La poesía de Jorge Oteiza
JULIA OTXOA
Domingo, 26 de octubre 2008, 03:02
En el centenario de Jorge Oteiza es preciso recordar la importancia de su poesía, tal vez su línea de creación más desconocida, y sin embargo posiblemente sea el eje fundamental del proyecto de su investigación estética. El ser poético trasciende en Oteiza el hecho concreto del poema escrito para transformarse en actitud existencial que engloba a un mismo tiempo su vida y su obra, tanto escultórica como teórica dentro de las distintas disciplinas por él investigadas: antropológicas, lingüísticas, literarias, escultóricas o de actividad político-cultural. La búsqueda de conocimiento es siempre en Oteiza poética. La concepción del Arte como actitud ética ante la existencia. El ser como pasión creadora.
Cuando Oteiza llega al punto conclusivo de su investigación escultórica acaba de cumplir 50 años. Es entonces cuando pasa a la poesía, cuando desembarca espiritualmente en esa pequeña cuartilla en blanco. Traigo en este punto sus propias palabras:
(Fragmento correspondiente al poema del libro )
A partir de aquí comienzan cuatro décadas de escritos poéticos 50, 60, 70 y 80 recogidos en 1990 en el libro e, cuando lo publicó tenía Oteiza 82 años. Al abrir el libro encuentro un texto introductorio que es toda una declaración de principios de su propia concepción como poeta, el texto se titula «A modo de justificación»
Su obra poética está atravesada por tres líneas esenciales de preocupación y trabajo: lo ontológico-teológico, lo estético y lo político como toma de conciencia para la dinámica cultural de mejora espiritual de la sociedad concebida como suma de individualidades, como potencialidades para el cultivo de la sensibilidad en la percepción del mundo, percepción móvil, rica, diversa, enriquecida intelectualmente por una curiosidad que transforma la búsqueda de conocimiento en permanente proyecto experimental.
(Fragmento del poema «Androcanto y sigo» del libro )
Su búsqueda de Dios es constante pero no agónica como en Unamuno, el filósofo vasco es frecuentemente mencionado en los escritos oteizianos. A los dos les preocupaba la idea de país, la idea de Dios, la identidad personal, pero Oteiza al contrario que Unamuno sale del laberinto de las interrogaciones sin respuesta por medio del ejercicio de la creación. El ser estético como salvación, la creación como círculo mágico dentro del cual vencer a la muerte. Oteiza convierte así su pensamiento en razón poética para la vida.
Sus poemas, sus palabras dirigidas a ese Dios son oraciones, trampas metafísicas para que ese Dios que el persigue caiga y le hable. Sus poemas son pequeños pájaros buscando cobijo en medio del huracán.
En su poesía la búsqueda de la propia identidad personal, el laberinto del yo es constante. Es precisamente desde ese paisaje jeroglífico de su propio interior donde surge la contradicción, el miedo, el vértigo, «soy yo al que temo» «huyo de mí», nos dice en alguno de sus poemas.
Pero en la obra poética oteiziana también hay una saludable ironía, una surrealista irreverencia aún a pesar de ese cósmico cansancio y furia que le lleva una y otra vez a ser derribado. Hijo de su tiempo, sus poemas beben de los poetas surrealistas, del simbolismo, del concretismo de la honda poesía de Ezra Pound, Vicente Huidobro, César Vallejo, Blas de Otero, Gabriel Aresti, Gabriel Celaya etcétera, poetas estos tres últimos con los que le unió la amistad durante muchos años.
Sus escritos poéticos dispersos durante muchos años en distintas publicaciones y revistas de todo tipo, se reunieron por primera vez en en Editorial Pamiela de Pamplona en 1990, mediante selección de poemas seleccionados por el propio Oteiza que abarca una amplia cronología de 1950 a 1980. Posteriormente, a la muerte de su mujer Itziar Carreño, publicaría también en editorial Pamiela de Pamplona en 1992, el libro de poemas hermoso libro de dolor escrito a la muerte de su mujer Itziar Carreño. Finalmente el año 2006 la Fundación Jorge Oteiza sacaría a la luz una edición crítica de varios autores sobre su obra poética completa.
(A la muerte de su mujer Itziar Carreño, fragmento del poemario ).