Incendio de un caserío en Zumaia
«Lo que empezó siendo un bonito gesto de solidaridad ha terminado de la peor manera»La casa Santa Luzia, propiedad de los Zuloaga, se incendió el miércoles y su actual propietario, bisnieto del pintor eibarrés, lamenta que los okupas que vivían en ella «no cumplieron su palabra»
La casa Santa Luzia de Zumaia, propiedad de los Zuloaga, se incendió el miércoles por la tarde y el fuego acabó con una historia ... de solidaridad que se remontaba a hace más de un siglo. Cuando el pintor eibarrés Ignacio Zuloaga compró los terrenos en 1914, permitió que una familia de baserritarras y sus descendientes vivieran allí durante décadas sin cobrarles nada a cambio. La casa quedó deshabitada en 1987 y, hace aproximadamente una década, unos primeros okupas entraron en ella y empezaron a residir allí. El actual propietario, Ignacio Suárez Zuloaga, bisnieto del famoso pintor eibartarra, les permitió vivir allí «porque tenían problemas», pero con el compromiso de que dejarían el caserío cuando se les solicitara. Sin embargo, esos okupas trajeron a otros y, llegado el momento, «no cumplieron su palabra de abandonar la casa». Entonces se produjo el incendio del miércoles y «lo que empezó siendo un bonito gesto de solidaridad ha terminado de la peor manera», lamenta Suárez Zuloaga en declaraciones a este periódico.
Afortunadamente, el incendio no provocó daños personales gracias a la rápida intervención de los bomberos y la coordinación con la Policía Municipal. En el momento en que se declaró el fuego, la vivienda estaba vacía, por lo que no se produjeron heridos. Asimismo, los cuatro perros que se encontraban en el interior fueron rescatados a tiempo por sus dueños cuando llegaron al lugar. Sin embargo, no pudieron hacer nada más porque las llamas crecieron por el viento. Aunque no se sabe aún con exactitud cómo se originó, todo indica a que el incendio fue fortuito.
La historia de Santa Luzia nace cuando se gestó Santiago Etxea en 1910. El pintor Ignacio Zuloaga compró el terreno de Santiago para construir su casa. «Adquirió todo este terreno, salvo el trozo donde estaba un hospital de peregrinos del Camino de Santiago. Ese edificio pasó a ser propiedad de una familia de Donostia», explica Ignacio Suárez Zuloaga, bisnieto del pintor eibarrés, quien tuvo que volver el miércoles por la noche de Madrid al conocer la noticia. «Esos propietarios, los Sasiain, tenían un terreno en el otro lado y un trocito pequeño aquí, dentro de nuestras tierras. Los caseros vivían en el que fuera hospital de peregrinos».
Ignacio compró al Estado su terreno, que era una playa donde se calafateaban los barcos de Getaria en la Edad Media. «Mi abuelo construyó su casa en 1914. Los baserritarras se iban a ir con sus hijos y sus animales. Mi abuelo ya era el propietario, pero como era una persona muy solidaria, junto con la compra del terreno tuvo la idea de hacerles una casa como la suya (Santiago Etxea) con el mismo aspecto, por el mismo arquitecto (Pedro Guimón) y con el mismo material, con unos establos para las vacas para que siguieran con su actividad. Algo insólito porque no era su obligación. Encima se la cedió indefinidamente a ellos y a sus hijos, a cambio de nada y sin tener que pagar renta por vivir ahí. Ellos nos regalaban pasteles el día de Santiago y el día de San Ignacio, a veces leche...», recuerda. «Dejaron la casa hacia el año 1987. Sus descendientes han vivido hasta que se fueron a vivir al pueblo».
Después, la casa estuvo vacía por muchos años, hasta hace diez o doce años, que es cuando entraron los primeros okupas. Ignacio Suárez Zuloaga intentó expulsarlos, pero tuvo una conversación con ellos. «Tenían problemas, pero no eran delincuentes. Tuvimos una buena relación con ellos». Sin embargo, esas personas que habitaban Santa Luzia trajeron a otros okupas y comenzaron los problemas de convivencia. «Hablé con ellos y les dije que les había dejado estar ahí porque no tenían dónde vivir. Esta casa surgió de un gesto de solidaridad, y esas personas han vivido ahí también por la misma razón. Les dije que les dejaba quedarse con la condición de que la desocuparan cuando se les solicitara, y estuvieron de acuerdo».
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Según Ignacio Suárez Zuloaga, el pasado mes de febrero pidió a los okupas que dejaran la casa, pero no le hicieron caso. «Queríamos empezar a actuar en el edificio porque está deteriorado, pero 'donde dije digo, digo Diego'. No se marcharon y pusimos el tema a cargo de una empresa para mediar en el desahucio». El bisnieto del pintor lamenta profundamente el incendio del miércoles. «La solidaridad nos ha costado bien cara, porque en 104 años no hemos pasado ni una noche ahí, ni hemos cobrado ni un euro. Nos hemos sentido engañados», expresa.
Proyecto para un art-hotel
Suárez Zuloaga lamenta no haber podido realizar el proyecto que tenían previsto para esa casa, un art-hotel que recordara la historia del edificio. «Llevábamos muchos años intentando conseguir la licencia de cambio de uso, hasta que ha llegado el permiso... Pero ya es tarde, nos hemos quedado sin casa». «Era una historia maravillosa de amistad entre un gran pintor y unos baserritarras. Queríamos rehabilitar y contar la historia de ese caserío, pero ahora mismo no tengo ganas de poner ni un euro. Ya veremos. Era un plan turístico y cultural, en donde queríamos incluir algunas obras de arte y fotos de los baserritarras para transmitir la historia del edificio. También incluiría una planta subterránea para diferentes eventos como bodas, cursos o exposiciones».
A Suárez Zuloaga le entristece cómo ha terminado el edificio. «Ha sido todo muy desgraciado. Habrá que esperar si deciden declararlo en ruinas. Yo, sinceramente, estoy cansado con este tema. Se me han acabado los romanticismos».
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