José Antonio Azpiazu con su último libro en el antiguo molino de San Miguel. Marian
Oñati

El legado de los oficios tradicionales

El antropólogo e historiador José Antonio Azpiazu rinde homenaje en su último libro a las profesiones que fueron parte de la vida cotidiana de nuestros antepasados

Sábado, 25 de octubre 2025, 20:15

Sarteneros, cesteros, barquineros y cuchilleros, claveteros, zapateros, molineros, caldereros, herreros. carboneros, fabricantes de braseros, campaneros, faroleros... son solo algunos de los oficios para el recuerdo ... que el historiador José Antonio Azpiazu ha recopilado y documentado en el libro 'Oficios tradicionales en la historia de Oñati y su entorno'.

Publicidad

Un viaje por oficios ya desaparecidos (o actualmente mucho más mecanizados e industrializados), con el que la asociación cultural de defensa del patrimonio Artixa rinde un pequeño homenaje, a quienes dedicaron su vida a ejercer labores que poco a poco están quedando en el olvido y son manifestaciones del patrimonio cultural inmaterial.

Ahora que vivimos en una sociedad en la que cualquier producto es de usar y tirar, recuperan la memoria de trabajos que perduraban en el tiempo gracias al esfuerzo manual, los saberes heredados y el ingenio de nuestros ancestros.

«Ojalá este libro pueda servir para sopesar no lo atrasados que vivían nuestros abuelos, que también, sino sobre todo los enormes esfuerzos que hicieron para vivir dignamente y preparar lo que disfrutamos nosotros» explica Azpiazu. «Los adelantos no son algo que llega con la marcha del calendario, sino algo buscado y alcanzado. Los pasos que nuestros antepasados fueron dando e incorporando a la vida diaria y a la industria los convierten en los precursores de los adelantos de los que ahora gozamos» señala, poniendo en valor el legado de profesiones que fueron parte de la vida cotidiana de nuestros antepasados.

Publicidad

«Si no valoramos lo que hicieron nuestros abuelos, corremos el riesgo de que nuestros hijos consideren lo torpes que fuimos al creernos los ingenuos listos introductores de la modernidad. El sentido cooperativista, por ejemplo, siempre ha estado presente en la convivencia vasca, a modo de 'auzolan', o cooperando en el difícil y arriesgado mundo de las pesquerías de Terranova, donde sobrevivieron ayudándose y repartiéndose las tareas», reivindica Azpiazu.

El libro recorre la historia de los oficios desde el siglo XVI hasta hace pocas décadas. Así, por un desgraciado accidente que ocurrió en 1488, «cuando una importante parte del casco urbano se quemó», sabemos la importancia que tenían las ferrerías, en cuyas numerosas fraguas se elaboraban herramientas y complementos destinados, sobre todo a la exportación.

Publicidad

Sartenes y clavos a Castilla

Azpiazu recoge que «a finales del siglo XV trabajaban en las principales calles de la villa, sobre 70 artesanos: sarteneros, hacheros, caldereros, cerrajeros, armeros, darderos, espaderos, puñaleros...» o como en 1502 «existían dos ferrerías, la de Olalde y la de Bidaurreta, y 79 fraguas».

Investigando sobre los sarteneros relata que a principios del siglo XVI el oñatiarra Nicolás Pérez de Hernani se comprometía a enviar a Segovia «24 cargas de sartenes, cada una con 28 docenas, lo que contabilizaba un total de 672 sartenes al año».

Publicidad

En cuanto a la importancia de la elaboración de fuelles y barquines documenta «una transacción para la adquisición de cueros de novillos que alcanzó los 638 ducados». Los clavos conformaban asimismo un importante elemento en la vida de nuestros ancestros, como prueban los «87.000 fabricados en 1513 en las fraguas de la villa»,

En su investigación Azpiazu ha identificado oficios muy diversos, algunos ya desaparecidos y otros olvidados o, incluso, desaparecidos. Es el caso de los porqueros, «cuya labor era fundamental, ya que cuidaban de un animal que proporcionaba una inapreciable y barata fuente de proteína», indica.

Publicidad

En el otro extremo, los fabricantes de cubiertos de mesa gozaban de «gran reputación». La cubertería de plata era un símbolo de prestigio y riqueza, más destinada a exhibirse en ocasiones especiales, y se valoraba como un auténtico tesoro familiar.

La agricultura, la ganadería y los recursos forestales podían garantizar la supervivencia, la pesca, el comercio y los servicios de transporte, brindaron nuevos medios de prosperidad, pero fueron las ferrerías y fraguas la base económica de una sociedad «que en contra de las opiniones de que Oñati ha sido un pueblo encerrado en sí mismo, estuvo durante siglos muy abierto y conectado al exterior» señala Azpiazu.

Noticia Patrocinada

Uno de los capítulos del libro aborda la labor de los faroleros y la llegada del alumbrado público a Oñati a mediados del siglo XIX. Y otro la de los relojeros, de cómo mientras la población, mayoritariamente campesina, se regía por las pautas de la luz del sol, levantándose al amanecer y acostándose cuando oscurecía, las familias de alto poder adquisitivo presumían de 'reloj de caja'.

También recoge como las campanas, «percibidas en la actualidad, como un anacronismo, como objeto de museo», tenían un importante peso en el discurrir cotidiano. Eran embajadoras de noticias y los campaneros un comunicador ya extinguido.

Publicidad

Estas y otras muchas curiosidades e historias, como el recuerdo de los cesteros que hace no tanto tiempo trabajaban a pìe de calle en San Antón y Mendiko Kale, o los zapateros que no solo arreglaban zapatos, también los hacían a medida, tienen hueco en «Oficios tradicionales de Oñati y su entorno».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad