En la plaza del Centenario
Tal día como el de hoy se inauguró el monumento a la reina María Cristina en la plaza del CentenarioEl monumento se encuentra ubicado en el entorno del parque infantil de Amara
JAVIER SADA
Domingo, 12 de octubre 2008, 03:55
D esde que por unos pocos votos el Ayuntamiento decidió que el Monumento del Centenario (1813-1913) debía instalarse en los jardines de Alderdi Eder en lugar de en la Plaza del Centenario, donde inicialmente algunos lo habían previsto, no faltaron personas dispuestas a buscar para el entorno de la plaza algo que la destacara de las demás.
Paralelamente, cuando Rafael Picavea se enteró que la reina, a la vista del monumento de Alderdi Eder, dicen que dijo «¡qué horror!», y que pronto fue del dominio público que estaba destinado a pasar a mejor vida, tomó la iniciativa de dedicarle otro monumento «más digno».
La historia comenzó cuando Rafael Picavea, propietario y director del periódico , el 10 de abril de 1918 presentó en el Ayuntamiento una instancia solicitando permiso para levantar la citada construcción en la calle Reina Regente, frente al Teatro Victoria Eugenia.
Gustó al Ayuntamiento la idea pero no el lugar elegido para su emplazamiento, dejando pasar más de un año antes de tomar alguna decisión. Fue así que la misma no se produjo hasta el 20 de agosto de 1919 cuando dispuso que el monumento se elevase en la plazoleta en la que estuvo plantado el retoño del árbol de Guernica. El acuerdo tenía una segunda parte, según la cual la estatua que de la reina estaba en el monumento de Alderdi Eder sería trasladada a la Ciudad de Jardín de Loyola, aunque en la práctica se llevó a los jardines de Ondarreta. La suscripción pública potenciada a través de las páginas de pronto alcanzó la meta propuesta, siendo el escultor León Barrenechea quien recibió el encargo de diseñar el nuevo monumento.
La fecha elegida para su inauguración fue tal como la de hoy: 12 de octubre... de 1919. Aquélla jornada comenzó con el Ateneo Guipuzcoano celebrando la y con una sorpresa para los donostiarras cuando, a las once de la mañana, vieron el aterrizaje en la playa de la Concha de un biplano procedente de Francia. Por cierto... una vez aterrizado el aparato, un agente de la autoridad se acercó al piloto para pedirle la documentación y como carecía de ella se entabló una prolongada discusión. El biplano quedó en la arena hasta que se dieron cuenta que la marea estaba subiendo por lo que se autorizó al aviador, Jean Bouyer, para que se marchara rápidamente. Mientras, por la calle Hernani desfilaba el Ayuntamiento en Corporación, acompañado de maceros, clarines y timbales, para proceder a la inauguración del monumento.
1919...
La llegada de la Corporación a la plaza del Centenario se produjo en un ambiente de gran cordialidad, siendo recibidos los miembros del Ayuntamiento por el promotor del monumento, Rafael Picavea. Las autoridades presentes en el acto fueron numerosas, destacando el capitán general de la región, el obispo de Ciudad Real y varios ex alcaldes donostiarras: Laffitte, Elósegui, Satrústegui, Rocaverde...
Además del mucho público asistente, hasta la plaza del Centenario fueron llevados todos los niños y niñas de las escuelas municipales, acompañados de sus maestros, dando a la ceremonia un singular carácter «de cariño del pueblo hacia la reina»
Terminada la bendición por el arcipreste señor Urizar llegó la hora de los discursos que fueron pronunciados por Picavea, el alcalde, señor Zuaznavar, y el gobernador civil, señor Miralles. El primero agradeció la contribución popular al monumento, el segundo ensalzó a la reina por su espíritu caritativo y el tercero la elogió como madre y gobernante.
La ceremonia concluyó con la interpretación de varias canciones por el coro de niños y de señoritas del Orfeón Donostiarra, terminando con la interpretación del junto a la Banda Municipal de Música.
El monumento costó 124.569 pesetas y como en se había recaudado más dinero del necesario, lo sobrante se invirtió en obsequiar con una comida extraordinaria a los 180 niños, 144 niñas, 96 hombres y 102 mujeres que a la sazón estaban a cargo de la Beneficencia, y como todavía sobraba un poco más de dinero, se invitó a los niños del Asilo de San José, de la calle Prim, a una sesión de cine en el Salón Novedades.
El monumento, que a simple vista puede parecer no dice mucho, a juicio de su autor es un conjunto de elementos simbólicos en el que nada de cuanto en él se ubica deja de tener un concreto significado. La reina, de pie junto a su trono recibe el homenaje del pueblo. En bajo relieves que decoran el piso semicircular aparecen dos grupos representando la Caridad y la Virtud que la «egregia dama lleva siempre en su alma».
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