El claustro del Museo San Telmo volvió ayer a llenarse en el concierto del viola Joaquín Riquelme y el pianista Enrique Bagaría, en un recital de expresiva complicidad. El dúo abrió el encuentro con el 'Adagio y allegro op. 70' de Schumann, escrito originalmente para trompa y piano. Algunas imprecisiones en afinación no impidieron saborear el carácter del primer movimiento, un nocturno muy poético que dio paso sin interrupción al allegro, exigente e impecable en el piano.
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La 'Sonata nº 1' de Brahms, compuesta en su origen para clarinete y piano, pero interpretada de forma habitual con la viola, encontró todo su carácter romántico en una versión llena de rubatos y matices. El dúo nos hizopartícipes de la excepcional libertad melódica de la obra y de todo su carácter melancólico y resignado. 'Concerstück' del rumano Georges Enescu, pieza escrita para el concurso del Conservatorio de París, sonó igualmente convincente en las manos de los dos intérpretes.
Riquelme y Bagaría completaron la agradable velada con la 'Sonata nº 4' de Hindemith, un creador que fue un gran virtuoso de la viola. Bagaría desde el piano volvió a ser mucho más que un sólido soporte sonoro para convertirse en una pieza imprescindible en la lectura de esta obra, que consumó un encuentro lleno de carácter y expresividad.
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