De aquellas fábricas, estos centros culturales
El artista Jorge Conde reúne en una exposición imágenes y sonidos de un centenar de espacios industriales reconvertidos en centros culturales, como Tabakalera
El estallido de la crisis financiera primero y económica después de 2008 llevó al artista Jorge Conde (Barcelona, 1968) a interrogarse por el futuro ... de los antiguos espacios industriales que Europa ha reconvertido en centros culturales. A lomos de esta pregunta, el artista ha registrado imágenes y sonidos de unas 125 instituciones culturales ubicadas en antiguos espacios fabriles de sesenta ciudades pertenecientes a dieciséis países distintos. Entre ellas, la donostiarra Tabakalera.
Con el título de 'Estas ruinas que (no) ves', el resultado de este trabajo –traducido en 150 fotografías e innumerables vídeos– se expone hasta el 4 de abril en el espacio madrileño de Tabacalera, dependiente del Ministerio de Cultura. La intención de Conde es que la muestra itinere por algunos de los centros incluidos en la muestra, como Tabakalera, para lo que se muestra dispuesto incluso a realizar una pieza específica. «Sería bueno para espacio expositivo porque sacaría a la luz aspectos de la historia del edificio que el público no conoce», asegura. En cualquier caso, aclara que con su trabajo «en ningún momento estoy pensando en hacer un homenaje a la sociedad industrial; al contrario: aquello ya ha periclitado y tenía muchos componentes tóxicos».
A juicio del artista catalán, «da la sensación de que empezamos a estar preparados para valorar un patrimonio que tenemos muy cercano en el tiempo porque para conservar una catedral gótica o un palacio renacentista no hace falta convencer a nadie, ni conseguir que las instituciones aporten fondos. Sin embargo, para transformar y comunicar a las nuevas generaciones una fábrica de hace sesenta años hay más problemas porque mucha gente lo considera desechable para, una vez demolido, especular con el suelo».
Además, Jorge Conde defiende que para «el sector cultural este tipo de espacios supone una oportunidad porque el terreno industrial es muy fértil. Se pueden hacer muchas cosas interesantes rastreando estos vestigios y recuperándolos». Y aclara que no se refiere únicamente a «grandes centros de cultura contemporánea, como pueda ser Tabakalera, sino también a adaptaciones a escalas más modestas y en pequeños edificios más de barrio o de suburbio».
A raíz de la crisis desatada por el hundimiento de Lehman Brothers, Conde pensó que «era pertinente preguntarse por el futuro de estos centros porque entrábamos en una profunda crisis de recursos que muy probablemente afectaría al sistema del arte y a la supervivencia de estos edificios tal y como se habían concebido, es decir, como nuevas instituciones dedicadas a la promoción de la cultura».
La reconversión de los antiguos espacios industriales en centros culturales es un fenómeno que se intensifica en España a mediados de los años ochenta, tras la promulgación de una ley de Patrimonio Histórico que otorga cierta libertad a las comunidades autónomas para que recuperen edificios de origen industrial«. En Europa, »al principio no fue iniciativa de las administraciones públicas, sino de ciudadanos, asociaciones, amigos de las antiguas fábricas o incluso artistas que encontraban en este tipo de espacios lugares adecuados para desarrollar sus actividades«. Posteriormente, apunta Conde, »se institucionaliza y no sólo eso, sino que estas recuperaciones sirven para crear escenas culturales, pero también para revalorizar el suelo«. Esto conlleva «fenómenos indeseables como la gentrificación de los barrios, con la consiguiente subida de los precios del alquiler y la marcha de los antiguos habitantes de estos barrios a otros lugares«. Pero también alumbra »fenómenos deseables«, como la contribución a preservar la identidad urbana y la memoria colectiva de un barrio. El artista recuerda que este tipo de edificaciones suele ubicarse en zonas privilegiadas de la ciudad. »No era más que una cuestión de tiempo que se empezara a recuperar este patrimonio y a valorarse de forma generalizada«.
En sus visitas, cámara y micrófonos en mano, a estos centros culturales, el artista ha tomado imágenes del interior y el exterior de los edificios, pero también ha obtenido grabaciones de audio, así como fotografías de algunos elementos significativos que encontraba a su paso: «Intento rastrear aquellas zonas de los edificios donde se puede ver un contraste entre el pasado industrial y la contemporaneidad. Esto lo encuentras en la propia arquitectura, pero también en pequeños objetos o maquinaria que haya quedado en algunos lugares, así como en determinados materiales». En cuanto a los registros sonoros, «fusiono lo que he grabado con otros registros de archivo o nuevas composiciones, transformándolos de nuevo sobre bases electrónicas que yo realizo».
A su juicio, una buena intervención arquitectónica «siempre debería preservar elementos de su memoria que nos remitan al anterior uso y a la filosofía con la que fueron construidos». Admite que el nuevo uso cultural condiciona la intervención, «pero pienso que los agentes culturales tenemos la responsabilidad de comunicar ese legado a las generaciones de ahora y de después».
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