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Domingo, 22 de octubre 2017, 00:09
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Desde 1997 la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil promueve la celebración del Día de las Bibliotecas en recuerdo del incendio de la Biblioteca de Sarajevo durante el conflicto de los Balcanes en 1992. Tras este brutal ataque, el médico e historiador croata Mirko D. Grmek acuñó el término memoricidio para definir la destrucción de la memoria y el tesoro cultural del 'otro', del adversario, del enemigo. Bibliotecas públicas, privadas, universitarias, especializadas, escolares, nacionales, móviles... Todas ellas albergan grandes tesoros, y destruirlas o no protegerlas, que viene a ser lo mismo, es un memoricidio a pequeña o gran escala. Y una de las mejores maneras de protegerlas es darlas a conocer, abrir sus puertas, mostrar sus rincones más escondidos, extraer sus documentos de los fríos estantes y ponerlos en manos de los lectores. Y, sobre todo, hablar y hacer que se hable de ellas. En Oñati se ha disfrutado ya del sabor de la literatura (cata de chocolates) o de su olor a través de perfumes, con el objeto de despertar el alma investigadora y los sentidos del lector. Y este año sale a escena y toma el teatro para acercar a niños y mayores a un «lugar donde apropiarse de las tecnologías punta y las antiguas leyendas, de los escritos, imágenes y músicas de comarcas cercanas o tierras lejanas, donde hacer lugar tanto a la luz como a la sombra», cuenta Arantzazu Ibarrondo parafraseando a la filósofa Michele Pétit.
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