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El desfile de Carnaval irunés deja cada año unos cuantos detalles dignos de mención. A veces se le escapan cosas al cronista, cómo no, entre ... tanto participante, tanto movimiento, tanto colorido.
El resumen del desfile de este sábado da para muchos comentarios, pero tiene una protagonista clara, la comparsa Los Trankilos que cerró la marcha. No es su primera participación, pero es obvio que han ido afinando. El tema, con los legionarios y el franquismo en el eje, no era especialmente novedoso, pero lo llevaron a la práctica con mucho acierto. Había un pequeño dictador, acompañado por una versión de La Collares debidamente más alta. Se montaba alfombra roja y altillo y se gestaba el pequeño show en una combinación de ingredientes, entre ellos, el himno de la Legión, la cabra, los pasos de Semana Santa y la presencia de una versión de Torrente a la que no le faltaba ni (des)fachatez ni pretensión seductora. Transgresor, sí, como siempre con esta cuadrilla de 'jóvenes caseros de Irun', pero más fino que intentos previos. Y más divertido. Por este camino, van a conseguir que se les espere cada año. El domingo no suelen desfilar. Bastante tienen con terminar el sábado.
Si destacan Los Trankilos es porque aportan al desfile irunés un ingrediente del que adolecía. Pero el Carnaval local tiene sus puntos fuertes. Muchos. Uno de ellos es el que abre el desfile, un Zanpantzar que cada año se disfraza para invitarnos a una reflexión, sacarnos una sonrisa o contarnos alguna historia. Este año, en este Carnaval tardío, es un insecto primaveral que clama por despertar a la naturaleza que ha hibernado los meses (esta vez no tan) fríos del año.
Entre las comparsas, mención destacada, como siempre, a Aurreratu, porque si Los Trankilos aporta algo especial, qué decir de esta comparsa, inmensa en todos los sentidos.
Complicado detenerse en cada una de las otras 13 agrupaciones participantes. De todas habría mucho que decir y algo especial que destacar. Con la limitación de espacio como enemigo feroz, sólo caben algunos apuntes que injustamente hay que seleccionar entre otros igualmente merecedores.
El primero para La Salle. Una avería del remolcador de su carroza los puso contra las cuerdas. Hubo solución de urgencia, con unos pasos atrás (por la calle Zubiaurre) para coger impulso y retomar la marcha en una última posición con otro coche traccionando.
Las coreografías, en general vistosísimas, dejaron varios momentos especialmente brillantes. Los de los bailarines y bailarinas de Ainhoa, en su juego de impermeables y paraguas, pueden ser unos de los que merezcan mención. No los únicos, desde luego.
De las carrozas, en otra decisión que se reconoce injusta, esta crónica pone el foco en el tren que 22 Academy usó para hacer viajar a toda su tropa a 1922 para que disfrutara del mejor swing.
Y de los trajes, no por que fueran los mejores, no porque fueran los que más lucieron, pero sí porque rompían con su estilo habitual, los de la academia de Carlos Zapirain, que sin renunciar a la elegancia se vistieron más 'carnavaleros' que nunca.
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