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«Es la historia del arte como disciplina la que ha invisibilizado a las mujeres artistas»Para María José Noain presentar su libro 'Las mujeres en la historia del arte' en Irun es «como hacerlo en casa. Tengo que hacer una ... confesión a los lectores: he vivido toda mi vida en Hondarribia y me siento de Hondarribia, pero en mi DNI pone que nací en Irun». En la Feria del Libro que se instalará este miércoles en la plaza del Ensanche, a las 17.00, Noain conversará con la periodista Marialui García sobre esta obra que, más allá de recopilar los nombres de mujeres artistas, reflexiona acerca del papel de la mujer en el arte y las dificultades para profesionalizar su trabajo. El libro está ilustrado con más de 150 fotos de cuadros e incluye dos cuadernillos con imágenes a color.
– Hace tiempo que aborda el papel de las mujeres en el arte, en sus cursos, charlas... ¿Cómo surge el proyecto de escribir un libro al respecto?
– El proceso de investigación y de escritura me ha llevado unos tres años. Cuando me llegó la propuesta de la editorial ya estaba trabajando en este tema. El origen está en un curso que impartí y que llevaba el mismo título, 'Las mujeres en la historia del arte', y que ahora está diponible online en losviajesdeaspasia.com.
–Imagino que esta es una investigación que puede empezar y no terminar nunca.
– De hecho, tuve que cerrarla de forma brusca y artificial. Según iba avanzando con los capítulos se iban cruzando nuevos artículos científicos y publicaciones, nuevas exposiciones monográficas dedicadas a mujeres artistas... Eso me hacía reformar y reformular capítulos ya escritos, pero llegó un momento en que tenía que terminar el proceso de escritura, aunque inevitablemente se quedasen cosas fuera. Es un tema inabarcable.
– Quizá estén surgiendo tantos nuevos datos porque, también en este tema, se está empezando a aplicar la perspectiva de género y a descubrir hasta qué punto se han invisibilizado las aportaciones de mujeres.
– Claro. Puede parecer que es así porque está de moda, porque es políticamente correcto visibilizar a todas esas mujeres. Y está esa mirada crítica de cierto sector de la ciudadanía que cree que lo estamos haciendo porque las políticas públicas lo favorecen, cuando en realidad es un trabajo que hay que llevar a cabo por ley, y porque lo merece. En el libro hablo de muchos temas, pero se pueden resumir prácticamente en dos, y tienen que ver con dar respuesta a la pregunta de por qué parece que no ha habido mujeres artistas.
– Pero luego nos encontramos con que el primer autorretrato de la historia es de Catharina van Hemessen.
– Hay que matizar que es el primer autorretrato, de hombre o de mujer, en el que la artista se retrata pintando. Ese es el elemento clave porque, por ejemplo, hay autorretratos anteriores de Durero, pero Catharina van Hemessen es la primera que se representa delante de un caballete llevando a cabo el ejercicio de la pintura. Por eso es importante. Durero se representó como un gentil hombre, con sus mejores galas, queriendo desmarcarse de la imagen de artesano; Catharina lo hace en pleno ejercicio de su trabajo. Sofonisba Anguissola también se representó pintando en varias obras. La intención del autorretrato femenino es fundamental, porque parece que puede haber, entre líneas, ese intento de autorreivindicarse en su papel como mujeres artistas.
– Algunas de las que figuran en el libro consiguieron cierto reconocimiento en su época.
– Las hay que fueron muy exitosas y prestigiosas: Artemisa Gentileschi tuvo su propio taller artístico y trabajó para la iglesia, la nobleza, incluso el papado. Angelica Kauffmann fue una de las grandes figuras de la pintura neoclásica en Europa y cofundadora de la Real Academia de Bellas Artes de Londres. Rosa Bonner, pintora del siglo XIX, fue famosísima, la reina Victoria era fan de de sus cuadros... La parte teórica de la crítica de la historia del arte nace en el siglo XIX, un momento especialmente patriarcal o androcéntrico. Es la gestación de la historia del arte como disciplina la que sistemáticamente lleva a cabo esa invisibilización de mujeres que, en algunos casos, habían tenido más éxito que sus congéneres varones.
– ¿Diría que la obra de alguna de las artistas de su libro puede ser un ejemplo de pintura feminista?
– Sería caer en el riesgo de hacer un anacronismo. Una cosa es reivindicar que tenían la misma capacidad técnica que los hombres para la pintura o que algunas fueron exitosas, pero tenemos que ser cautelosas a la hora de interpretarlo como arte feminista. Artemisa Gentileschi pintó a heroínas de la historia como Judith, que decapitó a Olofernes; o a mártires como Santa Catalina de Alejandría, pero en el siglo XVII la mayoría de los cuadros eran encargos, y el mecenas era quien decidía el tema. Rosa Bonner, como pintora animalista, acudía a mataderos, ferias de caballos y otros ámbitos en los que podía ver animales al natural para hacer apuntes. Tuvo que solicitar, y se llamaba así, un permiso de travestismo para que le permitieran llevar pantalones en sus visitas a esos lugares. Le acusaron de ser una marimacho, y ella tuvo que aclarar que no lo hacía con intención reivindicativa, sino exclusivamente por comodidad y que a cualquier otro ámbito social acudía encantada con vestidos. Por lo tanto, creo que tenemos que ser precavidas a la hora de hablar de un arte feminista antes del siglo XX.
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