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La actualidad innombrable

La actualidad innombrable

Una obra envolvente en hechos, hombres y nombres varios sobre cuestiones como el terrorismo islámico

SANTIAGO AIZARNA

Sábado, 14 de julio 2018, 11:53

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En tres partes divide el autor este libro que viene a ser como el epítome de un determinado momento: este en el que vivimos. Cada capítulo comienza con una breve explicación. Así, el primero: «La sensación más precisa y más aguda, para quien vive en este momento, es la de no saber dónde se pisa a cada momento. El terreno es poco firme, las líneas se desdoblan, los tejidos se deshacen, las perspectivas oscilan. Entonces se advierte con mayor evidencia que nos encontramos en la actualidad innombrable».

La primera parte de 'La actualidad innombrable', que la dedica al terrorismo islámico, cala en su exordio escribiendo que, «Entre los años 1933 y 1945, el mundo llevó a cabo un intento de autoaniquilación parcialmente exitoso. Lo que vino después fue informe, tosco y extraordinariamente poderoso. Evasivo en cada una de sus partes, es lo opuesto del mundo al que Hegel creyó apretar en la prensa del concepto».

« Es un mundo que está hecho trizas, incluso para los científicos. Un mundo que carece de un estilo propio y que usa todos los estilos. Este estado de cosas podría parecer apasionante. Pero los únicos que se apasionan son los sectarios, convencidos de tener la clave de lo que sucede. Los demás -la mayoría- simplemente se adaptan (...). Este es el mundo real»; recurre a un poema de Auden, titulado 'La edad de la ansiedad', «un poema a varias voces ambientado en un bar de Nueva York hacia finales de la Segunda Guerra Mundial. Hoy esas voces suenan remotas, como si vinieran de otro valle. La ansiedad continúa, pero ya no predomina. Lo que predomina es la inconsistencia, una inconsistencia asesina».

Desemboca en el punto preciso que le interesa, cita la metafísica y el sacrificio cruento y viene a decir que «el terrorismo islámico es sacrificial: en su forma perfecta, la víctima es el terrorista. Aquellos que mueren en el atentado son el fruto benéfico del sacrificio del terrorista. El fruto del sacrificio era, en otros tiempos, invisible. La entera maquinaria ritual era concebida para establecer un contacto y una circulación entre lo visible y lo invisible. Ahora, en cambio, el fruto del sacrificio se ha vuelto visible, cuantificable, fotografiable. Como un misil, el atentado sacrificial apunta hacia el cielo, pero cae sobre la tierra. Por eso predominan los atentados de los asesinos-suicidas que se hacen estallar. En todo caso, se da por sabido que los terroristas deben morir o hacerse matar en el atentado. Hacer que explote un artefacto gobernado a distancia ofuscaría la naturaleza sacrificial del acto».

Enemigo secular

Sigue un estudio sobre esa lacra del terrorismo en donde se apunta que «el enemigo primordial del terrorismo islámico es el mundo secular, preferiblemente en sus formas comunitarias: turismo, espectáculo, oficinas, museos, hoteles, grandes almacenes, medios de transporte. De ese modo el fruto del sacrificio no solo consistirá en matanzas numerosas, sino que tendrá una resonancia más amplia. Como toda práctica sacrificial, el terrorismo islámico se funda en el significado. Ese significado se enlaza con otros, todos convergentes hacia el mismo motivo: el odio a la sociedad secular», prosigue.

A esta parte se suma, como valor complementario, la segunda parte titulada 'La Sociedad Vienesa del Gas', que se nos presenta advirtiéndonos que «no se trata de recuerdos sino de palabras escritas, publicadas, dichas, registradas en los días entre principios de enero de 1933 y mayo de 1945. Incluso sin quererlo, todas tienen un aire de familia. Todas las imágenes de aquellos años, de cualquier procedencia, emanan algo de hipnótico. Fue el punto álgido del blanco y negro, en el cine y en la vida. Cuando apareció el tecnicolor pareció una alucinación. Era como si el tiempo hubiera formado una espiral cada vez más estrecha, que terminaba en un estrangulamiento».

Y, comienza el listado el 30 de enero de 1933. Klaus Mann parte de Berlín por la mañana temprano, «como impulsado por un mal presentimiento». Calles vacías, ciudad dormida. «Iba a ser mi última mirada a Berlín, la despedida.» Parada en Leipzig. En la estación aparece su amigo Erich Ebermayer. Pálido, nervioso. ¿Qué pasa?», le pregunté. Pareció sorprendido. '¿Cómo? ¿No lo sabes? El viejo lo ha nombrado hace una hora'. '¿El viejo?... ¿Ha nombrado a quién?'. 'A Hitler. Es canciller'.

Y sobreviene una gran apoteosis de citas: Brasillach, Simenon, Walter Benjamin, Virginia Woolf, la constelación de las amigas mitteleuropeas de Céline, de Martin du Gard en su encuentro con Montherlant, Joseph Roth y su amigo Stefan Zweig, Martin du Gard y Ernst Jünger, Jörg Lanz von Liebenfels y su texto sobre el redescubrimiento de Dios a través de la radiología y la serología, etc, Drieu La Rochelle, Élie Faure, Robert Frost escribiendo a Louis Untermeyer y Leonard y Virginia Woolf.

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