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Un vecino barre el balcón de su casa, afectado por la explosión de la mochila bomba en el Palacio de Justicia de Tolosa. /JOSE MARI LÓPEZ
«Échense al suelo lejos de las ventanas»
POLÍTICA

«Échense al suelo lejos de las ventanas»

La Ertzaintza alertó a los vecinos insistentemente con megafonía y a gritos para evitar heridos por la explosión

JM. VELASCO

Domingo, 5 de octubre 2008, 04:20

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DV. «Fue un carrera contra el tiempo. Desde que nos avisaron hasta que estalló la mochila apenas pasaron diez minutos. Nos dijeron que nos echáramos al suelo en la zona más alejada del Juzgado y así lo hicimos. Nos tumbamos en la sala. Mientras estaba en el suelo me acordé del atentado de Ondarroa y pensé en lo peor». La noche fue larga para los vecinos de los Jardines del Árbol de Gernika de Tolosa.

La mochila bomba que hizo estallar ETA en la fachada del Palacio de Justicia hizo «retumbar» sus hogares, torres de viviendas de hasta diez alturas, colocadas a pocos metros de la sede judicial. Pocos pudieron pegar ojo durante toda la noche.

Comenzaron a toparse con la realidad poco después de la una de la madrugada. La bomba había sido preparada para estallar a la 1.15 horas y, ante la imposibilidad de desalojar a toda la vecindad, los ertzainas pusieron en marcha un protocolo para avisar a todos los residentes de la amenaza que pendía sobre ellos. Mediante la megafonía de los coches patrulla, con llamadas uno por uno a los timbres de los porteros automáticos o a gritos desde la calle, los agentes fueron alertando y despertando de sus sueños a los vecinos del Árbol de Gernika.

Las instrucciones eran claras y directas. «Cierren las persianas, échense al suelo lo más lejos posible de las ventanas orientadas a la fachada del Palacio de Justicia». El mensaje se repitió una y otra vez.

Momentos «de miedo»

Los agentes se emplearon a fondo para hacer llegar su mensaje y no dudaron en reprender a los vecinos que no seguían las indicaciones del protocolo. «Eran momentos confusos, no sabíamos lo que pasaba. Me asomé al balcón y ¡menuda bronca me echaron los er-tzainas! Creo que hicieron bien», reconocía un vecino.

Las indicaciones de los agentes continuaron después de la deflagración de la mochila bomba. «Fueron momentos de susto y mucho miedo. Tras la explosión, se hizo el silencio. En la calle sólo se escuchaban los gritos de los ertzainas pidiendo que no saliéramos. Creían que podía haber una nueva explosión», recuerda Edurne, vecina de uno de los bloques cercanos al juzgado y madre de dos hijos de cuatro y dos años.

A la mayoría, el estruendo del a bomba o los esfuerzos de los er-tzainas por alertar de la amenaza les sorprendió durmiendo. A Ricardo, vecino del sexto piso de uno de los bloques, en cambio, le cogió «viendo el combate de boxeo en ». Siguió los consejos de la Er-tzainza y bajó las persianas de la casa. «Fue un ruido que no había escuchado en mi vida. Ensordecedor. Parecía el fin del mundo», recuerda.

La onda expansiva rompió los cristales y las persianas del ala de la vivienda que da al Palacio de Justicia. «Con la fuerza se abrió de golpe la ventana del salón, que orienta al otro lado. Un poco más y me tira del sofá al suelo», explica el tolosarra de 79 años, cuarenta de ellos viviendo en la misma vivienda.

Con la luz del día, y todavía con el susto en el cuerpo, llegaba el momento de limpiar todos los cristales esparcidos por el suelo y de comprobar los daños. «En el edificio creo que no habido nadie herido, pero podía haber ocurrido una desgracia perfectamente», señaló comprobando los daños en la vivienda.

Arrancadas de cuajo

En los descansillos, en el portal, en la calle... Los vecinos comentaban unos con otros la mala noche pasada la víspera y el volumen de los daños sufridos. A Edurne, del número 6, la explosión le rajó la escayola de una habitación, los marcos de varias ventanas... «Ha sido infinitamente más el susto que los destrozos». En casa de esta tolosarra la impresión fue mayor. «Estábamos dormidos y no escuchamos los avisos de la Ertzain-tza». La bomba les sorprendió en la cama. «Fue un ruido terrible. Nos levantamos de golpe y fuimos a ver cómo estaban nuestros dos hijos... Estaban bien», recuerda.

En casa de Edurne no pudieron dormir bien durante toda la noche, recordando el «miedo» pasado. «Hasta que no te toca cerca de casa, no sabes lo que es esa inquietud», explica la tolosarra.

La onda expansiva fue si cabe más destructiva con los pisos más altos. «Nos ha arrancado las ventanas de cuajo», señalaba un padre de familia, del décimo piso del número 6 de Árbol de Gernika. Como el resto de vecinos, «nos tiramos al suelo. En esos momentos te tienes que resguardar, no puedes hacer nada».

Junto con el recuento de destrozos, los vecinos afectados comentaban entre «ventana y marco de puerta roto», la actuación de la Ertzaintza. «Fueron enérgicos advirtiéndonos de que cerráramos las persianas y nos situáramos en la zona de las casas más alejada del Juzgado. Lo hicieron chillando desde la calle y también a través del altavoz de los porteros automáticos. Gritaban mucho pero era lo que tenían que hacer. Actuaron con celeridad y competencia», opina un vecino, cuya vivienda quedó con varias ventanas desencajadas.

«Desgraciadamente no es la primera vez que nos ocurre, pero nunca te acostumbras y pasas horas difíciles. En especial los niños son quienes más lo padecen», comenta otra residente.

«El ruido ha sido brutal. Pensaba que habría ocurrido alguna tragedia irreparable. Si con una bomba en una mochila se origina semejante impacto, qué tiene que ser un atentado con coche bomba, por ejemplo», exclama un vecino de uno de los bloques más próximos al juzgado.

Indignación, hartazgo, impotencia... Pocos tolosarras podrán olvidar la madrugada de ayer. «Retumbó toda la casa. Lo habrán escuchado hasta en el Ernio».

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