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Tráiler de 'Nadie quiere la noche'.
«La alfombra roja no me mola nada»

«La alfombra roja no me mola nada»

Juliette Binoche encarna a la esposa de un explorador desaparecido en el Polo Norte en 'Nadie quiere la noche', un filme que mezcla aventura y romance

roberto gonzález

Jueves, 26 de noviembre 2015, 12:39

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Isabel Coixet se embarcó en una odisea para contar la historia de Josephine (Juliette Binoche), una mujer rica que viaja al Polo Norte para reunirse con su marido, el explorador Robert Peary (Gabriel Byrne). Su aventura tomará un giro inesperado cuando se encuentre con Allaka, una mujer inuit (Rinko Kikuchi).

¿Cómo te llegó la historia?

Fue una idea de Miguel Barros, un aventurero y un gran escritor. Él tenía la necesidad de contar la conquista del Polo Norte desde la perspectiva de las mujeres que estaban en la sombra. Existió Josephine Peary, existió Allaka y fue amante de Robert, pero a partir de todas esas cosas Miguel se ha inventado una historia.

¿Te gusta trabajar sobre guiones ajenos?

Para mí es mucho más fácil escribir yo el guion, pero si te ofrecen algo tan bueno como esto, es tonto decir que no.

Con las condiciones extremas habrá sido una película muy difícil de rodar.

Sí. Ha sido una película difícil de financiar, de reducir, de rodar, de mantenerla... Empezamos a rodar en Noruega entre 5 y 23 grados bajo cero, luego nos trasladamos a un estudio y luego a otro y lo difícil era mantener ese espíritu del frío en todo lo que estábamos haciendo.

¿Cómo has trabajado con Juliette Binoche?

Cuando leí el guion yo la veía a ella y a Rinko para esos personajes. Juliette tardó casi seis meses en leer el guion pero estaba convencida de que le gustaría. Es una mujer muy inspiradora, una artista que no para de ensayar. Es una campeona de la película, que la defiende por todo el mundo.

¿Cómo hizo Kikuchi, que es japonesa, para meterse en la piel de una inuit?

Tuvimos a una descendiente de Allaka que sale al principio de la película, venía de Groenlandia y estuvo todo el rato con Rinko. Hubo un trabajo casi de mimetización entre las dos. También tuvimos un asesor de Barcelona que es un gran experto en el mundo inuit que nos enseñó cómo se construía un iglú, cómo son las cabañas, cómo se caza...

Aunque te vayas a los confines del mundo tratas historias intimistas.

Ay, sí. No se puede evitar. ¡Pero estaba en el guion! Una de las cosas que más me atrajo es que es una aventura épica que da un quiebro y se transforma en algo más estimulante. Bajo los flashes

Has dicho, no sé si de broma, que casi preferías que Terrence Malick abriera el festival de Berlín.

Sobre la promoción de las películas en los festivales tengo una visión muy práctica: se hace para que la película tenga exposición, a la gente le suene de algo y vaya a verla. A mí, esto de la alfombra roja y los flashes me parece antinatural y no me mola nada. Si pudiera, iría con una bolsa de papel en la cabeza, como Shia LaBeouf. Lo bonito de mi oficio es hacer las cosas, lo demás es una especie de daño colateral.

En tus últimas cintas pareces alternar mucho el género y la magnitud de los proyectos.

Eso es la belleza de ser un cineasta. Me gusta hacer cine de guerrilla, probar cosas, meter la pata... Hacer cine es una posibilidad de explorar el mundo y en eso estoy.

Ya que lo mencionas, ¿consideras que has tenido alguna metedura de pata?

Sí, claro. Hay una película que firmo yo pero que fue remontada por la productora. Mi metedura de pata fue no defender a fondo una visión muy concreta que yo tenía de la historia, ceder y dejarme arrebatar una película que acabo siendo más convencional. Fue Mi otro yo, un trago muy duro. Me planteé dejar el cine después de esta película.

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