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Sede. Ikram, Ouissal, Djamila y Aicha frente al local de IMME en José Luis Iñarra, 32. OLIDEN
Caminos cruzados de solidaridad

Caminos cruzados de solidaridad

La asociación de mujeres musulmanas imparte enseñanza y orienta a sus 50 socias. Un documental titulado 'Cruzando caminos' con 8 testimonios femeninos rompe los estereotipos sobre las musulmanas

KEPA OLIDEN

ARRASATE.

Domingo, 4 de marzo 2018, 00:12

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Ikram, Oiussal, Aicha, Fatima... y hasta cincuenta mujeres musulmanas han hecho su segundo hogar de un modesto local sito en José Luis Iñarra, 32. En este humilde bajo cedido por el ayuntamiento se reúnen diariamente de 9.30 a 11.30 para compartir enseñanzas de alfabetización, castellano, manualidades... y también para ayudarse mutuamente a desenvolverse en una sociedad que «no siempre nos recibe con los brazos abiertos».

Ser mujer, extranjera y además hacer profesión de fe portando el pañuelo islámico aún despierta suspicacias. Lo sabe Ikram, que perdió la posibilidad de un empleo en un comercio por negarse a desprenderse del pañuelo, y lo sabe también Djamila, quien a veces detecta «el desprecio doloroso de hacerte sentir que no estás a la altura de la gente de aquí».

Ikram es una joven que cursa tercero del grado universitario en traducción e interpretación en Vitoria, y Djamila, que no usa velo, posee una licenciatura en derecho por la universidad argelina de Orán. Ahora mismo cursa un módulo superior en integración social.

Kataide sería un local idóneo para lanzar su proyecto de crear una cooperativa de catering

Su preparación cualifica a ambas para enseñar a compañeras y amigas que no han tenido la oportunidad de estudiar. O que ni siquiera han ido a la escuela. Porque entre las mujeres de lengua árabe, ber-ber, urdu... que comparten este aula «tenemos alguna que no ha pisado jamás una escuela y otras que fueron desescolarizadas a los 10-11 años», explicaba Djamila.

La fundadora de la asociación Integración de Mujeres Musulmanas de Euskadi (IMME) hace las veces de maestra, orientadora y consejera para estas mujeres desvalidas ante la complejidad de una sociedad tan burocratizada y tan ajena para ellas.

Ayudar a adquirir el idioma, asesorar sobre trámites administrativos u orientar en casos de violencia doméstica, son algunas de las herramientas que figuran en el arsenal de recursos de IMME.

Djamila Zereiby puso los cimientos de esta asociación en 2012 «cuando las mujeres que nos reuníamos en el parque me pedían que les enseñara a manejarse en castellano».

La iniciativa tomó cuerpo con la constitución de IMME en 2013. «Éramos 16 mujeres y nos reuníamos en Kulturate». Pero la asociación fue creciendo hasta aglutinar a medio centenar de mujeres, la inmensa mayoría musulmanas oriundas de Marruecos, Sahara, Argelia, Pakistán... «pero también hay algunas latinas y vascas» asegura Djamila para acreditar la «diversidad» de su asociación.

Familiar e íntimo

La asociación que preside Djamila Zereiby basa buena parte de su éxito en la «familiaridad e intimidad» que se respira en las mujeres que se reúnen a la sede de IMME. Una singularidad que no se da en otros centros de formación donde se imparten materias con titulación oficial. Esta cercanía, decía Djamila, le ha llevado a conocerse muy bien y a descubrir a mujeres «que pese a carecer de formación, rebosan talento e inteligencia». Artistas de las manualidades, virtuosas de la costura, de la decoración, del reciclaje o de la cocina se dan cita en IMME. Como la veterana Aicha, una avezada cocinera con sendos premios en el concurso de repostería de Debagoiena en su haber.

Emprendizaje

Djamila les ha enseñado los rudimentos de la economía social basada en nuestro modelo cooperativista. Ahora maestra y discípulas estudian la viabilidad de constituir una cooperativa dedicada a la restauración.

Su sueño sería proporcionar un servicio de catering para bodas, reuniones familiares, de amigos.... «Sería la oportunidad de que estas amas de casa pudieran empoderarse a través de la inserción laboral». Pero las inversiones requeridas para esta aventura empresarial están lejos de su alcance. Por eso precisan ayudas económicas y unas instalaciones donde establecerse. E incluso le han echado ya el ojo a un local: el antiguo restaurante del polígono Kataide. Un inmueble que Djamila considera idóneo y que permanece desocupado después de que la subasta convocada por el ayuntamiento quedara desierta.

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