Jesús Martín en su relojería, taller de restauración de relojes en la Rue de la Liberté,7 de Hendaya. A. D. C.

Jesús Martín, relojero restaurador en L'Atelier du temps en Hendaya: «Cada vez hay más jóvenes a los que les gusta el reloj de cuerda, el del abuelo»

Arregla relojes antiguos, de pie, de pared, de sobremesa y por supuesto, de bolsillo y de muñeca en su taller

ALICIA DEL CASTILLO * ADELCASTILLO@DIARIOVASCO.COM

Viernes, 31 de octubre 2025

En L'Atelier du temps el tiempo se detiene y vuelve a ponerse en marcha. En este taller de relojes, situado en Hendaya, el relojero, l'horloger, el irunés Jesús Martín, reconoce que los relojes están parados y que solo los pone en marcha y en hora, unos días antes de que vuelvan a sus casas, en perfectas condiciones. La vista se pierde entre relojes antiguos, de pie, de pared, de sobremesa y por supuesto, de bolsillo y de muñeca.

Publicidad

–¿Desde cuándo ese interés por los relojes?

–Empecé a estudiar relojería en el 1993, soy el único relojero en la familia. Un día me metí en una cafetería a desayunar, abrí El Diario Vasco y vi un anuncio de un curso de relojería del País Vasco y allí que me fui.

FUTURO«De cara a la jubilación no descarto montar una pequeña escuela»TALLER«Abrí aquí porque hay mucha pasión por el reloj, sobre todo por el vintage, el reloj de época»

–¿Sin conexión con los relojes hasta entonces?

–Siempre he sido muy manitas desde bien pequeño.

–¿Eras de esos niños que desmontan todo lo que pillan?

–Efectivamente. Las vecinas de la ama me bajaban la plancha, la cafetera...,Me gustaba desmontar, montar, siempre sobraba algún tornillo, pero el caso es que funcionaba. Estudié relojería básica dos años, después otros dos de joyería. Lo que pasa es que mi pasión es la relojería. Luego fui brocante por brocante, a mercados de antigüedades, comprando reliquias, joyas, haciendo piezas a mano, me compré en Alemania un torno, fui haciendo ejes de volante puesto que la fornitura, las piezas de los relojes, hay muchas que escasean y tienes que hacerlas a mano. Es un trabajo muy artesanal.

–Relojería y joyería.

–Eso es. Me compré el láser para hacer microsoldaduras en cadenas y también lo utilizo mucho para hacer piezas rotas.

–Aquí hay todo tipo de relojes.

–Todo tipo de relojes, todo tipo de marcas. He trabajado para muchas joyerías. Había una que me decía que había mandado los relojes al servicio oficial y no habían sido capaces de repararlos y yo lo había hecho.

–Cada reloj es un reto.

–Así lo siento yo. Me traes un reloj destrozado y te lo dejo nuevo.

–Tienes relojes muy curiosos.

–Aquí por ejemplo hay un Luis XVI del siglo XIX. Ahora estoy trabajando con un mecanismo París, un reloj muy conocido que se llama Ojo de Buey. Y tengo también el típico reloj Morez, de péndulo, de pared, que lo fabricaban los hermanos franceses, este data de 1840-50. De estos igual restauro tres al mes. Les pongo hasta las cuerdas originales, rojas, parafinadas. Cada péndulo lleva su pesa con su gramaje, sus kilos.

Publicidad

–Y también relojes de bolsillo.

–Sí, de plata, de oro. El problema que tienen los de bolsillo es que por golpes se rompe muy fácil el eje de volante. Los antiguos se llamaban cañas, un cilindro con unos pivotes en los costados, que es como un cabello de fino y es lo que se rompe normalmente. Es el movimiento del reloj, lo que balancea dentro, como si fuese el motor. Y esos los tengo que hacer con el torno. Hay veces que no te salen a la primera porque son tan finos que si se te escapa el buril, lo cascas.

–Se sigue llevando reloj de pulsera.

–Sí, y a pesar de que el reloj electrónico se usa mucho, sobre todo por el tema deportivo, estoy alucinando. Abrí este taller hace 9 años, aunque llevaba mucho tiempo trabajando en el trastero de mis padres. Decidí abrir aquí porque hay mucha pasión por el reloj, sobre todo por el vintage, el reloj de época y me he dado cuenta de que cada vez hay más jóvenes que les gusta el reloj de los años -60-70, el automático, el de cuerda, el del abuelo.

Publicidad

–Es que visten mucho.

–Siempre he dicho que un reloj llamativo, bueno, es la joya de los hombres. Las mujeres tienen más opciones. Yo también tengo mi pequeña colección y conservo el primero que le arreglé a mi padre. Aquí hay mucho mercado de antigüedades. Cuando voy, me llaman los comerciantes: ¡Horloger, horloger!, para que les arregle y compro muchos para despiece también. Las piezas no son exactas porque están hechas a mano, así que las voy modificando hasta tener lo que necesito.

–¿El reto más difícil?

–Un Jaeger-LeCoultre suizo, una marca de prestigio, que compré en un mercado de antigüedades y estaba para tirarlo. Lo restauré y lo dejé que parecía salido de la tienda. Me lo han intentado comprar, pero no me deshago de él. Otro fue a una señora de Urruña un reloj de herencia, de bolsillo, de oro macizo, que se le había roto el famoso eje de volante, y a la segunda conseguí sacarlo. Un Patek Philippe, de 15.000 para arriba. Se fue saltando de alegría y la tengo de clienta, de las que me recomienda. Ese habrá sido el más excepcional, a pesar de que hago Rolex, Cartier, Hermes...

Publicidad

–Esto es un arte...

–Hay veces que me llama mi mujer y me pregunta: «¿Pero qué hacer, ¿ya sabes la hora que es?». Y yo en el taller, sin darme cuenta del paso del tiempo.

–¿Los relojes no están en hora?

–No, si no, me volvería loco. Los pongo en marcha cuatro o cinco días en observación antes de llamar al cliente y punto.

–Esta profesión...

–Se está perdiendo. Incluso llegué a plantear al ayuntamiento de Hendaya, que igual de cara a la jubilación pido un tipo de ayuda y monto una escuela para cinco o seis alumnos. En este momento tengo tanto trabajo que no puedo, pero es algo que no descarto.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad