«Yo no he matado a nadie»
Paco Larrañaga defiende su inocencia ante Zubia y Anasagasti. Los senadores del PNV visitaron ayer al preso vasco filipino en la prisión de Martutene
JAVIER PEÑALBA
Jueves, 21 de enero 2010, 04:34
No era día de visitas, pero Paco Larrañaga la tuvo. Las puertas de la prisión donostiarra de Martutene se abrieron a mediodía de ayer para que los senadores del PNV Iñaki Anasagasti y Joseba Zubia pudiesen reunirse con el preso vasco filipino. El encuentro, de casi una hora de duración, permitió a los representantes políticos conocer que Paco se encuentra bien, aprovecha el tiempo en la escuela del centro penitenciario, estudia euskera y que su conocimiento del castellano ha experimentado una más que notable mejoría. «No hay como pasar por una prisión para aprender idiomas», bromeó Zubia al término de la visita.
Paco Larrañaga se encuentra en la cárcel de Martutene desde el pasado 22 de diciembre, día en el que llegó procedente de la prisión madrileña de Soto del Real. Paco, hijo del pelotari puntista Manuel Larrañaga, de Alegia, fue trasladado desde Filipinas a España para que termine de cumplir la condena de cadena perpetua que le fue impuesta por los crímenes de dos hermanas, una imputación que el recluso siempre ha negado.
El encuentro entre Anasagasti, Zubia, Larrañaga resultó grato. Paco no pudo menos que expresarles su agradecimiento por el interés que han mostrado hacia su persona. «Es un chaval sano que se ha visto metido en un lío horroroso por problemas derivados de 'vendettas' familiares. No olvidemos que es descendiente del ex presidente Osmeña», manifestó Anasagasti.
«Las ha pasado canutas»
La entrevista se desarrolló en una pequeña salita, mientras fuera de ella los reclusos tomaban parte en «en un sarao que habían montado con motivo de la tamborrada».
Zubia y Anasagasti coincidieron en destacar el cúmulo de adversidades que Larrañaga ha tenido que salvar. «Las ha pasado canutas. Entró en prisión con 19 años y ahora tiene ya 32. Ha pasado en la cárcel los mejores años de su vida. El juicio fue una auténtica chapuza. El sistema judicial filipino es muy poco garantista. Está pagando el pato de una 'vendetta'», dijo Anasagasti.
Los senadores hallaron al recluso sereno, entero y firme en su inocencia. «Nos ha dicho: 'no tengo que pedir perdón a nadie porque no he hecho nada, no he matado a nadie'».
Larrañaga relató de manera «apasionada» las vicisitudes que ha tenido que superar desde que fue imputado. «Cuando estuvimos con él en Manila sólo nos decía que no quería el perdón, sino que se hiciera justicia. Ahora nos ha aportado detalles que evidencian el cúmulo de irregularidades que se cometieron. Ha explicado cómo el policía que le inculpó confesó antes de que muriera que todo había sido un montaje. También nos ha contado que le acusaron de ir en coche cuando sólo tenía 14 años y nos ha dejado claro que él no conocía a las chicas que fueron asesinadas».
«Incapaz de matar»
El preso desveló asimismo que antes de que fuera encarcelado por los crímenes se negó a abandonar su país y que tras conocer la sentencia se opuso también a implorar un indulto. «Cuando la gente de aquí me conoce sabe que soy incapaz de matar una mosca» manifestó Paco Larrañaga.
El recluso detalló algunos aspectos de su vida en prisión. «Se levanta sobre las ocho y durante la mañana va a la escuela. Come sobre la una y pico. Por la tarde tiene patio o gimnasia, cena y a la cama. Si pagan, pueden tener hasta una televisión en la celda. También pueden tener libros. En prisión hay tiempo para todo, para ver la televisión, leer, estudiar, pensar, escribir, aprender euskera...», explicó Zubia.
Larrañaga señaló que el trato en Martutene es muy humano. «Hay mucha gente que accede a prisión; monjas, curas, personal de oenegés... Hay movimiento de personas que se preocupan por los presos. Y eso, la gente que están privada de libertad, lo agradece mucho», dijo Anasagasti.
En este sentido, Paco Larrañaga les hizo saber el cambio abismal que ha experimentado su situación desde la llegada a Gipuzkoa. «En Martutene, según nos ha indicado, hay unos 370 reclusos. Pero no olvidemos que Paco, en Manila, estaba en un módulo donde había 12.000 personas y 70 funcionarios. Aquí, para los 370, hay más de un centenar de funcionarios. Nos ha dicho que está encantado. Ya cuando llegó a Soto del Real dijo que aquellas instalaciones le parecían un hotel de cinco estrellas comparadas con la de su país».
El hijo del pelotari no tiene dudas en dónde se come mejor. «Nos ha comentado que la comida de aquí es mucho mejor que la de Soto del Real», explicó Zubia.