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DE LA CECA A LA MECA

El túnel secreto que salvó a Sarajevo

ANTXON AGUIRRE SORONDO

Domingo, 13 de julio 2008, 04:58

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Q uien visite Sarajevo disfrutará de sus monumentos, de su gastronomía, de su gente y de su cultura. Pero también sufrirá oyendo contar la crónica de los tiempos recientes, viendo las huellas que dejó la guerra y participando del dolor instalado en el corazón de esta tierra.

La ciudad de Sarajevo sufrió el mayor asedio de guerra que se recuerda en tiempos modernos: desde el 2 de mayo de 1992 al 29 de febrero de 1996. Tras la declaración de independencia por parte de la Federación de Bosnia-Herzegovina, las montañas que circundan en su totalidad a la ciudad fueron tomadas por fuerzas del ejército yugoslavo y del ejército de la República Serbia de Bosnia. Su hostigamiento provocó 12.000 muertos y 50.000 heridos, población civil en su 85 %.

Para romper el bloqueo y el embargo internacional de armas decretado contra los bosnios, a mediados de 1993 las gentes de Sarajevo cavaron un túnel de unos 800 metros que pasaba por debajo del aeropuerto y permitía la huida de la ciudad y la entrada de víveres y munición. Pequeño, de apenas 1,8 m. de altura y unos 0,6 m. de ancho, en el suelo se habilitaron unos raíles de forma que por ellos se podía arrastrar una carretilla con los pertrechos. A quienes hacían ese trabajo tan duro, les era permitido portar a la espalda una mochila con 30 kilos de género para su uso personal. Yo me puse una de esas mochilas y me di cuenta de que esos hombres mal nutridos, tirando de un carro cargado y con semejante peso, poseían una fuerza que no era de origen físico: sólo por las ganas de vivir podían realizar semejante proeza.

El recorrido del túnel hoy se aprecia desde el exterior, y puede visitarse un tramo de 25 metros. Además, se muestran fotos y diversos materiales que nos dan una idea de lo que pudo ser el infierno de Sarajevo. Un infierno cuyos rescoldos aún llamean en siete inmensos cementerios donde duermen las víctimas de los fanáticos; en las casas perforadas de impactos (se calcula que sobre la ciudad cayeron una media de 329 proyectiles al día durante el asedio); en las llamadas «rosas de Sarajevo», grandes manchas a modo de rosas pintadas en las calles recordando los mayores baños de sangre inocente; en las bautizadas como «avenidas de los francotiradores», porque en ellas se apostaban los asesinos para segar la vida de los transeúntes; en la Biblioteca Nacional, que vio arder más de dos millones de libros y la mayor parte del patrimonio escrito de esa vieja y doliente ciudad.

Queda por decir que el túnel nunca fue descubierto por el enemigo. Hoy se reconoce que gracias a él se salvó Sarajevo.

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