

«Si no es por Aritz, no sé qué habría pasado»
Reencuentro. ·
Muriel, la niña de 2 años que el sábado cayó inconsciente en Eibar, entrega al agente municipal que le salvó la vida un ramo de flores y su «gratitud eterna»A veces un gesto vale más que mil palabras. Y pocas imágenes han sido tan conmovedoras en Eibar como la de este martes de la ... pequeña Muriel, de tan solo dos años, entregando un ramo de flores rojas al policía municipal Aritz Monge, el mismo agente que, solo unos días antes, le había salvado la vida en un momento crítico. Acompañada por su madre, Geminis Nicole, y su abuela Lorena, Muriel regresó a la Plaza de Unzaga, el escenario del susto, pero esta vez para decir «gracias».
Y es que esta tarde la niña jugueteaba por la plaza, sonreía y se la veía feliz gracias a la pericia de un agente, instructor de socorrismo, que consiguió salvarle la vida.
El pasado sábado 21 de junio, hacia las 21.45 horas, Muriel se desplomó mientras jugaba en la plaza y quedó inconsciente, sin respirar y con signos de asfixia. Su madre, desesperada, la llevó en brazos hasta la cercana comisaría de la Policía Municipal, alertada por un joven que presenció el suceso. Allí, el agente Aritz Monge, de 44 años, reaccionó con rapidez y sangre fría: le aplicó maniobras de primeros auxilios, logró liberar sus vías respiratorias y la estabilizó en apenas 15 minutos, justo antes de que llegaran los servicios de emergencia. «La situación era muy difícil, había muchos nervios. Había que actuar rápido porque la niña estaba muy mal», recordó Monge, aún con la emoción a flor de piel. Su experiencia previa como socorrista e instructor de primeros auxilios fue determinante para intervenir con eficacia en esos minutos que, literalmente, marcaron la diferencia entre la vida y la muerte.
«Nos han dicho que le puede volver a pasar si tiene fiebre; hay que vigilarla, pero ahora la veo muy bien»
Geminis Nicole
Madre de Muriel
Este martes los protagonistas se han reencontrado en el mismo lugar, pero con sonrisas y emoción. «Mi regalo es veros bien. Con eso a mí me vale», les decía Aritz al recibir el ramo de flores de manos de Muriel, que caminaba ya con soltura y parecía completamente recuperada. Por su parte, Geminis, la madre, no podía ocultar su gratitud. «Ahora mismo siento alegría. Veo que la niña está bien».
Aritz explicó a las personas que asistieron al reencuentro que «llamé el otro día a la familia y me dijeron que estaba mejor, pero ahora que la veo en persona… es un alivio enorme». La madre no quería cantar victoria. «Me da miedo que le vuelva a pasar, pero estoy muy agradecida. Si no llega a estar él, no sé qué habría pasado».
La madre también explicó que ayer mismo por la mañana habían estado en el pediatra. «Nos han dicho que puede volver a pasar si tiene fiebre, así que hay que vigilarla. Pero ya come, ya está mejor. La verdad es que está bien»
El reencuentro fue breve, pero lleno de significado. Muriel, tímida, se aferraba a la mano de su madre, mientras el agente la observaba con ternura. «Con veros bien, es suficiente», insistía.
La familia, visiblemente emocionada, respondió con palabras sinceras y un sencillo gesto. «Nuestro regalo es también el agradecimiento de parte de la niña y de toda la familia».
«Estamos aquí para ayudar; solo hay que estar en el lugar adecuado y saber qué hacer. Mi regalo es ver que la niña está bien»
Aritz Monge
Policía Municipal
Desde el Ayuntamiento de Eibar se valoró la actuación de Aritz como «un ejemplo de servicio, profesionalidad y humanidad». También se destacó la importancia de la formación en primeros auxilios para todo el personal policial. «Actuar con eficacia en los primeros minutos es clave para salvar vidas», señalaron fuentes municipales.
El testimonio de este reencuentro se ha convertido en algo más que una anécdota. Es la historia de cómo un servidor público, preparado y presente, puede convertirse en héroe sin pretenderlo. Es también el relato de una comunidad agradecida que valora la vida por encima de todo. Y, sobre todo, es la muestra de que los finales felices también existen.
El momento del reencuentro fue seguido de cerca por varios vecinos que, al reconocer a Aritz y a la pequeña, comentaban los momentos de angustia vividos. Para Aritz, ese reconocimiento público, aunque abrumador, fue un recordatorio de que su vocación de servicio va más allá del uniforme. «Estamos aquí para ayudar. Y a veces, simplemente, hay que estar en el lugar justo y saber qué hacer», concluyó con humildad. Muriel ya sonríe. Y Eibar, también, en plenas fiestas.
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