Irun

La losa de un césped que apenas es capaz de drenar algo

No es cuestión de culpar al empedrado porque tanto contra el Bilbao Athletic como el sábado ante la Segoviana, el Real Unión goleó en un césped anegado donde era complicado jugar. Entre un partido y otro, sin embargo, ha habido diferencia. Esta vez, aun con los enormes charcos, el terreno aguantó mejor, no estaba tan blando como en anteriores ocasiones. El club ha llevado a cabo un tratamiento en ese sentido y ha tenido (algo de) efecto.

El drama con el césped viene de muy atrás, pero lo de este año, más allá de que son demasiadas las ocasiones en las que el partido de casa coincide con aguaceros mayúsculos, está siendo un drama.

Me decían tras la visita del Zamora, otra catástrofe en lo que al verde se refiere, que cuando se hizo el nuevo Gal no se hicieron bien las cosas, no se usó el mejor sistema ni los mejores materiales para el drenaje. Ha pasado desde entonces tiempo suficiente como para que la memoria transforme hechos, pero la mía recuerda un comentario generalizado sobre lo bien que drenaba el nuevo campo respecto al viejo, entre otras cosas, porque se elevó unos metros la cota para distanciarla de la altura del río.

Sin ser experto, me voy a permitir un apunte. Desde hace un par de años, las mareas vivas son capaces de sacar el agua del cauce del río e inundar el paseo que separa el Bidasoa del Stadium Gal. Impensable en el año 97 cuando se inauguró el nuevo campo. Las mareas llevan aguas de alta salinidad cada vez a cotas más elevadas y quizá aquellos metros que se ganaron entonces no son tan eficaces ahora.