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Imagen de Chillida en la fragua de Hernani en 1951.
Hernani, punto de partida para Chillida

Hernani

Hernani, punto de partida para Chillida

Aunque muchos lo desconozcan en el propio municipio, el genial escultor dio sus primeros pasos con el hierro en un barrio en el que entonces Etxeberri era solo un proyecto

Sábado, 15 de marzo 2025

Poco se puede descubrir ya de la obra y figura del genial escultor donostiarra Eduardo Chillida... o no. Cuando se han cumplido 100 años desde su nacimiento, cuando se han llevado a cabo todo tipo de actos en torno a una figura cuya dimensión no admite discusión, hay aspectos de su vida que o bien no se conocen o no han tomado la transcendencia que merecen. Y una de ellas afecta directamente a Hernani y, en concreto, al barrio de La Florida. Como decía aquel, «contigo empezó todo»; pues en el caso del Eduardo Chillida escultor y su relación con el hierro, se puede aplicar aquello de «en Hernani empezó todo»... y ya conocen todos los lectores el recorrido posterior que tuvo.

La figura de Eduardo Chillida es única y Hernani guarda una relación estrecha con ella debido a la presencia en su término municipal del museo que recoge su obra: Chillida Leku. Pero es que hay mucho más, incluso en puntos del municipio por los que uno pasa todos los días y desconoce la relación que tuvieron con Eduardo Chillida y su mujer Pilar Belzunce. La historia comienza en 1951, cuando el matrimonio decide abandonar el París en el que habían vivido y regresar a Euskadi. Con una situación económica que distaba mucho de ser boyante, el matrimonio Chillida-Belzunce llega a Hernani, en concreto a la villa Vista Alegre que estaba situada en el barrio La Florida, en el área en el que en la actualidad está ubicado el parque Politena, justo encima del actual bolatoki. Un inmueble que pertenecía a una tía del escultor, que les dejó para vivir 'a bajo coste' y para que el artista siguiera realizando su trabajo. En ella estuvieron viviendo hasta el año 1958, momento en el que abandonan la fría Vista Alegre para irse a residir al Alto de Miracruz.

  • 1951 es el año en el que Eduardo Chillida comienza a trabajar su obra en la fragua de Manuel Illarramendi, situada en el conocido como 'el callejón' del barrio La Florida

Pero la etapa vivida en el barrio La Florida de Hernani no fue una más para Eduardo Chillida y, sobre todo, para su obra. Es en aquel periodo cuando se acerca por primera vez al hierro, por medio de la fragua que Manuel Illarraendi tenía en el propio barrio. Muchos vecinos de la zona conocen el lugar en el que está ubicada como 'el callejón'. «Podemos decir que es allí donde Chillida entra en contacto con el hierro, que ha sido el gran protagonista de su obra». Son palabras del pintor y escultor Víctor Goikoetxea y del arquitecto Alberto Pombo, que han realizado un trabajo sobre esos rincones hernaniarras que marcaron los primeros pasos de Chillida, con la intención de que se transmita esa importante etapa a futuras generaciones.

Chillida y Belzunce residieron en una villa de Hernani entre 1951 y 1957, etapa crucial en su carrera

Efectivamente, fue en la pequeña herrería de Manuel Illarramendi en la que el reconocido escultor dio sus primeros pasos con el hierro. Acudía de seis a ocho de la mañana para realizar sus trabajos, antes de que comenzase a trabajar la fragua para su labor habitual. El dueño de la propia fragua, junto a sus ayudantes Paco Zelarain y Agustín Arrieta, compartieron con Eduardo Chillida horas de trabajo con el hierro. «La realidad es que pensaban que Eduardo Chillida era un loco, ya que llegaba con unas ideas que eran difíciles de entender» señalan, lo que no les impidió mantener una relación muy estrecha de la que el escultor siempre habló con especial cariño. Años en los que jugaban a pelota en el frontón ubicado en la propia villa y luego se acercaban al bar Benta Berri, en un edificio que hoy en día está ya derribado, para tomar unos vinos. «Han contado anécdotas bonitas, como que Eduardo iba, mostraba sus bolsillos vacíos y les comentaba que no tenía dinero ni para pagar ese txikito», indican los autores del estudio.

Una etapa única que marcó a un genial escultor que luego fue reconocido en todo el mundo precisamente por su trabajo con el hierro. «Cuando Chillida llegó de París a Hernani lo hizo desubicado. Es algo que pasa mucho a los artistas, que no saben hacía dónde quieren ir pero sí tienen claro hacía dónde no dirigirse». En esa situación llegó junto a su mujer Pilar y sus hijos a la villa Vista Alegre, situada junto a la de Politena, en un barrio que todavía no contaba con el grupo Etxeberri. Fue precisamente la construcción de los diez bloques a manos de la cooperativa Oriamendi la que conllevó el derribo de la villa Vista Alegre, además del caserío Etxeberri. En aquella época se hizo, seguro, desconociendo la importancia de un edificio que acogió a un escultor que con los años se haría universal.

