Imanol Uribe: «Nunca he tenido la voluntad de ser el cronista de la historia del terrorismo de ETA»
En noviembre vuelve a ponerse detrás de la cámara para dirigir 'Lejos del mar', una historia del encuentro entre un exterrorista y la hija de una de sus víctimas
TERESA FLAÑO
Domingo, 14 de septiembre 2014, 14:18
Imanol Uribe (San Salvador), siempre se ha sentido donostiarra y también siempre ha tenido la necesidad de narrar historias sobre la realidad que le rodea, implicándose y contándolas desde dentro. El tema de la violencia de ETA ha sido una constante desde los inicios de su filmografía y ahora vuelve a él con 'Lejos del mar'.
En noviembre vuelve a ponerse detrás de las cámaras dos años después de estrenar 'Miel de naranjas'. 'Lejos del mar' es su decimocuarta película. ¿Qué quiere contar?
No quiero desvelar demasiado porque sí se cuenta mucho de una película le quitas gran parte del interés que puede despertar. En esencia, la historia, resumidísima, es sobre un exetarra, apartado hace años de la banda, que sale de la cárcel gracias a la doctrina Parot. En lugar de volver a su tierra se marcha al sur, al Cabo de Gata, a visitar a un amigo que tiene sida y se está muriendo. Se trata de un colega de prisión con el que llegó a tener una gran amistad. En este viaje, tanto físico como personal que tiene bastante de iniciático, conoce a una chica con la que inicia una historia y que resulta ser la hija de una de sus víctimas. Habla de la relación entre la víctima y el verdugo y al revés.
¿Es un argumento suyo?
Sí. El guión lo he escrito esta primavera junto a Daniel Cebrián. De repente ha fluido todo muy rápido. Pensaba que íbamos a tardar más, tanto en pergeñar el guión como en producirla, pero... Hasta que no se está rondando no se puede decir que se está haciendo una película porque todo puede torcerse por una tontería, pero de momento parece que todo marcha bien. El guión salió muy fluido, aunque también es verdad que se trata de una historia a la que yo llevo mucho tiempo dando vueltas, prácticamente dieciséis años. Ya quise hacer algo parecido sobre una relación entre verdugo y víctima. Tenía las localizaciones y estaba trabajando en el reparto. Se iba a titular 'La casa del padre', que no tiene nada que ver con la que después se hizo con el mismo título. La dejé porque no era el momento. Una película es una aventura de dos o tres años de tu vida y la tienes que tener muy clara, con las circunstancias idóneas que al final no se dieron.
¿No pensó en retomarla?
Se quedó en el cajón. No tenía un guión definitivo sino un tratamiento muy avanzado. El otro día lo encontré y lo he leído. Se aleja bastante de lo que ahora voy a contar. Entonces era un encuentro entre el hijo de alguien que había matado a la madre de la persona con la que se topa.
En estos momentos hay terroristas que están arrepintiéndose y pidiendo perdón. También, personas afines a ETA, ahora en las instituciones, han acudido a algún homenaje a las víctimas. ¿Es el momento de tratar en una película este tema?
No lo sé. A mí me ha salido así. El tema del terrorismo es bastante recurrente en mi cine, con saltos en el tiempo muy largos. Han pasado años porque no me apetecía acercarme y en otros que han surgido sin proponérmelo. Cada uno tiene sus tiempos y sus ritmos. Para mí, personalmente, es un momento de reflexión. Siempre me había preocupado qué consecuencias iba a tener el fin de la violencia, porque estaba seguro, como casi todo el mundo, que las secuelas de muy diverso tipo iban a acabar floreciendo en todas las partes implicadas.
¿No resulta un tanto forzado que un terrorista y una de sus víctimas se enamoren?
Se está hablando de enamoramiento entre los protagonistas, pero yo nunca lo he contado así.
¿Entonces cómo lo definimos?
Algo de eso hay, pero no lo calificaría como el motor de la historia. Es un encuentro entre dos personas. Esas cosas pueden pasar. Tal y como está contado en este guión resulta muy creíble. La vida es muy larga, da muchas vueltas. A quién no le ha pasado, con otro tipo de relaciones o circunstancias, que acaba teniendo una historia con alguien que no se imaginaba y resulta que tenía que ver con algo de su pasado.
Los protagonistas son Eduard Fernández y Elena Anaya.
Estoy muy contento con su participación. Se encuentran entre lo mejor de la interpretación. Llevamos ya tiempo trabajando en el proyecto y ellos se han involucrado casi desde la primera versión del guión. Han dado sus opiniones... La verdad es que todos estamos como motos con la historia.
¿Cuando comenzará el rodaje?
Previsiblemente en noviembre, al menos al día de hoy y si todo sigue su curso normal. La mayoría de las localizaciones son en Almería, en el Cabo de Gata, un par de días estaremos en Donostia y otro en Soto del Real.
¿Le ha costado más que en otras ocasiones encontrar la financiación necesaria?
La verdad es que no. Como comentaba, ha ido todo muy fluido, incluida la parte económica. La industria del cine español es muy endeble, yo siempre la he conocido en crisis, pero en estos momentos está en una situación realmente precaria. Con cualquier pequeña brisa que sople en contra, todo se puede ir al traste. Por ejemplo, ahora ha habido un retraso en la concesión de derechos de antena por parte de RTVE y parece que se colapsaba el cine español. Yo tengo claro que esta película se hará y pronto. Tampoco descarto cosas paralelas y ajenas que nos obliguen a algún tipo de retraso.
