«La acogida no me define, pero soy quien soy gracias a ella»
El atleta olímpico John Cabang vive en Irura con Conchi y Juan y suele ver a su madre biológica en Irun cada semana. Hoy será homenajeado
Con cada historia como la de John Cabang se refuerza la idea de que la acogida familiar cambia vidas y abre puertas a unos niños ... que, a edades muy tempranas, se ven obligados a vivir separados de sus padres, en centros y pisos, a la espera del calor de un hogar. Nacido en Madrid, con raíces filipinas y criado en Irura, John se siente «muy feliz con cómo se han ordenado las cosas» en su vida. Hoy se celebra el XXII Encuentro de Familias de Acogida de Gipuzkoa en el Aquarium de Donostia, cita anual pero en la que, por primera vez, se homenajeará a un joven acogido. John ha sido el elegido, y es el ejemplo de que el camino hasta la aceptación no siempre es fácil.
El irurarra admite no recordar muchos detalles de su niñez, pero lo que sí tiene claro es que «desde los cinco o seis años, hasta los casi diez, estuve en distintos pisos de acogida, entre Donostia y Lezo». Sus dos hermanas -Elif es la mayor y Melanie la pequeña- fueron acogidas por la misma familia, en Zarautz. Y a su vez, en noviembre de 2010, John encontró en Irura la que sería su familia para siempre. «Tuve mucha suerte», comienza, y explica que «a estas edades, cuando se es más mayor, el tema de acogida se vuelve más difícil».
Así, a los nueve años, John hizo del pequeño municipio de Tolosaldea, rodeado por Villabona, Anoeta y Tolosa, su hogar. Aun así, había una pregunta que no paraba de repetirse en su cabeza. «Al principio no me cuestionaba nada, era feliz en mi ignorancia porque de niño no conocí otra cosa. Mi realidad desde pequeño se basó en estar en pisos de acogida». Pero como todo en la vida, las emociones, las dudas y las frustraciones empezaron a llegar una vez pasaron los años y alcanzada una mayor madurez. «Alrededor de los 16 me empecé a cuestionar eso de '¿por qué yo?'». Al fin y al cabo, John es consciente de que «llegué a un pueblo muy pequeño», donde a diferencia de la suya, «la gran mayoría de las familias, por no decir todas, estaban formadas por padres e hijos biológicos».
«De pequeño era feliz en mi ignorancia, pero luego vi que todas las familias de mi alrededor eran de padres e hijos biológicos»
Ante todo, John asegura que su infancia, esa parte de su vida, «no me define. Estoy muy contento con la persona que soy y con cómo he crecido». Añade que «en el momento no siempre lo ves así, pero luego con el tiempo aprendes a verlo desde otra perspectiva, y yo estoy muy feliz con cómo se han ordenado las cosas. En la vida siempre hay que tirar para adelante, con lo que nos toque. Todo pasa por algo, y yo soy la persona que soy por todo lo que he pasado». Entre todo el agradecimiento y la suerte que expresa tener, hay algo que John subraya, y es que «he podido mantener la relación tanto con mi madre biológica como con mis hermanas». Una relación que funciona gracias al empeño de los implicados, del propio John, así como de su madre biológica Emma, y sus padres de acogida, Juan y Conchi. «Ellos son mis padres, y Emma es mi madre; se podría decir que tengo dos madres», admite feliz.
La decisión al cumplir los 18
Emma vive en Irun, por lo que tienen la oportunidad de verse «cada semana, con mis hermanas también». Aunque toda esta situación ha sido dura de digerir para su madre, ya que «ella al principio no lo entendía. De repente se ve que le están quitando a sus hijos... Con el tiempo todo ha ido para mejor y ella está contenta también». Y es que el deseo de Emma, como el de cualquier madre, era que sus hijos tuvieran una buena vida. A día de hoy, Emma, Conchi y Juan se conocen y tienen una relación cordial, impulsada por el objetivo mutuo de ayudar y apoyar a John, lo que ha facilitado el trabajo con ambas partes.
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Alcanzada la mayoría de edad, John se encontró con la necesidad de tomar una importante decisión, lo que hizo que las dudas volvieran a aparecer en su cabeza. «Al cumplir los 18 años te dan a elegir si seguir viviendo con tu familia de acogida, volver con tu familia biológica o si vivir en un piso independizado», explica. «Tuve un pequeño enfrentamiento interno», confiesa, aunque «decidí quedarme con mis padres de acogida, porque mi vida y mis amigos están aquí, en Irura». John también tomó esta decisión porque sabía que no afectaría a su relación con su madre biológica, a la que «puedo visitar o pasar unos días con ella cuando quiera».
«Decidí competir con la selección de Filipinas porque sé que a mi madre le hacía mucha ilusión, son mis raíces»
John no es ajeno a las medallas ni a los reconocimientos, ya que como deportista ostenta el récord de Euskadi de 110 metros valla y tiene la medalla de bronce en el Campeonato de Asia en pista cubierta. Lo que al principio comenzó como 'hobbie', poco a poco terminó siendo algo más serio. «La Federación española de atletismo me llamó para ir a un encuentro mediterráneo sub23 en 2022», oferta que rechazó el atleta de la Real Sociedad.
«Al año siguiente contacté con la Federación de Filipinas. Tenía un runrún en la cabeza que me decía que eso era lo que tenía que hacer. A mi madre le hacía mucha ilusión, y la idea de representar al país de mis raíces en los Juegos Olímpicos de París me hacía feliz a mí también».
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