Los ‘japoneses guipuzcoanos’ se movilizan por su país
Ryoko es de Fukushima y vive en Irun. Rika fue la primera japonesa en residir en Gipuzkoa. Historias de la ‘fusión’ entre las dos orillas al mes del terremoto
MITXEL EZQUIAGA , DV. SAN SEBASTIÁN
Sábado, 9 de abril 2011, 10:50
Los tópicos son a veces reales. Todos los japoneses con los que hemos hablado para este reportaje son extremadamente amables y parecen pedir perdón por ocupar protagonismo en los papeles. Aunque el protagonismo ha venido impuesto:un terremoto y un tsunami, de los que se cumple un mes, trajeron destrucción a su país.
Entre cuarenta y cincuenta ciudadanos japoneses residen en Gipuzkoa. Mañana organizan diversos actos en solidaridad con su país en el barrio donostiarra del Antiguo. Por la mañana habrá puestos en la calle y a mediodía se celebra una comida vasco-japonesa en la sociedad Baso Etxea, cocinada por la pareja que regenta el Txubillo, restaurante japonés de San Sebastián donde aún pueden adquirirse los tickets. Lo recaudado será para ayudar a los japoneses que sufren.
Ryoko Miyachi. De Fukushima a Irun
«Vi en la tele cómo los refugiados se cobijaban en mi escuela»
Ryoko Miyachi nunca pensó que una mañana pondría la tele en su casa de Irun y encontraría en pantalla la escuela de Fukushima donde estudió. Y menos pudo imaginar que esa escuela sería el refugio que daría cobijo a sus paisanos, asolados por el terremoto.
Tiene 31 años, un marido irunés y dos niñas, ya nacidas en el País Vasco, de dos años y medio y un año. Se licenció en literatura japonesa en Tokio, fue a Alemania a ampliar estudios y allí conoció a quien hoy es su pareja. Vive en Gipuzkoa desde 2005 y está feliz «por la forma de vida de aquí y el buen talante de la gente».
Desde hace un mes Ryoko vive pendiente del teléfono, internet y la television. «Aún no me creo que eso haya sucedido en mi ciudad, y que gente cercana, como el suegro de mi prima, hayan fallecido». Lo peor llega ahora, con la incertidumbre sobre los efectos de la radiactividad en la región natal de Ryoko. «Mi región es pobre y agrícola: por eso nos pusieron ahí la central nuclear, que ahora era la principal riqueza del territorio. Tenemos miedo de lo que pueda pasar. En Japón poca gente cree la versión oficial que facilitan las autoridades».
Ryoko vestirá mañana yukata o kimono para los actos en el Antiguo. «Tenemos que ayudar a nuestra gente porque quizás hasta dentro de veinte o treinta años no podamos recuperar la normalidad», explica. La casa de campo que tiene en Fukushima, donde vivieron sus padres, ya fallecidos, se ha convertido estos días en alojamiento de gente que se ha quedado sin hogar. «Es la forma que tenemos de ayudar desde aquí», explica Ryoko.
Rika Kanakuri.La primera japonesa-guipuzcoana
«Si quieren ayudar,sigan comprando los productos de Japón»
Es probablemente la primera japonesa que se asentó en Donostia. Rika Kanakuri nació en una isla del sur de su país, conoció a un irunés cuando estudiaba en Inglaterra y en Irun terminó hace ya 22 años. Hace cuatro su esposo falleció, pero ella aquí sigue. «Mis dos hijos son vasco-japoneses que hablan castellano, euskera y japonés. Ellos elegirán dónde vivir en el futuro».
Rika Kanakuri dice que más interesante que su propia vida es hablar de la situación que sufre Japón. «Vivimos momentos terribles y hay que ayudar». Una forma es acudir a los actos que se celebran en San Sebastián mañana. «Pero hay otra forma: no rechazar los alimentos y productos que vienen de la zona no afectada por la radiación. Japón no es un país tan pequeñito como la gente imagina aquí. Por ejemplo, Kyoto, una ciudad antigua, preciosa y muy turística, que casi todos los turistas españoles visitan, está a más de 700 kilómetros de la central nuclear de Fukushima. Y Fukuoka, donde vive mi familia, en el sur, está a más de mil kilómetros. Si alguien planea viajar a la parte oeste de Japón, no debe preocuparse. Es muy importante mantener la economía en marcha».
