Jose Luis Franzesena | 25 años al frente del Cavaillé-Coll de Azkoitia
«El órgano de Azkoitia es una maravilla, una joya que nunca deja de sorprenderme»Franzesena, que cumple este sábado un cuarto de siglo al cargo del Cavallé-Coll de la parroquia azkoitiarra ofrecerá un concierto a las 20.00 junto a la soprano Mariatxen Urkia
Viernes, 31 de octubre 2025, 10:55
Este sábado se cumplen veinticinco años desde que José Luis Franzesena asumiera la titularidad del órgano Cavaillé-Coll de la iglesia de Santa María la ... Real de Azkoitia, un instrumento cuya sonoridad ha acompañado a generaciones de fieles en la localidad. Para Franzesena, nacido en Azpeitia en 1942, este aniversario es mucho más que una cifra. Es la celebración de toda una vida dedicada a la música.
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Su relación con la música comenzó siendo apenas un niño. A los cinco años inició sus primeras clases de solfeo con Julian Barrenetxea, organista de la parroquia de Azpeitia, con quien más tarde formaría parte de la escolanía. «Éramos setenta chavales -recuerda-, y hasta que no pasabas ciertas asignaturas no te dejaban subir al coro. En un año las pasé todas, y con seis ya estaba cantando».
A los diez años marchó a Arantzazu, donde estudió piano, y con trece ya era organista titular en un pueblo pequeño de Gernika hasta que cumplió los quince. Recuerda cómo le llevaron «en moto», con 15 años, a tocar a Gernika. «Se quedaron sin organista y el fraile me llevó en moto hasta Gernika».
Tocaba sobre todo en funerales. «Cuando había funeral, íbamos a comer a la casa del difunto, me acompañaba un fraile de Bermeo. Llegábamos rezando y regresábamos cantando», dice entre risas.
Regresó a Azpeitia a punto de cumplir lo dieciséis. «Cuando el maestro Barrenetxea se enteró de que estaba en la localidad, me reclamó para tocar en la parroquia» pero «los músicos no ganaban mucho por aquel entonces», dice, por lo que «me obligaron a estudiar mecánica».
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Franzesena ha compaginado su carrera musical con trabajos en distintos ámbitos: contabilidad, marketing o comercio. Sin embargo, su verdadera vocación siempre fue la música. Estando de comercial en la Feria de Valencia, le propusieron dirigir la Banda Municipal de Música de Azpeitia por lo que lo dejó todo por la música. En 1987 fue nombrado director de la Banda de Azpeitia, cargo que mantuvo durante veinte años, y también fundó y dirigió el coro Julian Barrenetxea hasta 2001.
Completó sus estudios de órgano en el Conservatorio Superior de San Sebastián, donde se formó con el maestro Esteban Elizondo. Franzesena ha desarrollado una intensa trayectoria como pianista, organista y director. Su llegada a Azkoitia fue casi natural. «Ya conocía a la gente, había tocado aquí muchas veces. Cuando el entonces organista de la parroquia, Telesforo Garmendia, cumplió 75 años, me propuso quedarme con el órgano. Le dije: '¿Cómo no voy a aceptarlo? ¡Cualquier organista del mundo lo haría!». Desde entonces, no ha faltado a su cita con el instrumento cada fin de semana.
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Un compromiso sin fisuras
Durante un cuarto de siglo, Franzesena ha acompañado las misas, funerales y celebraciones de la parroquia. «Los sábados y domingos hay tres misas, y entre semana suele haber una o dos funerales. Es un compromiso constante, pero lo disfruto. Siempre intento ofrecer alguna pieza especial entre los huecos», explica.
Incluso una enfermedad reciente no ha frenado su pasión. «Ya me han dado el alta, y sigo con ganas de continuar. Tengo 83 años, pero mientras pueda, aquí estaré», asegura.
El gran órgano Cavaillé-Coll de Azkoitia es, en sus palabras, «una obra de arte». Construido por uno de los más célebres organeros del siglo XIX, guarda una sonoridad inconfundible. «Fue el último gran instrumento que hizo Cavaillé-Coll, cuando ya dominaba todos los secretos de la mejora acústica. Es una maravilla. Muchos organistas vienen, lo prueban dos minutos, y se quedan asombrados».
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Concierto, esta tarde
Además de su labor como intérprete, Franzesena ha sido formador de varias generaciones de jóvenes músicos. «He tenido muchos alumnos, incluso una docena a la vez. Todos han seguido su propio camino. No es fácil encontrar relevo, pero siempre hay alguno dispuesto a continuar».
Cuando él no puede tocar se encarga de encontrar algún suplente. «Nunca he fallado, pero si alguna vez no puedo, siempre hay alguien preparado. En una ocasión llegué justo por un atasco en Loiola. ¡Qué susto pasé!», recuerda entre risas.
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Justamente hoy, 1 de noviembre, se cumplen 25 años desde que ofreciera su primer concierto en Azkoitia, Día de Todos los Santos del año 2000, «junto a Iraurgi Abesbatza», recuerda. Hoy volverá a sentarse al frente del Caviaillé-Coll junto a la soprano Mariatxen Urkia, a partir de las 20.00. «Aquel concierto fue un momento muy especial. Este órgano te envuelve, te emociona. Es un privilegio poder seguir tocándolo después de tantos años», asegura con la intención de rememorar este cuarto de siglo con la ilusión del primer día.
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