Maestranza Films es la productora que ha hecho películas como 'La voz dormida', 'Celda 211' o 'Invasor'.
Si , con Antonio Pérez al frente. Cuando hablaba de que en este proyecto las cosas estaban saliendo bastante rodadas también me refería a la parte económica. En este caso el azar ha tenido bastante que ver. Me dejo llevar por las circunstancias y esta vez ha funcionado muy bien. Me tropecé con Antonio al día siguiente de acabar el guión. Le dije: «Esto es el destino. Acabo de terminar una historia que transcurre en Andalucía y me topo con el productor andaluz por antonomasia. Esto quiere decir algo». Y así comenzamos ha hablar del proyecto.
Si se cumplen los plazos les daría tiempo de tener lista 'Lejos del mar' para la edición del año que viene del Zinemaldia. ¿Le atrae la idea de volver a concursar por la Concha de Oro, premio que ya ganó con 'Días contados' y 'Bwana'?
Buenoooo... Eso nunca se sabe. Son previsiones a largo plazo que dependerán de los productores, sobre todo. Tengo una vinculación muy íntima con el Festival de San Sebastián, muy personal. Lo he vivido desde muchos aspectos diferentes y para mí es el certamen que está por encima de todos. Precisamente por eso, igual prefiero ir de una manera más relajada, como visitante, sin tener que estar angustiado por la presentación de la película. Pero bueno... eso dependerá de cuando esté acabada, las películas que se hayan rodado el año que viene, de que guste a los responsables del Festival... Es muy difícil de aventurar. Mi único deseo es que para esas fechas esté terminada. Después de tantos años en el cine, con momentos mejores que otros, siempre he tenido la misma voluntad, contar historias. El problema es que el tipo de cine que yo hago es el que más se está resintiendo con la crisis.
Antes comentaba que el tema de ETA es recurrente en su cine. Desde 'Días Contados' han pasado veinte años. ¿Pensaba que le iba a costar tanto contar el fin de la violencia terrorista?
No era algo para lo que me hubiera fijado un plazo, ni tampoco tenía un propósito de contar la historia del terrorismo. Ahora, mirando con la perspectiva del tiempo, veo que 'Lejos del mar' conecta por un lado con 'Días Contados' y por otro con 'La muerte de Mikel', aunque había unos antecedentes en 'El proceso de Burgos' y 'La fuga de Segovia'. Las tres películas son la espina dorsal de mi filmografía. En el futuro, vistas las tres juntas se entenderán como distintas caras de un mismo problema. Serán tres fotografías de otros tantos momentos muy especiales de nuestra sociedad.
Le han calificado como el cronista de los 'años de plomo' de Euskadi. ¿Se identifica con esa definición?
No. Se ha dado la circunstancia de que yo estaba ahí en el momento oportuno. En mi cine hay muchos factores aleatorios y el azar ha tenido bastante protagonismo. A mí la vida me ha ido llevando por un camino y he ido haciendo cosas que me proponía, pero siempre marcado por las circunstancias como que estuviera en Euskadi tras acabar en la Escuela de Cine. Mi voluntad nunca ha sido ser cronista de la historia del terrorismo de ETA, solo quería hacer cine, pero las circunstancias te van poniendo en el sitio.
¿Considera que todavía falta por hacerse la 'gran película' sobre ETA como algunos reclaman?
No creo que tenga que hacerse esa 'gran película' sobre ETA, pero tampoco sobre cualquier otro tema. ¿Cuál es la gran película sobre Vietnam? Hay una muy potente, 'Apocalypse Now', pero hay otro montón que son muy diversas y presentan diversas perspectivas. No creo que sobre el tema de ETA o sobre la violencia en Euskadi haya que hacer una película que siente cátedra porque, como en todo en esta vida, hay muchas miradas distintas, pero no solo en cine, sino también la literatura. Los cineastas lo que buscamos, o al menos ese es mi caso, es contar experiencias o sentimientos, pero no sentar cátedra.
Tratando el problema de la violencia en Euskadi y sobre las distintas miradas es inevitable hablar del fenómeno de 'Ocho apellidos vascos'.
Lo primero: es bueno para el cine que haya un éxito tan potente en taquilla. Es algo fantástico y extraordinario. Bienvenidas sean películas que tengan ese rendimiento. Conozco a mucha gente que ha estado en ese proyecto, algunos trabajan habitualmente conmigo, y me alegro mucho por ellos. Por otra parte, acercarse al tema de la violencia en el País Vasco desde una óptica así me parece también muy bien porque, como decía antes, todas las miradas son buenas y aportan algo. En mi caso, yo no me veo tratando el tema de ETA desde la comedia, pero es que en mi cine es un género que se me ha resistido y eso que soy un forofo de la comedia clásica americana, por ejemplo. Pero entiendo que es una mirada posible y por lo tanto está muy bien que se hagan películas desde esa perspectiva. Además, tocar de esa manera una cosa que hasta hace poco era prácticamente tabú también significa que vamos camino de la normalización.