Rika evoca una frase de Torahiko Terada, físico y poeta: «Es fácil no tener nada de miedo o tener demasiado miedo;lo difícil es tener el miedo correcto». Esa es la vía que debe seguir su país. «Lo que se exporta sale con todos los controles: sigan comprando nuestros productos porque es la forma de ayudarnos», se despide esta mujer valiente a la que respeta el resto de la comunidad japonesa de Gipuzkoa.
Hitoshi y Akari Karube. Regentan el restaurante Txubillo
«Yo fui bombero y viví desde dentro el terremoto de Kobe»
Esta pareja ha hecho del bar-restaurante Txubillo una embajada de Japón en el barrio del Antiguo de San Sebastián. Su local, especializado en la gastronomía de su país, recibe a la creciente colonia de guipuzcoanos interesada en esa cocina, pero también es punto de encuentro de los japoneses de Gipuzkoa.
Su historia es curiosa. Él, Hitoshi, tiene 43 años y una dilatada biografía a sus espaldas. Durante diez años fue bombero en la zona de Yokohama, y allí le tocó trabajar en sucesos como el terremoto de Kobe, que ocasionó también varios miles de víctimas mortales. «Fue una experiencia terrible, y estos días me vienen recuerdos de entonces. Nuestro país está acostumbrado a los terremotos, pero nunca piensas que puedan alcanzar esta intensidad».
Apasionado de la cocina, recaló luego en Alcalá de Henares y vino a San Sebastián para aprender en la escuela de Luis Irizar. Trabajó en el Urepel, en Akelarre o en el Morgan y hace cinco años se embarcó en su propio proyecto, el Txubillo, con su esposa Akari. Ella, nacida en Tokio hace 37 años, trabajaba en un restaurante italiano de la capital japonesa. Luego viajó a Italia y España para aprender y conoció a quien hoy es su marido y socio.
El último mes han vivido pendientes, como todos sus paisanos, de las noticias de Japón. «Como vivimos en la hostelería, con sus horarios raros, casi nos enteramos antes por nuestros clientes que por nosotros mismos de lo que ocurría en nuestro país», aseguran. Las dificultades de comunicación les mantuvieron horas en vilo sobre el paradero de los seres queridos, pero al final se tranquilizaron, tras comprobar que se encontraban bien.
«Lo que queremos ahora es que mucha gente participe en los actos de mañana, y además, queremos agradecer a muchos vascos que se han implicado en la organización: somos dos pueblos con mucho en común», afirma Hitoshi. «Gipuzkoa ha entendido nuestro sufrimiento». «Pero los japoneses son bastante más machistas que los vascos», matiza con sonrisas Akari.
Nanako Imai. Violinista
«Lo peor es ahora la incertidumbre nuclear»
La historia de Nanako Imai es también una historia de amor. Nacida en Tokio hace 42 años lleva ya veinte años en Irun. Era violinista en la Orquesta de Castilla y León, en Valladolid, y allí coincidió con Arkaitz, también músico. Hoy son pareja, tienen dos hijos y viven en Irun. Él forma parte de la Orquesta de Euskadi y Nanako se dedica ahora más al cuidado de los hijos.
«Lo hemos pasado muy mal: desde hace un mes vivo colgada de las noticias», diceNanako. «Sientes impotencia por no poder ayudar, y ahora lo peor es la incertidumbre sobre lo que pueda ocurrir con los escapes radiactivos». Cuando ocurrió la catástrofe su padre se encontraba en Irun y desde ahí han vivido los acontecimientos. Animan a los guipuzcoanos a participar en los actos de mañana. «Japón lo agradecerá», asegura Nanako.
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