El legado de Oiasso, a buen recaudo

Gordailua. Esta semana, la visita abierta al público se dedicó a la colección de restos arquológicos de origen romano, su contexto y cómo se cuidan y protegen

Domingo, 14 de marzo 2021, 00:10

Gordailua es un tesoro. Lo correcto sería decir que es un cofre con un enorme tesoro (patrimonial) dentro. Concretamente, el cofre del tesoro de ... la Diputación Foral de Gipuzkoa. Pero no es un museo.

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Gordailua es ese llamativo edificio protegido por lamas negras de metal, en el cruce de las calles Hilanderas y Auzolan, en Belaskoenea. Astigarraga y Lasarte, los mismos arquitectos de Ficoba, apostaron aquí por ese entramado exterior de aspecto protector que, además, sirve para esconder, con cierto pudor, la mole sin ventanas que hay debajo. Porque Gordailua es un cofre y los cofres no tienen ventanas. Las condiciones ambientales se controlan al detalle, persiguiendo el fin último para el que se creó: preservar el patrimonio arqueológico, histórico, artístico y etnográfico del territorio.

  • Gordailua

  • La moderna sede del Centro de Colecciones Patrimoniales de Gipuzkoa cumplirá 10 años en junio.

  • Para participar en las visitas abiertas al público hay que inscribirse en el 943 555 520.

  • Proximas visitas

  • Cestos y cestas.

  • Vidrieras restauración y acondicionamiento

  • Restaurar qué y cómo.

Los suelos y las paredes están desnudos para ser más asépticos. Los sistemas de control de ventilación y humedad hacen mucho ruido. La mayoría de las piezas están metidas en armarios, cuando no en cajas, y los accesos a los distintos espacios tienen puertas de garaje. Hay palés y baldas metálicas con restos de todo tipo, etiquetados con nomenclaturas indescifrables y códigos 2D, sin explicación ni contexto para el visitante. Porque no es un museo.

Gordailua no está pensado para que se visite, pero se visita. Existe un programa de recorridos guiados por su interior que se está llevando a cabo en este 2021 pandémico, con las dificultades añadidas que eso supone. Porque tan cierto como que Gordailua no es un museo, es que lo que contiene merece ser dado a conocer.

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Urkiri Salaberria y Nekane Galán guiaron la visita de este último viernes, 'Arqueología: la civitas de Oiasso', la cuarta en lo que va de año y aún hay previstas tres más antes de que acabe abril. Hacen falta dos guías porque la pandemia obliga a dividir el grupo en subconjuntos más pequeños. Dificultades para los organizadores; un lujo para los asistentes.

Lleven el título que lleven, las visitas siguen un guion similar que empieza por explicar a los asistentes los distintos sistemas para evitar daños en las colecciones. El más impactante, el proceso de anoxia: una burbuja sin oxígeno a la que se somete cualquier pieza que se vaya a incorporar para eliminar el riesgo de que introduzca una plaga.

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Los visitantes tienen después la oportunidad de recorrer algunos de los almacenes (y echar un vistazo a los de objetos pesados, al de voluminosos y al de Porcelanas Bidasoa) y ver desde fuera algunos talleres (fotografía, arqueología, restauración artística...). «La arqueóloga de Gordailua realiza una pequeña selección para cada visita», apuntaba Salaberria. «Adaptan un poco los pasillo y ponen alguna etiqueta de referencia a algunas piezas. Sólo para nosotros», compartía con complicidad a los visitantes. Remarcó en varias ocasiones que, aunque ininteligible para el ojo externo, uno de los valores de Gordailua «es que el etiquetado y la base de datos son comunes para todas las colecciones, sean de Gobierno Vasco, Diputación Foral, San Telmo o privadas», que también las hay. «Cada vez se es más restrictivo con lo que se acepta porque guardar objetos aquí es complicado. Bueno –matizó–, complicado no, pero cuesta dinero. No es nada habitual un centro como éste, que guarde colecciones de distintos propietarios».

El viaje entre historias, historietas y piezas sorprendentes, reunió a los subgrupos en dos puntos. En la piscina pudieron ver una ánfora romana emerger de las aguas y conocer el proceso de preservación de objetos que se descubren sumergidos. En la vitrina final, esperaban otros restos de Oiasso con los que las guías apuntalaron las explicaciones sobre la polis romana, con las preceptivas menciones a Jaime Rodríguez Salís y Mertxe Urteaga y siempre advirtiendo «que todo se explica con más información y detalle en el Museo Oiasso», al que recomendaban visita.

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Salvaguardar y difundir

Salaberria y Galán reivindicaron la importancia de salvaguardar las colecciones para propiciar conocimiento. «Los investigadores vienen, estudian piezas y publican artículos. Es el proceso que se siguió en Irun para desenterrar Oiasso cuando se decía que los romanos no habían estado aquí».

Mantener y proteger el patrimonio para las generaciones futuras es una de sus funciones, también difundirlo. A veces se preparan piezas para cederlas temporalmente y está, por supuesto, esta opción de las visitas. Todas se están llenando y lo contrario sería de extrañar, más teniendo en cuenta que aunque físicamente se encuentre en Irun, es un equipamiento guipuzcoano. La practica totalidad de visitantes el viernes eran de otros municipios.

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Francisco Ignacio Aracama y Jasone Arregi vinieron de Donostia, aunque él reivinciaba su origen navarro, «de Urdiain». Profesores de Historia, llevaban tiempo queriendo conocer cómo se estaba manteniendo el patrimonio guipuzcoano. «Cuando nos enteramos de que había visitas guiadas ni lo dudamos. Ésta concretamente nos llamó porque el tema Oiasso nos interesa. Hemos venido varias veces al museo y hemos ido con los críos también a visitar las minas», explicaba ella.

Agradecieron «las facilidades que nos han dado para venir» y resaltaron que la sensación que les deja la instalación es «espectacular. Nos ha parecido una pasada, tanto por cómo se están haciendo las cosas como por el valor incalculable de lo que hay dentro».

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