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Las limitaciones de suelo de Eibar fueron recogidas por Gregorio Mujika en su Monografía Histórica. MIKEL ASKASIBAR
Eibar

Un enclave limitado durante toda su historia

Gregorio Mujika, nacido hace 140 años, autor de 'Monografía Histórica de la Villa de Eibar', describía en 1908 el escaso espacio físico en el que se había erigido la antigua villa

Jueves, 29 de diciembre 2022, 19:12

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Se cumplen 140 años del nacimiento de Gregorio Mujika (1882-1931), autor de 'Monografía Histórica de la Villa de Eibar'. En su libro, escrito en 1908, detallaba ya las limitaciones de la ciudad: «Una ciudad de 9.000 habitantes, situada a lo largo del río Ego y rodeada de montañas numerosas, con calles pendientes y tortuosas, siendo un problema de difícil solución el de encontrar terrenos donde poder construir las casas que el aumento de población exige», escribía Mujika.

Y es que esas limitaciones que se describen a principios del siglo pasado han condicionado la historia de la ciudad. La ausencia de suelo llano llevó a crecer en pendiente, tal como se ha hecho con la mayoría de todas las unidades residenciales construidas. De ahí que una nueva monografía conduciría a dar a conocer todas las vicisitudes por las que para contar con un mínimo suelo industrial hubo que excavar hacia el monte, tal como ocurrió con los costosos polígonos de Matxaria y Azitain o que para llegar a los barrios hubo que construir ascensores y escaleras mecánicas.

Así, Mujika, nació en Ormaiztegi el 24 de diciembre de 1882. Finalizó sus estudios de bachiller en San Sebastián e hizo la carrera de Ingeniería Mecánica y Peritaje Industrial. Destacó desde muy joven por su inquietud sobre la suerte del euskera, dedicando toda su actividad extraprofesional a lo largo de su corta vida a promocionar la lengua. Mujika fue promotor cultural vasco, uno de los grandes euskerólogos de comienzo de siglo, hijo del archivero Serapio Múgica y de Ignacia Múgica.

Escritor incansable, firmó sus artículos euskéricos con j y utilizando también los seudónimos 'J. M. de Ojarbide', 'G. de Biona', 'Jeme', 'Berrizale', 'Zarzale', 'J. de Zumuarregui', 'Bildari' y 'Deñoka'tar Goserio'. Este último en combinación de varios autores: rio=(Grego)rio]. En 1907 fue nombrado secretario de la naciente sociedad vasquista Euskal-Esnalea. Se inició como destacado y cálido orador euskérico. Colaboró ya en la edición de Revista Internacional de los Estudios Vascos (RIEV) con trabajos en euskera.

Defensor del euskera

Su primer trabajo apareció en el primer número de 1907. Mujika tenía 25 años. Armó revuelo. Su idea maestra era: «Y nosotros, los jóvenes vascos, los que estamos en la edad del aliento y el ímpetu, ¿hemos de permanecer quietos, callados y cruzados de brazos, viendo cómo se va perdiendo nuestra lengua? ¿Hemos de cerrar los ojos y dejar a la gente de fuera que oculte lo que nosotros más debemos amar? Jóvenes vascos, ¿tenemos corazón o no?, ¿amamos o no el euskera?». «Sí, y cien veces sí. Pero no basta decirlo. Hay que demostrar que es así: para eso tenéis que hablar en euskera y escribir en euskera. Con esas dos cosas difundiremos nuestro idioma y oiremos hablar en euskera y veremos escribir en euskera en Euskalerría. Si no, estamos perdidos: si la gente vasca de ahora duerme, ¡adiós el euskera! Y vosotros, los jóvenes, que podéis despertar el euskera, cuando lleguéis un día a saber que el euskera se ha perdido, ¿no os avergonzaréis de decir que fuisteis vascos?». Ante las censuras a las que fue objeto, Mujika optó por retirarse, pero Julio Urquijo, más curtido, opinó lo contrario y le encargó otro para el número siguiente. Y ya sabemos que Urquijo hilaba delgado en cuanto a lo que debiera salir en las páginas de su severa revista.

Cuatro años más tarde, en 1911, fundó y dirigió la entidad 'Euskalerriaren Alde', con la finalidad de despertar la afición por los estudios vascos y trabajar lo humanamente posible por la conservación, difusión y cultivo popular del euskera. Colaboró durante largos años en el 'Pueblo Vasco', de San Sebastián; en el semanario 'Argia' y en el diario bilbaíno 'Euzkadi', pudiendo considerársele dentro de la estela del nacionalismo cultural pero no dentro de su obediencia política. Un jalón de su actividad constituyó su labor como secretario del I Congreso de Estudios Vascos celebrado en Oñati en 1918. Posteriormente sería uno de los pilares de la Sociedad de Estudios Vascos ocupando el cargo de vicesecretario desde 1918 a 1930. Su vida pletórica se truncó el 22 de julio de 1931, a los 49 años.

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Eibar: Un enclave limitado durante toda su historia