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«He encontrado en Baztan un refugio para el calor y para escribir»Alejandro Palomas, escritor y traductor, afincado gran parte del año en Baztan
El escritor Alejandro Palomas (Barcelona 1967), Premio Nadal 2018 por 'Un amor', ha creado un universo literario único, lleno de personajes entrañables que giran alrededor ... de Amalia. Este universo comenzó con 'Una madre', continuó con 'Un perro', 'Un amor' y 'Una vida' (Ediciones Destino). Ahora, regresa en forma de cómic con 'Amalia, una madre incorregible', (lunwergy editores) y además, para continuar. Desde hace un tiempo, una gran parte de sus escritos se plasman en papel en Baztan, donde llegó buscando refugio del calor.
– ¿Desde cuándo en Baztan?
– Pues llevo aquí ya cuatro veranos. Llegué el verano del -21, justo cuanto había muerto mi madre. Odio el calor... El calor, donde yo vivo, en el centro de Cataluña, es muy complicado. Con el primer brote de calor, broto, me convierto en otra persona, todo me desespera, todo me agrede, soy hipotenso... Dije: este año basta, tengo que encontrar un lugar en el mundo donde pueda pasar los veranos. Tengo una amiga que veranea aquí y que me encontró un lugar, un caserío del que me alquilaban la parte de abajo. Vine y dije: quiero estar aquí, este es mi lugar en el mundo. He ido alquilando hasta que vi una borda y la compré. Para mí esto es el paraíso y después, está el paisaje...
«Yo escribí 'Una madre' y me cambió la vida, la personal y toda mi carrera»
– El verde...
– Es que yo soy de verde nórdico y cuanto más arriba más feliz soy.
– ¿Qué tal la gente?
– El campo interior y apartado es igual en todas partes, la desconfianza, el que cuesta entrar, pero que cuando ya has entrado... La aceptación al que viene de fuera es al principio: no, porque por qué ha tenido que venir aquí y después es: qué bien que haya venido. Hay un sentido de comunidad y ya te sientes parte de. Pero tiene que ver también con tu actitud.
– ¿Escribes en Baztan?
– Escribo mucho aquí. De hecho, inconscientemente he dejado estos meses que estoy aquí para escribir. Durante el invierno promocionas, publicas, das muchas charlas, viajas a otros países. Baztan se convierte en un refugio para el calor y para escribir. Aquí escribo muy bien, tengo una rutina muy libre además, porque lo único que hago es pasear, descubrir bosques...
– Si viniera un amigo a Baztan, ¿qué le recomendarías?
– No le diría nada porque no quiero que venga nadie. Temo que se convierta en otra cosa como 'tierra de artistas'. Esto es tierra de baztaneses y yo quiero vivir integrado.
– ¿Te imaginabas todo lo que te ha traído el mundo de Amalia?
– Nunca jamás, para mí Amalia ha sido... Yo escribí Una madre y me cambió la vida, la personal, mi carrera. Cuando haces algo sin pensar en las consecuencias, sino solo porque te sale... Se dieron unas coordenadas muy particulares: mi madre se acababa de divorciar, con 65 años. De repente, se queda en la calle con 180 euros de pensión por parte de mi padre y eso cambia la vida a todos los demás. De repente, mi madre se convierte en el eje alrededor del que nos tenemos que mover. Todos preocupados y lo primero que nos dice es: 'qué bien se está. Es que esto lo tenía que haber hecho yo hace 50 años'. Descubrimos otra versión una mujer, que era como una niña. Y luego pilla a esa perrita, que es un demonio. Malcriada, solo comía chocolate y duró 17 años. Era nuestra cuarta hermana y nos miraba, como diciendo: sois mis hermanos, pero la hija de verdad soy yo. Mi padre desapareció y de repente empezamos a ver que era como engranarnos en una especie de familia. Veíamos a mi madre como esa niña que quería conocer, viajar, quería hacerlo todo. Era muy desesperante, pero muy divertido. Un día dije, tengo que escribir de este tipo de mecánicas familiares. A medida que la iba descubriendo empecé a escribir. Y escribir con tus protagonistas al lado es... Las provocas para que hagan cosas, me divertí muchísimo.
– ¿Físicamente se parecen, tu madre y Amalia?
– Mi madre es así, como en el cómic. Con los libros nunca he enseñado una foto de mi madre, pero a la ilustradora, para el cómic, sí le enseñé fotos de mi madre, de Angélica.
– ¿Angélica leyó a Amalia?
– Sí, claro. Leyó una madre. Era un momento en el que yo viajaba mucho. Mi correo llegaba a casa de mi madre y cuando volví de un viaje, vi que había llegado una caja con mis libros, con los ejemplares justificativos. Abrí y uno de ellos tenía un punto de libro como con tres cuartos del libro leídos y que no era de la editorial. Pensé, qué raro. Cogí el libro y le dije, a ver mamá. El drama, pero al final, sí que era ella. Me dijo que no había seguido leuendo porque sufría mucho. «Yo veros así, que sufrís tanto, yo no podía más». Luego me llamó y me dijo que quería saber si al final se moría alguno. «No mamá», le dije. «Bueno, entonces, tráemelo, que lo quiero terminar». Y cuando lo acabó me dijo: «es que a mí, lo que más me gustaría sería tener una amiga como Amalia». «A ver», le dije, «cuántas mujeres de 65 años, albinas, con un hijo como yo, dos hijas como esas, una perrita como esa... conoces». Me dijo: «yo ninguna». Pues nada. Me dijo: «yo nunca voy a ir a una presentación tuya, porque me da miedo que alguien si me ve, me relacionará con Amalia y querrá conocerme y yo no daré la talla». Pero con el tiempo sí que estuvo orgullosa, pero no de mí, sino de haber parido un hijo como yo. Estaba orgullosa de ser la madre.
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