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P. MANZANARES
Miércoles, 28 de septiembre 2011, 23:33
Cada alimento goza de unas propiedades inherentes a sí mismo en función de su sabor, su color, su lugar de origen, etcétera. Son estas propiedades las que les conceden una funcionalidad que puede ser usada con fines terapéuticos y eso es lo que durante más de 27 años lleva investigando el doctor Jorge Pérez-Calvo.
Aumentar el nivel de energía del cuerpo o la concentración física y mental, relajarnos, favorecer el sueño, desintoxicar el organismo o mejorar la capacidad digestiva son solamente algunos de los beneficios que podemos lograr cocinando, de una determinada manera, ciertos alimentos.
Así, incorporar algas a nuestra dieta es recomendable por su aporte excepcional de oligoelementos, vitaminas y minerales. Algo parecido sucede cuando añadimos semillas como el sésamo, altamente nutritivas y ricas en aminoácidos.
Pero no hay por qué acudir solo a las rarezas, todos los alimentos son propicios para ayudarnos a estar mejor, si bien hay unos más indicados que otros, únicamente hay que saber cuándo necesitamos los aportes de cada uno.
«Para gozar de buena salud, el cuerpo debe adaptarse a la atmósfera de cada estación y, cada estación, por sus características, pide unos alimentos y recetas que le son apropiados», explica el doctor en su libro ¡Revitalízate!
Así un fumet de pescado reconstituyente es más propicio para el otoño y el invierno.
Alimentos fríos y calientes
Hay alimentos que de por sí calientan (suben la temperatura corporal) y otros que refrescan. Esa temperatura viene determinada por cómo influyen en nuestro organismo: los calientes aumentan la actividad metabólica mientras que los fríos la sedan. Así calientan más las zanahorias o las cebollas que los tomates y las berenjenas.
¿Para qué nos sirve reconocerlos? Para saber que cuando suframos de problemas digestivos o estemos faltos de energía deberemos tomar alimentos calientes mientras que cuando padezcamos hipertensión arterial, sudoración o estemos irritados será mejor que comamos alimentos fríos. Ojo, porque la forma de preparar cada alimento influirá también en su temperatura.
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