Bidasoa
Eugenio Tamayo Arana: «Cuando voy a Malerreka les digo a mis amigos que me voy al cielo»En Donamaria, organiza Dorrealdia, un festival solidario que pone en valor además la casa torre, Jauregia
Mientras en el valle navarro de Malerreka -Gaztelu, Donamaria y Doneztebe- es el de la casa de Onofre, el de la barca, en Gipuzkoa es ... el de la Papelería. Es como si Eugenio Tamayo fuera dos personas, una en Donostia y la otra, en este valle donde ha encontrado el cielo.
– Donostiarra en Malerreka ¿Cómo llegaste a este valle?
– Aterricé aquí porque soy un apasionado de la montaña y de la naturaleza. Venía mucho por esta zona hace 30 años, conocía todos los montes y no he encontrado en otro lugar la naturaleza en un estado tan puro como aquí. Además, no está masificado. Así que me encontré como en casa. Empecé a venir al Ostatu de Oiz a dormir, hice grandes amigos. Luego vine a Gamioa, en Gaztelu y un día vi una casa que se vendía y la compré. Así que de ser el de la papelería en Donostia, he pasado a ser el de la casa de Onofre y ahora, el de la barca.
«Una empresa tiene que involucrarse en la sociedad, con su entorno, con sus trabajadores»
«Tamayo nació con mi aitona Tomás, que se fue a Leipzig en tren, con una bici y su txapela»
– Claro, porque delante de la casa has plantado una barca...
– Es de un gran amigo que falleció los primeros días del Covid, Mikel. Justo se jubilaba, iba a cambiar de barco y le pedí que me dejara la barca, hablando en broma, para cuando por el cambio climático subiera el mar hasta aquí. Es una barca histórica, es la última motora de madera hecha por los hermanos Fontán, que son los que hacían las traineras. Yo cuando vengo para aquí les digo a mis amigos que me voy al cielo. Cuando estoy aquí todos los días, con Ana, mi mujer, vamos al monte. Conocemos todos los montes, los nombres de las bordas, los topónimos originales...
– O sea, que sigues siendo donostiarra, pero un poquito de Malerreka, también...
– Sí, es que necesito mucho el mar. Soy muy nadador, nado travesías de largo recorrido. Aquí en la piscina alucinan -ríe-.
– ¿Y cómo empezó Tamayo?
– Este año hacemos 110 años de vida. Empezó mi aitona Tomás, en mayo de 1914. Era especialista en encuadernación, impresión, fue creciendo y montó una empresa de artes gráficas, un almacén de papel, una fábrica de papel en Zaragoza...
– ¿Cómo habría empezado su curiosidad por la imprenta?
– Aprendió de oficio y en 1913 cogió la mochila y con dos narices, porque no sabía nada de alemán, se fue a Leipzig a la cuna de la imprenta. Se fue con la txapela y con su bici, en tren, a aprender el oficio, mirar máquinas... Y justo cuando iba a empezar la primera guerra mundial se vino con una máquina de allí. La hemos donado al Museo San Telmo. Fue un gran emprendedor y la empresa fue creciendo con sus hijos, mis tíos... Mi amona, Eugeni, era una gran cocinera, tenía el restaurante Pedro Mari en la parte vieja donostiarra.
– Te llamas como ella y ¿cocinas?
– Mucho. En la mili estuve de cocinero, cocino para la cuadrilla, para el coro en el que canto.
– Volviendo a la imprenta, al final también empezaste en el negocio familiar.
– Los hermanos continuaron con los distintos negocios y mi aita cogió la papelería. Yo comencé a trabajar en 1978, estudiaba en Deusto Dirección de Empresas y estábamos en plena crisis. Entré con la contabilidad y empecé a modernizar el sistema. Me puse a viajar por toda Europa con un amigo. Íbamos en un Ford Fiesta y con una tienda de campaña, para ver cómo funcionaba el comercio, lo que se cocía en el sector. Estuve yendo a ferias... Y me vine con una idea. Desarrollé el proyecto y fuimos la primera papelería de instalar el libre servicio. Me llamaban loco, me decían que me iban a robar. Y también traje productos muy creativos, con diseños atractivos. Hicimos una reforma tremenda. Fue un éxito increíble, las ventas subieron en un 300%. Menos mal que mi padre confió en mí.
– Y desde entonces Tamayo ha sido un referente...
– A nivel de escaparatismo y merchandising hemos sido ejemplares, de renovación, pero cuidando un poco de donde venimos. Siempre hemos sido especialistas en escritura, de hecho fuimos la primera Boutique Montblanc de toda España. También especialistas en Bellas Artes. Siempre con la idea muy clara: la especialización es la clave.
– Has tenido claro ser una empresa responsable socialmente.
– Una empresa tiene que involucrarse en la sociedad, con su entorno, con sus trabajadores, con la solidaridad. Siempre he estado inmerso en un montón de proyectos solidarios. Y aquí también lo estoy haciendo con Dorrealdia, solidario con la Fundación Mirzo Music de Kurdistán. Mañana actúa Xabier Zeberio en la torre de Donamaria y el 28 de septiembre Kukai en el frontón.
– Labor que ha sido premiada...
– El más importante quizá el que me dieron hace dos años, el Premio Nacional de Comercio y también, el Premio a nivel nacional de responsabilidad social corporativa en las Pymes
– Pero hay otro que llevas en el corazón...
– La medalla al mérito ciudadano de San Sebastián que me la dieron solo con 43 años.
– ¿Cómo ves el pequeño comercio?
– Está muy díficil por la fuerza de Amazon, los chinos y compañía... Tengo la percepción de que incluso la gente joven se está dando cuenta y va a tener la necesidad del contacto humano. Hay que estar preparado. El trato cercano, directo y especializado va a volver. Estoy convencido. No somos conscientes de todo lo que aporta el pequeño comercio, al PIB, al empleo, a la vida de los pueblos y de las ciudades.
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