La red comercial de 'Pepe, la Alfa' que causó sensación mundial
Las delegaciones que la empresa de máquinas de coser Alfa puso en marcha en más de 70 países contaban con un diseño innovador que constituye un fiel reflejo del poderío que tuvo la mayor empresa de Eibar
La empresa eibarresa Máquinas de Coser Alfa supo crear una red comercial, en los años sesenta, por todo el mundo que incluía tiendas con un ... diseño muy innovador y con una publicidad que recogía las pautas e infografía característica.
Alfa creó una potente red propia que incluía organizaciones comerciales en Inglaterra y Francia y una planta industrial en México distribuyendo su producto en más de 70 países.
Igualmente, la fortaleza de la empresa se manifestó a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta con la diversificación de productos y de participación con otras empresas (Muebles Zarautz, Serveta Industrial S.A, Revestimiento de Poliéster...) manteniendo siempre la máquina de coser como referencia.
Algunas de aquellas tiendas siguen en pie como la de Alfa Bilbao, que se «anuncia como negocio familiar que sigue trabajando desde hace 80 años», o también en Donostia, así como en múltiples ciudades que siguen vendiendo el producto. Y lo curioso de todo ello es que en todas ellas el logotipo inicial, de color rojo, y una decoración muy innovadora, se mantienen en el tiempo. De hecho, cuando los eibarreses ven en otras ciudades los carteles de las tiendas se llenan de recuerdos de lo que fue el otro Eibar. Félix Errasti, extrabajador de Alfa, comentaba que «la red comercial llegó a contar con 250 personas en plantilla e incluso llegó a otros continentes, incluso hasta Irán. Yo hice un viaje a la filial de París, para hacer unos trabajos. Eran los buenos tiempos, sin duda», decía Errasti.
Toda aquella red comercial fue creada bajo visión de su gerente, Fernando Mendoza, que recibió un multitudinario homenaje por parte de los delegados y responsables comerciales de la red, en 1966.
Coser y cantar
Las tiendas tuvieron un diseño y una publicidad singulares con lemas propios de la década de los cincuenta dedicados a destacar los beneficios del producto. Algunos lemas como los 'coser y cantar' o el de 'Pepe la Alfa' no se olvidan.
Y es que la máquina de coser, producto principal de la empresa eibarresa, se convirtió inicialmente en un aparato para arreglar y reparar prendas de vestir, para adecuar las tallas de las personas y para arreglar las roturas de las ropas. También, muchas veces, para hacer la ropa en casa para la familia. Es decir, un útil de trabajo que, aún no trabajando más que para casa, con mayor o menor habilidad, de alguna manera, aliviaba la siempre precaria economía doméstica de los años 40, 50 y 60. Y no digamos lo que suponía para esta economía si los arreglos o las ropas eran para fuera de casa.
La mujer, tras atender la suya propia, podía aumentar los ingresos familiares cuando el trabajo femenino no estaba normalizado. «Estas tiendas, en algunos casos, eran de Alfa y también otras eran autónomas. Contaban con comerciales y delegados que vendían los productos en una demarcación establecida», decía Errasti. No obstante, una de las principales funciones que llegaron a tener las tiendas eran las propias de una academia, para conocer el manejo de la máquina de coser y de costura. «Recuerdo cómo algunas mujeres venían a Eibar a aprender el manejo y después pasaban a enseñar o trabajar en las tiendas-academia que fue creando la empresa», decía Errasti.
Fiel testigo de la importancia de esa red comercial es también Juan Mari Azpitarte, que de trabajar en Alfa, en Eibar, pasó a desempeñar el cargo de mantenimiento y montaje de máquinas en Barcelona, en 1972. Azpitarte lleva residiendo en la capital condal 50 años. «Yo comencé a trabajar en Industrias DEJ, en Eibar. Estaba muy contento porque hacía lo que me gustaba y después mi padre habló con un consejero de Alfa y pasé a trabajar en esta firma. Cuando llevaba unos pocos años me propusieron pasar a trabajar en la red comercial que tenían en Barcelona para lo que marchamos a vivir allí, en un piso que tenía la propia empresa y que después adquirí». En aquellos momentos, Barcelona era una ciudad textil, en la que la maquinaría industrial se hacía indispensable. «En Barcelona había taller, almacén y tienda. Vendíamos mucha maquinaría industrial y se llevaban a cabo operaciones de mantenimiento y reparación». Aizpitarte dejó la empresa Alfa en pleno periodo de la crisis de los setenta, pero enseguida pudo volver al mercado laboral trabajando en otras firmas».
Alfa había sido la empresa más importante de la ciudad de Eibar, manteniendo su carácter cooperativo y social. A la vez que crecía se desarrollaba una serie de servicios sociales y beneficios para sus trabajadores. Estos pasaron a disponer de fondos para fines benéficos-sociales en 1931, Caja de Previsión y Socorro, Caja de Previsión Laboral de Máquinas de Coser Alfa en 1947, viviendas, residencia, comedores, economato, biblioteca colonia de veraneo en Ondarroa y escuelas. En 1957 constituyó el patronato de Escuelas Primarias y en 1960 pasaron a construir un edificio para escuelas primarias, detrás del colegio Aldatze, que fue derribado en 2021.
Caída con la crisis
Es así que a partir de 1975 Alfa comienza a perder competitividad, con un mercado en clara contracción dentro y fuera de España, con una inflación galopante, mientras que la competencia asiática se llevaba el mercado exterior. Y lo peor de todo es que las sucesivas direcciones nunca diversificaron el producto y siguieron con la máquina de coser. La crisis que atravesó la empresa matriz arrastró a la red comercial también.
Por ello Aizpitarte, mantenía que «en mi opinión las causas de la sucesivas crisis que atravesó la firma estuvieron en un precario sistema de ventas y el carecer de unos mínimos controles de calidad. Había máquinas industriales que causaron accidentes, unos ruidos increíbles y también vi que Alfa se dedicó a copiar de lo malo en lugar de lo bueno como hacían los japoneses».
Pese a ello, la empresa buscó una salida con la inauguración de la planta de microfusión en 1975, que marcó el punto alto del desarrollo de la sociedad y que se remató con la planta de microfusión de aluminio. Dicho edificio de Otaola, proyectado por Miguel Ángel Lazpita, es simbiosis entre los recursos tradicionales de la construcción fabril y la innovación de la arquitectura de la década de 1970.
Tanto es así que tanto en este inmueble como en su sede central, en Torrekua, Alfa ha seguido manteniendo el color rojo que le han llevado a conservar las características tradicionales de su gran historia.
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