Irun
«En el siglo XVI las mujeres reivindicaban sus derechos y acudían a la justicia»Ana Galdós Monfort. 'Espacios femeninos a finales del Renacimiento. Vida, trabajo y memoria de las mujeres irundarras' es el título de su último trabajo de investigación
La ganadora de la primera edición de la Beca de Igualdad Julia Iruretagoyena del ayuntamiento de Irun, Ana Galdós Monfort, acaba de presentar el resultado ... de su trabajo de investigación. 'Espacios femeninos a finales del Renacimiento. Vida, trabajo y memoria de las mujeres irundarras' es el título del trabajo de esta Arqueóloga, Historiadora e Investigadora de la UPV, en el que habla sobre cómo las mujeres irunesas de los siglos XV y XVI definieron y redefinieron sus espacios y roles dentro de un mundo en transformación, a caballo entre la Edad Media y el principio de la Modernidad. El libro, un ensayo divulgativo, lo editará el ayuntamiento de Irun a lo largo del año 2025.
–Investigadora de la Historia, entonces...
–Formo parte de un grupo de investigación de la UPV/EHU que se llama 'Sociedades, Procesos, Culturas' y estoy en un proyecto sobre trascripción y edición de fuentes documentales medievales.
«Si hay un divorcio o si ella muere sin hijos el patrimonio de la dote vuelve a la familia de ella»
–¿Sobre todo tipo de temas?
–Centrado en el siglo XV en las actas municipales de Vitoria. Encuentras muchas cosas que están muy relacionadas con la actualidad... Desde construcciones sin permisos, o en solares donde no quieren los vecinos.
–¿Y la temática para este trabajo la tenía clara?
– Llevo 25 años investigando y me he encontrado muchos temas relacionados con mujeres. Pero luego me doy cuenta de que la gente cree que no hay documentos y se tiene una idea equivocada de que las mujeres en el pasado sólo tenían el rol de madres y el hogar, que no tenían poder ni derechos y sí los tenían. Ellas reivindican sus derechos y van a la justicia y los tribunales, si tienen razón, se la dan.
–¿Hay ejemplos concretos?
– Por ejemplo, al heredar la casa. Ellas tenían el derecho a heredar la casa independientemente de que tuvieran hermanos. En Irun en este estudio se ha visto que si la casa tiene mucha importancia y si la hereda la hija, por ejemplo, al entregarla como dote, entonces los hijos adoptan el apellido de la madre.
–Y nos creemos modernos...
– Era algo que se hacía. Si la mujer iba a casa de su marido tenía menos poder de decisión, pero si la mujer tenía la casa como dote, tenía más poder. Dependiendo de la familia, de su importancia, en el contrato matrimonial se especifica: «los hijos tienen que adoptar el apellido maternal porque es el nombre de la casa».
–Porque la casa era lo que importaba.
– Eso es. Cuanto más antigua, más importante es la familia y eso lo tienen que transmitir. Y muchas veces son las mujeres las que transmiten esa memoria familiar.
–¿Porque recogen las historias?
– Sobre todo en la memoria de los difuntos. Cuanto más importante es la familia, más tienen que reivindicar que se nombre ese apellido, en la iglesia, en los actos públicos. Son las mujeres las que se encargan de que eso siga así. Por ejemplo, en los aniversarios de difuntos, ellas llevan las ofrendas, las velas...No quería hacer un listado de espacios femeninos; las fuentes, los molinos...Yo quería contar las experiencias de vida de las mujeres en esos espacios. Y hay muchas cosas interesantes. En la iglesia, por ejemplo, las mujeres se sentaban, cuanto más importancia tuviera el apellido, más cerca del altar. Y era un espacio que no se podía perder, así que las mujeres tenían que cuidar el honor, que la casa siguiera siendo importante. Hay una historia en la que una mujer embarazada se sienta con sus ofrendas en el lugar en el que le corresponde. Otra mujer le empieza a insultar y a decirle que esa silla es suya. En el momento en que se levanta para entregar las ofrendas al altar, la otra ocupa el asiento. Todo termina con una gran discusión, pegándose, insultándose y en un juicio en el que se determina quién se tiene que sentar en ese lugar. No solo es el espacio de la iglesia, es lo que representa fuera, la comunidad.
–Así que la mujer cuidaba el honor de la familia.
– Hay un dato que yo desconocía y que me encantó. Una mujer soltera llevaba el pelo suelto, cuando se casaban, se lo recogían y se ponían una toca, que pasaba a ser negra en las viudas. Me he encontrado varios momentos en que dos mujeres discuten, se insultan e incluso llegan a las manos y en el último momento, una de ellas le quita la toca a la otra. Le he llamado las destocadas. Es como decir: tú no te mereces la toca porque eres una mala esposa.
–¿Había muchos acuerdos matrimoniales?
– Entre los más poderosos, sí. En ese momento las familias más poderosas son las que tienen una ferrería. Las hijas de esas familias se tienen que casar con personas que tengan dinero. Hay una mujer que llega a ser dueña de ferrería: María de Ibarrola. No quiere casarse con quien dicen sus padres, un Legia, pero le dan la casa como dote y parte de la ferrería. Entonces se casa y es ella la que la gestiona. Fue de las más importantes.
–¿En ese momento existía el divorcio?
– Sí, y se da el caso de que si hay un divorcio o si ella muere sin hijos, el patrimonio de la dote vuelve a la familia de ella, no se lo queda él. Eso estaba en todos los contratos, quedaba constancia. Yo lo cedo, pero si pasa cualquier cosa, vuelve a la familia.
–Y eso en el siglo XVI...
– Aparecen muchos casos de amancebamiento y en ellos las mujeres eran las castigadas, ellos no. Y temas de maltato en el Archivo Diocesano hay un montón. Hay una denuncia, se investiga, hay un juicio.... Se pedía la nulidad matrimonial por maltrato y también por impotencia. Era muy importante tener hijos para la trasmisión del linaje y la casa.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión