Eibar
Eibar celebra 90 años de txistu con un magno espectáculo junto al Orfeón DonostiarraUn público entregado que abarrotó la plaza de Unzaga vivió una jornada llena de emoción y entusiasmo
Eibar vivió el domingo un acontecimiento memorable que dejará una profunda huella en la vida cultural del municipio.
El prestigioso Orfeón Donostiarra, una de ... las formaciones corales más relevantes de Europa y emblema internacional de la música vasca, protagonizó un espectáculo grandioso en el marco del XXIII Alarde de Txistularis. La actuación, que conmemoró el 90 aniversario de la fundación de la primera Banda de Txistularis de Eibar, fue recibida con emoción y entusiasmo por un público entregado que abarrotó la plaza de Unzaga y permaneció en sus asientos incluso cuando el sirimiri hizo acto de presencia.
La directora de Eibarko Koro Gaztea, Elena Martín, hablaba que «no somos conscientes del gran talento concentrado aquí».
Grabado por las cámaras de ETB, el concierto reunió en un mismo escenario a txistularis, coristas, músicos invitados y dantzaris de Kezka y de la Escuela Municipal de Danza logrando un resultado artístico de gran sensibilidad, fuerza interpretativa y profundo arraigo cultural. Por primera vez, el Orfeón actuó en Eibar en este formato coral y popular, estableciendo un puente simbólico entre la excelencia vocal y el patrimonio musical local.
Bajo la dirección de Garikoitz Mendizabal, el repertorio arrancó con '1492: Paradisuaren Konkista', adaptación coral de la conocida obra de Vangelis, que imprimió un tono solemne y épico al arranque. A ella le siguió un sentido 'Maite' zortziko de Pablo Sorozabal que, con arreglo de Kepa de Miguel, desató emoción entre el público gracias a su lirismo delicado y nostálgico.
La pieza 'Ilunabarra' de J.I. Ansorena y Raimundo Sarriegi, sumió a la plaza en una atmósfera melancólica y envolvente, evocando los matices del atardecer vasco.
Pero fue con 'Baga, Biga, Higa' cuando el Orfeón ofreció un momento de ruptura artística: el clásico experimental de Mikel Laboa, versionado por Jabier Ituarte, combinó lenguaje fonético y ritmos de vanguardia con una interpretación poderosa.
Seguidamente, 'Txoria Txori', poema de Joxean Artze musicado también por Laboa, devolvió la emoción al centro del escenario con su mensaje universal de libertad, mientras que la interpretación de 'Eperra', en arreglo de Iñaki Urkizu, sirvió como respiro festivo, aportando ligereza y ritmo con una danza tradicional de gran vivacidad.
El programa se adentró después en las raíces del folklore local con 'Eztei-Dantza', una suite de danzas nupciales que incluyó el 'Kontrapasa' de Eibar y el 'Fandango', 'Arin-arin' y 'Biribilketa' de Arrate, con la maestría de las danzas de Kezka Dantza Taldea y acompañadas por txistularis. La comunión entre música, danza y tradición fue completa, y arrancó una prolongada ovación.
Uno de los momentos más intensos de la tarde fue la interpretación de 'Agur nire bihotzeko jaioterri maitea', una sentida composición de Jon Etxeandia que tocó el corazón del público. Tras ese momento de recogimiento, el concierto tomó un nuevo aire con 'La Misión', obra de Ennio Morricone adaptada por Ituarte, que inundó Unzaga de emoción con su aura cinematográfica y espiritual.
La energía se reactivó con 'Sagarra Jo!' de Kalakan, cargada de percusión y dinamismo tribal, antes de abrir un paréntesis de glamour con 'Sparkling Diamonds', pieza de estilo cabaré firmada por Leo Robin y Jule Styne y arreglada por J.A. Lecumberri, que sorprendió por su intensidad escénica y potencia vocal. El tramo final del espectáculo se adentró en el alma de Eibar con 'Gabiltzan kalez kale' y 'Bigarren kalez kale', dos populares melodías urbanas de Pablo Sorozabal que celebran la vida cotidiana y el paseo compartido por la ciudad. Como colofón, 'Txanton Piperri', himno local compuesto por Buenaventura Zapirain y arreglado por Ansorena, se convirtió en un canto colectivo de alegría y pertenencia.
La jornada concluyó con 'Jaialdia', pieza festiva de Iñaki Urkizu que celebró el espíritu de la cita en clave coral y popular. El público, emocionado, acompañó las canciones de Urko y coreó los temas hasta el final del espectáculo. Así, la fusión entre historia, cultura y comunidad se vivió en cada nota.
Para Eibar, esta actuación no solo supuso una experiencia artística de primer nivel, sino un acto de reconocimiento a la música como hilo conductor de identidad, memoria y celebración. El Orfeón Donostiarra no solo trajo su reputación internacional, sino que supo adaptarse con respeto y generosidad al contexto popular y festivo del municipio, ofreciendo un concierto que ya forma parte de la historia cultural de la ciudad armera.
Eibar celebró su pasado musical, honró su presente coral y proyectó su futuro cultural en una jornada donde la música fue mucho más que un espectáculo: un acto de unión colectiva.
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