Una etapa nada sencilla «con un Eduardo Chillida solitario que pasaba mucho tiempo dibujando» y que en el año 1951 comenzó a trabajar su obra en la fragua de Illarramendi. «La verdadera raíz de la obra de Chillida está en aquella etapa, en Hernani. Fue un momento crucial porque era una etapa en la que el artista no sabía hacia donde tirar», insisten Goikoetxea y Pombo. Un dato: Esteban Corbella, que todavía reside en las cercanías de la estación del tren situada en La Florida, le hizo el primer horno con ladrillo al propio Eduardo Chillida para realizar sus obras. Han pasado muchos años: Chillida contaba con apenas 22 y Corbella no pasaba de los 17. «Si algo ha caracterizado a la obra de Eduardo Chillida ha sido su potencia y la encontró con el uso del hierro. Es algo que le mantuvo muy vinculado a las fraguas del territorio y el primer paso lo dio en una pequeña que muchos hernaniarras desconocen, que está en 'el callejón' del barrio Florida», remarcan los autores del estudio. El propio Eduardo Chillida en una entrevista concedida a Edorta Kortadi Olano en el año 1992 muestra en primera persona lo que supuso para él los años que vivió en Hernani. «Tengo muy buenos recuerdos de Hernani -comentaba- Fueron 7 años de mi vida y una suerte que cayera allí. A mi vuelta de París, Pili y yo andábamos buscando un caserío, un sitio aislado», algo que, por otra parte, siempre le atrajo al escultor, como afirmaba él, el hecho de «vivir aislado».

Lo encontró en La Florida, gracias a su tía Victorina Olasagasti. «Nos la alquiló, por hacernos un favor, y a muy bajo precio». El propio Chillida reconocía en el año 1992 que en aquella primera época «no teníamos ni un duro». Una etapa en Hernani que recordaba el escultor con cariño: «Era una villa muy grande, con un frontón. La llamaban 'El Palacio'. Lo cierto es que hacía un frío espantoso. Como no había calefacción, había que jugar a pelota. Los niños tenían que llevar guantes dentro de casa».

Fue la etapa en la que comienza su relación con el hierro en la fragua de Manuel Illarramendi. «Paco Zelarain y Agustín Arrieta venían a jugar al frontón de la villa tras trabajar en la herrería. Trabajé con todos ellos en la de Manuel Illaramendi. Era una pequeña herrería clásica vasca. Illarramendi era un hombre muy callado pero sabía mucho, un personaje estupendo», recordaba el escultor. Reconocía entonces que entró en la herrería situada en La Florida «casi de casualidad» y así les conoció y pudo luego trabajar con ellos y experimentar con el hierro para sus obras.

La conversación con Edorta Kortadi muestra muchos de los entresijos de lo que fue aquella época hernaniarra para Eduardo Chillida. No fue larga, apenas siete años, pero sí fundamental en su acercamiento y relación con el hierro, materia central en el legado artístico que ha dejado el escultor. «La verdad es que yo en París había visto cosas en bronce de González y de Gargallo, pero no de hierro. La vuelta a mi tierra fue importante y emocionante para mí en este sentido. Aquí supe yo quién era, de dónde venía. Aquí, en Hernani, vi un día por casualidad que enfrente de mi casa había una herrería y descubrí aquel mundo oscuro, lejano, primitivo, fecundo. Descubrí allí el hierro trabajado a golpe de martillo, distinto del hierro-bronce de las exposiciones. Comencé a trabajar en aquella herrería a horas absurdas, al amanecer y al anochecer, hasta que mi tía me permitió poner una fragua en el garaje de la casa». Palabras del propio Eduardo Chillida que no hacen más que confirmar la importancia de su paso por el barrio de La Florida de Hernani en su evolución posterior. «Aquellas primeras obras yo las ponía a la vista en Vista Alegre. Más tarde salieron algunas a casa de Juan Huarte, que me ayudó mucho en aquellos años comprando bastantes obras» recordaba Chillida en el 92. Ya entonces reconocía que aquellas primeras obras años después «se pagan mucho en las subastas», citando una del año 1952 que lleva el nombre de 'Hilarriak'.

En Hernani tuvo a cuatro de sus hijos: Susana, Pedro, Ignacio y Carmen... Un dato también importante en su vida.

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