equipo y de tener una nominación con esta película. Voy a tratar de disfrutarlo.

- ¿Confiaba en conseguir también una nominación al Oscar?

- Ya me sorprendió que saliera como prenominada, ese era un paso muy grande, porque para una película de habla no inglesa es muy difícil destacar en categorías como la música. Tengo la sensación de que la música de 'Dolor y gloria' se adhiere a la narración, y forma parte de tal manera de lo que se ve y se entiende que no resulta espectacular. A mí eso me gusta, creo que hace más efecto, pero a la hora de valorar quizás pasa más desapercibida.

- Compite una vez más con Pascal Gaigne y 'La trinchera infinita' pelea con 'Dolor y gloria' en muchas categorías. ¿Siente afinidad guipuzcoana con ellos?

- Me gusta mucho 'La trinchera infinita', es una película diferente y arriesgada, que puede ser ganadora. Me alegro mucho por la nominación de Pascal, es un músico al que admiro mucho, se supone que en términos deportivos estamos enfrentados, pero nosotros lo vivimos como una guasa, más bien. Si se lo dieran a él me alegraría mucho también.