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Idoia Davila
Sábado, 10 de febrero 2018
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Han sido muchas las generaciones que han visitado el museo para ver la osamenta de la ballena que cuelga dentro del Aquarium; más de 15 millones de personas la han visto, según datos del museo. Ha ocupado ese espacio desde 1934, pero la ballena fue capturada en 1878, por lo que su esqueleto cumple este año 140 años.
El centro ha querido ofrecerle en su aniversario un homenaje al que asistieron Esther Irigaray y José Ignacio Espel, directora y presidente del Aquarium, respectivamente. También estuvieron presentes el bertsolari Andoni Egaña y Josune Izagirre, la biznieta del primer hombre que consiguió arponear a la ballena que apareció en la costa guipuzcoana.
Egaña, que dice conocer «de toda la vida» a la familia de aquel hombre llamado Roke Etxabe, le ofreció a la ballena unos bertsos originales de la época, que Antonio Zavala recogió en 1978 en el libro ‘Arrantzaren bizitza’, y que relatan la captura que tuvo lugar 100 años atrás. Egaña cantó solamente los cuatro primeros, pero el testimonio de aquella captura se recogió en 22 bertsos que describen la cobardía de unos arrantzales, el coraje de otros y el debate surgido en torno a la autoría de la caza de la ballena.
El bertsolari zarauztarra le dedicó al emblemático esqueleto otros dos nuevos bertsos de su propia creación, en los cuales destacó que «las historias hacen al pueblo» y que «hay que mirar al futuro», pero siempre «atentos al pasado».
Tras esto, los responsables del museo encendieron las velas de una tarta que rezaba «¡Mantengamos vivas nuestras tradiciones!». Fueron Josune Izagirre y sus hijos quienes se encargaron de apagar los números que indicaban la edad de la osamenta, para alegría de los niños -algunos de ellos disfrazados para celebrar también el carnaval donostiarra- que habían presenciado la celebración del cumpleaños, y que se dispusieron a reclamar su trozo de tarta.
El del Aquarium donostiarra es uno de los tres esqueletos completos que se conservan de las ballenas francas que poblaban el mar Cantábrico, y el único que se puede visitar sin salir del país; los otros dos especímenes se encuentran en Copenhague y Nápoles.
Las ballenas reportaban gran variedad de productos y riquezas, y su pesca está muy constatada en el País Vasco, gracias en parte a la tradición oral de la que dio muestra Egaña en el acto celebrado ayer. La grasa de los animales capturados en las costas vascas llegó incluso a iluminar las calles de París, pero no fue el caso del cetáceo que se encuentra en el museo.
Tras ser capturada en 1878 por los pescadores de Zarautz, Orio y Getaria, se entabló entre ellos un litigio por los derechos de aprovechamiento de la ballena, lo cual impidió obtener beneficios de su grasa y de su carne, ya que se pudrió antes de que finalizara el pleito. El esqueleto que quedó, de 10,68 metros de largo, fue adquirido por el Ayuntamiento de San Sebastián ese mismo año para que formara parte del Gabinete de Historia Natural del Instituto de Segunda Enseñanza de Guipúzcoa, que es actualmente el centro cultural Koldo Mitxelena. En 1934 la osamenta pasó a manos del Aquarium de la Fundación Oceanográfica de Gipuzkoa, donde puede verse actualmente. Fue gracias a estos eventos «afortunados» que el museo se hizo con un trozo de la historia de Gipuzkoa.
Desde ese año, los restos de este cetáceo han descansado casi ininterrumpidamente en la pinacoteca. En el año 2006, la ballena fue trasladada a Sevilla para su restauración y limpieza, pero, tras finalizar estas labores en el 2008, el esqueleto volvió a su emplazamiento habitual.
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