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MITXEL EZQUIAGA
Domingo, 29 de enero 2017, 18:17
No ha sido mitómana y por eso no guarda fotos con las estrellas del Festival de Cine ni con los actores del teatro de verano, como Arturo Fernández. Prefiere almacenar recuerdos: algunos «complicados», como los años en que los aficionados guardaban cola noche y día para lograr las localidades de la Quincena Musical, y otros «deliciosos», como esa 'entrada joven' que permite a los chavales disfrutar por solo tres euros de un concierto de primer nivel.
María Antonia Plaza Aduriz, la histórica taquillera del teatro Victoria Eugenia, cumple 65 años y se jubila. El 11 de febrero dejará de trabajar la mujer que muchos espectadores identifican con el teatro, el rostro amable que nunca perdía la calma y, más que una expendedora de entradas, era una asesora para el público. «Algunos me relacionan tanto con el teatro que me llaman 'María Eugenia', en lugar de María Antonia, y mis amigos del Ballet de Biarritz, que tanto me miman cuando vienen a actuar, siempre me llaman Mari Antoniette», explica con una sonrisa.
Vivió el cambio de las viejas entradas a la informatización de la taquilla, pero cree que lo fundamental sigue igual. «Somos la cara de Donostia Kultura para ayudar al público a disfrutar del teatro, la música o el cine. A mí el contacto con la gente me ha hecho feliz. Salvo casos aislados la gente es encantadora», insiste. Y confiesa que ha desarrollado un sexto sentido que permite 'identificar' de qué tipo de espectador se trata nada más entrar por la puerta.
Asesorar... y cuadrar
«Yo trabajé en otras tareas de soltera, pero luego me casé y me dediqué a cuidar a mi hijo y mi hija», recuerda ahora María Antonia Plaza. «A los 40 años me presenté a la convocatoria del Ayuntamiento y saqué la plaza después de mucho estudiar». Empezó en el Victoria Eugenia, pasó al Principal durante los años en que el centenario teatro estuvo cerrado por su reforma y después regresó al edificio de la Plaza de Oquendo, donde permanece hasta la jubilación.
Desde esas atalayas ha visto desfilar públicos tan distintos como el de la Semana de Terror, la Quincena, las obras teatrales de verano... «Es divertido ver cómo cambian los espectadores de un espectáculo a otro, aunque nuestra misión es siempre la misma. Sí es verdad que hay espectadoras mayores que me pedían ya expresamente consejo sobre qué ver, y por eso me suele gustar asomarme un rato a los espectáculos para responder al público cuando te preguntan. Pero yo he simpatizado con todos: la gente de la Semana de Terror es muy, muy rara, pero también estupenda», sonríe.
En cualquier caso María Antonia confiesa que «en casa del herrero, cuchillo de palo: no he podido ver todo lo que me hubiera gustado porque el trabajo me ataba a la silla. No se trata solo de vender: luego hay que hacer las cuentas y los balances y dejar todo cuadrado. En Donostia Kultura hemos tenido la suerte de contar siempre con unos jefes que nos dejan autonomía: mientras el servicio funcione y las cuentas estén bien, nos dejan organizarnos».
La época manual
Ese conocimiento del público permite a María Antonia Plaza augurar qué espectáculos van a funcionar o no. «En cuanto arranca la venta de entradas intuimos qué llenará. A mí me da mucha satisfacción ver el teatro lleno, y pena cuando el público no responde. Ahora mismo está siendo un éxito lo del Mago Pop, que imaginamos desde el momento en que se abrió la venta y vimos cómo se disparaba».
Algunos responsables, como José Antonio Echenique, exdirector de la Quincena, eran fijos en taquilla para supervisar los detalles. «Él nos daba consejos, se interesaba por las reacciones del público, vivía muy de cerca el contacto».
La venta en internet y la informatización de la taquilla ha cambiado todo «como de la noche al día»: «Antes era todo manual, teníamos que hacer los tacos de entradas, cuidar que no se duplicaran... Luego había que hacer todas las cuentas a mano. Y también había más colas porque todo el mundo debía pasar por taquilla. La llegada de la venta con ordenadores nos ha dado tranquilidad, pero los primeros días fueron complicadísimos».
Durante tiempo el trabajo de taquilla ha sido desempeñado sobre todo por mujeres, pero eso ha cambiado. «El verano pasado vino un chico a trabajar de refuerzo. Le explicamos la tarea y le dijimos que estuviera tranquilo, porque sería sencillo. Pero su primer día de trabajo abrió la puerta... ¡y la cola daba la vuelta a la manzana! Enseguida le cogió el truco».
La nueva vida
«Ahora tenemos el teatro 'dibujado' en el ordenador y podemos explicar fácilmente al público dónde están las localidades libres, o mostrarles cómo son las de visibilidad reducida». Entre los nuevos usos está la llamada «entrada joven», que permite a los menores de 30 años comprar por tres euros las entradas que quedan libres antes de la función. «Aquí suelen estar los chavales, y es una maravilla verles disfrutar», dice.
La taquilla exige horarios tardíos y de fin de semana, «pero me he apañado para conciliar trabajo y familia», dice María Antonia. A partir del 11 de febrero espera una nueva vida. «Me gustaría hacer yoga y mantener la cabeza despierta, y sobre todo disfrutar, ahora con tranquilidad, del teatro y de la música».
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